La felicidad muchas veces está en las cosas más simples de la vida. Sirva de ejemplo, el consumir una tapa en compañía de amistades. Según ciertas historias, la tapa surge en los principios del siglo XIX, y concretamente, en el Ventorrillo de El Chato, sito en el istmo que comunica las localidades de Cádiz y San Fernando. Era algo tan simple como poner una tapa sobre un vaso de vino, para evitar que el viento de levante depositara en la bebida granos de arena, o simplemente que también degustaran el vino intrépidos insectos. Esa tapa era una rodaja de queso, chorizo o jamón, que también se consumía.

En la sociedad actual irse de tapas es un acto social, donde se busca aunar la ingesta de la bebida con algo de comer, pero no en soledad, sino en compañía. Por tanto, se puede considerar que el salir de tapas o tapear se convierte en espacios de socilización y de felicidad colectiva. En este sentido, la filosofía del happiness management nos demuestra empíricamente la existencia de una sólida relación entre las variables ocio y felicidad en el sector de la gastronomía.

Bajo el binomio ocio-felicidad, se hace conveniente que las administraciones municipales emprendan actuaciones públicas destinadas a incentivar el desarrollo turístico de su territorio, mediante la puesta en marcha de innovadoras actividades gastronómicas que ofrezcan un manantial de experiencias felices y únicas a sus visitantes y residentes. Una de estas acciones culinarias puede ser la creación de la «Ruta de la Tapa Feliz», entendiéndose como un recurso inventado íntegramente para estimular la satisfacción directa y holísitca de sus participantes, mediante la degustación de una rica tapa feliz (producto de la imaginación y creatividad). Dicho término se debe interpretar como un mix producto-servicio que excita insitu la satisfacción de las personas que lo consuman, y, por ende, su felicidad inmediata y bienestar corporal.

De este modo, la «Ruta de la Tapa Feliz» puede contribuir de forma significativa a que las urbes mejoren no solo su imagen corporativa, sino también su posicionamiento en el mercado del turismo internacional como un paisaje de excelencia y calidad.

Estamos seguros de que la implementación de la «Ruta de la Tapa Feliz» ayudará proactivamente a: dinamizar la economía local, visibilizar la gastronomía del territorio, fomentar la imagen de una industria hostelera abierta hacia la innovación y avivar las sinergias entre los restauradores, las administraciones públicas y la ciudadanía.

Bajo esta lupa, ¿qué están esperando las administraciones públicas y las asociaciones de hostelería para poner en marcha esta atractivo concurso culinario? Quizás al próximo 18 de junio, que es el Día Internacional de la Gastronomía Sostenible.

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