El Objetivo 7 de la Agenda 2030 de la ONU, determina que hay que garantizar el acceso universal a una energía asequible, segura, moderna y sostenible. En esta misma línea y con metas más ambiciosas, la EU acordó que el 32% de la energía consumida sea renovable y reducir en al menos un 55% de emisiones de gases de efecto invernadero para 2030.

La fecha se acerca y la necesidad es urgente. Así que hay que ponerse las pilas con la transición energética y pensar bien en el modelo energético que queremos.

La cuota de energía eólica y solar en la producción de electricidad en España es del 32,7%, del cual un 22,8% pertenece a la energía eólica y el 9,8% a la solar.

Pero España aún tiene muchísimo más margen de crecimiento, sobre todo en energía solar. ¿No es España el país del sol? En Alemania, con menos horas de sol y menor superficie disponible, tienen la mayor producción de energía solar de Europa.

¿Es este el buen camino? Los ODS especifican que la energía debe ser de acceso universal y asequible, algo que parece muy lejano. Todos estamos sufriendo en nuestro día a día el desmesurado coste de la electricidad y el gas, además de todos los que no tienen acceso. Según un informe de Médicos sin Fronteras, la pobreza energética afecta a 6,8 millones de personas en España.

Las energías renovables nos brindan una gran oportunidad para transformar esta situación. El autoconsumo es la clave. No podemos dejar la transición energética en manos de grandes empresas que expropian tierras para hacer macro instalaciones, sin tener casi en cuenta sus efectos en el medio ambiente y que luego cobran la energía a un precio exagerado. Así no.

Debemos fomentar el autoconsumo, las comunidades energéticas y las compras públicas, para que cada uno genere la energía que necesita, sin coste y sin maltratar la tierra. Así sí.

Por esto hay que exigir a las instituciones públicas más inversiones para financiar estas energías y sus instalaciones. Esta transición no puede estar en manos privadas porque es nuestro derecho y la función de las administraciones es garantizarlo y protegerlo.

Tampoco debemos trasladar toda la responsabilidad a la ciudadanía. Es imprescindible que el tejido industrial sea pionero en esta transición, tanto por su capacidad económica como por sus efectos en el medio ambiente. Tal y como nos piden compromiso y conciencia a todos nosotros, deben exigírselo también a ellos. Para conseguirlo es imprescindible el diálogo, la regulación y las inversiones.

Un buen ejemplo de esta transición energética industrial es Marruecos, que invertirá 11.700 millones de euros para la transición hacia energías renovables de su industria, incluyendo procesos de desalinización de agua de mar, con el objetivo de lograr la neutralidad en carbono antes de 2040, generando también 25.000 empleos directos e indirectos.

Irlanda también está impulsando esta transición, sobre todo en el autoconsumo de energía solar, con ayudas económicas directas y facilidad en los trámites. De hecho, su objetivo es alcanzar el 80% de generación renovable en 2030.

O si nos fijamos en América Latina, la región del mundo con mayor penetración de renovables en generación de energía, también podríamos aprender, y mucho. Por ejemplo, Panamá está impulsando un “hub” de hidrógeno verde esencial para la descarbonización

Señoras y señores, europeos y españoles, hay que remangarse. El planeta lo necesita y las personas también.

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