A lo largo de la historia, el ser humano ha buscado por múltiples vías el desarrollo de un estado armónico con el que se sienta plenamente satisfecho, por lo que la búsqueda de la felicidad se ha convertido prácticamente en uno de sus objetivos universales. Encontrar un modelo para el desarrollo de la felicidad en un individuo, inequívocamente sería como “encontrar el Santo Grial”. Sus consecuencias solucionarían los problemas latentes que embargan a la sociedad actual; se pondría fin a las conductas suicidas; a la desintegración familiar y emocional; a los vicios; y a muchas otras conductas nocivas asociadas a un estado emocional de insatisfacción.
Lo anterior ha llevado al desarrollo de múltiples aportaciones teóricas orientadas a encontrar modelos o representaciones abstractas del bienestar, de sus causas y de sus consecuencias, siempre partiendo de la identificación de su tipología, sea esta laboral, familiar, económica, intelectual, psicológica, espiritual, física o de cualquier otra índole; ya que la felicidad, en todas sus manifestaciones, es y será siempre motivo de interés para el ser humano. Sin embargo, parte de la respuesta a las preguntas que acechan a los teóricos, se encuentra en nosotros mismos.
Hacer una introspectiva sobre lo que somos, lo que queremos y lo que podemos lograr, permite que nos demos cuenta del valor que tenemos como individuos. Querernos, aceptarnos y cuidarnos física, intelectual y espiritualmente, es un paso certero y preciso hacia el logro de este tan anhelado estado emocional. Así, la ejercitación física y la práctica deportiva juegan un papel relevante y trascendente. Estas conductas de autocuidado generan beneficios en nuestro cuerpo, en nuestra mente y en nuestras interacciones como seres sociales.
El deporte y la ejercitación física, liberan endorfinas que están asociadas a la sensación de felicidad. Asimismo, las prácticas de salud física mejoran la autoestima, nos ayudan a sentirnos plenamente satisfechos con nuestro cuerpo; aumentan la capacidad cerebral, la producción de neuronas y el desarrollo de conexiones y asociaciones neuronales que permiten aprender más y mejor sobre nuestro entorno. El deporte también reduce el estrés, nos permite lograr una desconexión con las preocupaciones del día a día; a su vez, promueve el tan anhelado descanso placentero a la hora de dormir gracias al desgaste energético producido en la ejercitación.
Entre otros múltiples beneficios, la actividad física deportiva permite fortalecer nuestro cuerpo y nuestro organismo, mejorando nuestro sistema inmune, la circulación, la coordinación, la resistencia, la elasticidad y la flexibilidad; permite cambiar nuestro contexto por medio de nuevas y mejores interacciones sociales, es decir, conocer personas con gustos y aficiones encausadas al cuidado de la salud; y permite la liberación de dopamina, una hormona que, al igual que las endorfinas, se encuentran asociadas a la sensación de bienestar. La dopamina, por sí misma, también es la hormona del amor. Cuando amamos, queremos cuidar y procurar el bienestar del ser amado, entonces, ¿por qué no enamorarnos de nosotros mismos?, ¿por qué no explorar nuestra capacidad de ser felices por medio de un acto de amor propio como es el ejercitarnos?