Volviendo la vista a la aplicación del sistema capitalista durante las últimas décadas, se constata que los modelos de gestión vividos se caracterizan por no considerar, en la mayoría de los casos, la felicidad de las personas en el desempeño de su profesión. Hasta ahora, muchas de las culturas organizativas de las grandes compañías están orientadas a llevar a cabo políticas de recursos humanos eficientes sin considerar la gran importancia que tiene el bienestar subjetivo de los clientes internos. Dicho fenómeno se ha amplificado, de forma exponencial, con la robotización y la automatización de los procesos productivos.
A eso se debe añadir el teletrabajo, un recurso digital que, si no se emplea de forma oportuna puede reducir, entre otras cosas, las relaciones interpersonales, como es el simple hecho de tomar un café con un compañero durante un descanso laboral. Como si estos avances tecnológicos no fueran poco, la inteligencia artificial se va introduciendo lentamente y de forma progresiva en las vidas de las personas y de las organizaciones. Los autores de este artículo consideran que la inteligencia artificial, si no se implementa de forma adecuada, puede tener efectos nocivos para la felicidad laboral de los trabajadores por múltiples causas, entre las que caben destacar tres factores. El primero, la consolidación de unas gobernanzas corporativas más centradas en maximizar los beneficios económicos que la salud y el bienestar de sus personas empleadas. El segundo, el desarrollo de estrategias directivas de naturaleza draconiana que fomentan el low cost y la inseguridad laboral. El tercero, la existencia de grandes corporaciones caracterizadas porque la felicidad de sus clientes internos nunca ha sido protagonista sobre aspectos tales como la innovación, la creatividad o la eficiencia productiva.
Bajo esa capa de “prosperidad”, se puede decir que los actuales modelos de gestión de las empresas no se están preocupando de propiciar, posibilitar y estimular la felicidad corporativa de todos sus stakeholders. Por tanto, es momento de buscar alternativas para solventar esta situación y de hacer factibles compañías más felices. ¿Cómo se puede llevar a cabo?, dejando la puerta abierta de las organizaciones al marketing social y a la atractiva cultura del happiness management. Dicha cultura lleva aparejada que las acciones de las gerencias se materialicen en mejorar la felicidad de sus miembros. Para la consecución de este fin, las organizaciones se deben retroalimentar con políticas de recursos humanos que abandonen el modelo kleenex de usar y tirar a los individuos. Además de apostar por unas gobernanzas corporativas donde converjan armoniosamente la competitividad y la felicidad laboral bajo las aristas del trabajo decente, la ética y la responsabilidad social corporativa. Ello precisa, entre otros múltiples elementos, de un engranaje directivo que esté perfectamente engrasado con unas campañas comerciales de marketing social, y un estilo de liderazgo de tipo feliz que irradie confianza y bienestar a su plantilla. De este modo, los empleados pueden afrontar su desempeño profesional en una atmósfera positiva, empática y resiliente.
Por tanto, las organizaciones pueden buscar que las melodías del marketing social y el happiness management empiecen a sonar en su interior para que se escuchen los bellos adagios de la felicidad y el marketing social. Bondades que traerán, sin lugar a dudas, no solo prosperidad económica, sino también que las empresas se conviertan en un Edén vivencial de felicidad y pensamientos disruptivos. De esta manera, los individuos seguirán siendo uno de los bienes más valiosos para las organizaciones en la era de la Industria 5.0.