En nuestras vidas los conflictos son muy frecuentes, incluso con aquellas personas y amistades con quienes mejor nos llevamos y por supuesto, con quienes compartimos intereses comunes o a quienes más queremos.

Esto es algo normal, ya que somos personas con criterios, codicias, personalidades, curiosidades y necesidades diferentes a las de los demás. Por tanto, no es de extrañar que estas cualidades personales en ciertos momentos puedan dar lugar a situaciones conflictivas puesto que, según demuestra el devenir del tiempo, los conflictos son inevitables y la posición más adecuada ante ellos es aceptar su existencia como algo normal y frecuente para aprender a manejarlos y resolverlos de forma positiva y práctica.

Los conflictos son, por tanto, oportunidades para madurar, cultivarse y progresar, lo que nos lleva a deducir que también pueden clasificarse como positivos o negativos. Serán negativos, cuando esté presente y exista entre las partes, tirantez, furia, altercado, desagrado, incomodidad, fracaso, etc. A menudo las consecuencias negativas no provienen del conflicto en sí mismo, sino de la manera en que es apreciado y tratado por las partes en litigio.

Serán positivos, cuando la sinceridad entre las partes se hace presente permitiendo la solución a un problema latente. Pero, ¿quién se encarga de que el conflicto pase de lo negativo a lo positivo a través del diálogo y la sensatez?

El mediador y, por ende, la mediación es el camino para cerrar todas esas indeseadas vías llenas de rencores que van surgiendo en nuestras vidas y que irrumpen en la concordia deseada y la felicidad codiciada.

Hay que atesorar, entre todos, un papel especial en la superación de los conflictos a través de la reconciliación por medio de la mediación, para que nuestra felicidad se vea fortalecida a diario, con el apego y la placidez que produce esa vía alternativa de resolución de conflictos, y que tiene que formar parte, irrefutablemente, de nuestras herramientas de vida colectiva en esa búsqueda pretendida del bien común y de la felicidad común.

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