Luis Abinader, en un momento de su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas

El pasado mes de septiembre se produjo uno de los mayores éxitos diplomáticos de la historia de República Dominicana. El presidente Luis Abinader llevaba años reclamando a la comunidad internacional su intervención en Haití y, finalmente, Naciones Unidas aprobó el envío de una misión que ayudara a las fuerzas de seguridad haitianas a retomar el control que, en la actualidad, se encuentra en manos de bandas criminales financiadas por los poderes ocultos en Norteamérica y Europa, tal y como se demostró con las sanciones aplicadas por Canadá a determinados empresarios haitianos.

Sin embargo, esas mismas élites han sido las que presuntamente están liderando una campaña de oposición a dicha intervención internacional con la utilización de partidos políticos en Kenia, país que liderará la misión de Naciones Unidas, y en el propio Haití.

La única realidad es que la «Vía Abinader» es la única efectiva para reconducir la situación crítica en la que se encuentra Haití y las gravísimas consecuencias humanas que el descontrol están generando.

Así lo ha reconocido la propia policía de Haití. En concreto, Frantz Elbé, jefe policial, fue contundente al afirmar que la fuerza de la ONU va a ayudar a luchar con una mayor eficacia contra el terror que han implantado las bandas criminales.

Elbé dijo que la situación es tan crítica que la policía está obligada a enfrentarse a unas pandillas que cuentan con arsenales de armamento pesado y «conexiones con redes mafiosas y criminales transnacionales y grandes medios financieros. Hace unos quince años, los bandidos iban equipados con una pistola, un revólver. Hoy están armados con fusiles de asalto».

La Vía Abinader lo que va a posibilitar es que la policía haitiana disponga del poder suficiente para ejecutar operaciones que desmantelen de manera definitiva a las bandas, porque tendrán a su disposición recursos con los que poder restaurar el orden político, económico y social, lo que será el primer paso para restañar la gravísima crisis humanitaria.

Por otro lado, lo que lleva reclamando el presidente Luis Abinader desde que llegó al poder en agosto de 2020 se ha demostrado que es el único camino para terminar con los continuos brotes de la violencia entre pandillas están forzando a decenas de miles de familias a abandonar sus hogares, asentándose en albergues improvisados donde enfrentan condiciones mucho más vulnerables que en sus antiguos hogares.

La situación actual, de la que se benefician un pequeño grupo de privilegiados que vive fuera de Haití, está poniendo en peligro  la salud, la seguridad alimentaria y económica de las personas, las expone a la violencia de género y ejerce presión sobre las infraestructuras locales y la cohesión social en las comunidades de acogida. Además, muchas familias no pueden cubrir sus necesidades básicas y los refugios inadecuados y las condiciones de hacinamiento exacerban aún más las tensiones, contribuyendo a la violencia y aumentando el riesgo de agresiones sexuales.

Naciones Unidas ha denunciado que la capacidad de las familias de acogida para apoyar a la población desplazada se ha agotado dado lo prolongado de la crisis, ocasionando nuevos desplazamientos y mayor precariedad. La ONU ha enfatizado que si bien la ayuda inmediata es fundamental para salvar vidas, también es muy urgente abordar las causas originales del desplazamiento, algo que sólo se podrá realizar con la fuerza internacional, con la aplicación de la «Vía Abinader», por más que los intereses económicos pretendan que el caos siga en Haití, cueste lo que cueste.

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