Lo que otros autores tardan años, incluso décadas en conseguir, Álvaro Ortiz lo ha logrado en su tercera obra importante tras Cenizas y Murderabilia : tener un estilo absolutamente personal y reconocible. Rituales es una obra distinta a las anteriores y, a la vez, puro Álvaro Ortiz: ya no el extremadamente reconocible trazo de sus dibujos, pulcro, naïf y deliciosamente perverso cuando se pone violento o sexual; también ese sentido del humor extraño, aparentemente descuidado, que palpita bajo todas sus historias. O esa manera de describir a los personajes con cuatro pinceladas más que suficientes para entenderlos rápidamente. O esos cambios de registro que van del cuento para niños a la crónica negra desapasionada, de la historia de terror al slice of life de la novela gráfica indie, pero siempre, invariablemente, sin dejar de ser Álvaro Ortiz.

Rituales está dividido en pequeñas piezas independientes. Algunas de un par de páginas y otras de diez o doce. Sobre algunas se vuelve una y otra vez para hacerlas avanzar, aunque cada nuevo fragmento queda matizado por las otras historias que hemos conocido en los interludios. Ortiz viaja al pasado y a otros países para contar un misterio que, como tantos buenos misterios es imposible desvelar del todo, y que aquí gira en torno a unos misteriosos ídolos de barro de enorme falo y cómo su muda influencia va impactando en la historia humana. Desde un dibujante de una novela gráfica en el que es difícil no intuir rasgos biográficos del propio Ortiz, que viaja a Roma para documentarse sobre Caravaggio, hasta una ama de casa que hace shows eróticos por webcam y a quien le dan un folleto que explica el cósmico origen de nuestra especie. Todas las historias se mueven a una velocidad adictiva y los pequeños detalles que van desvelando sobre la trama global hacen que el lector no se agote, a la vez que va tragando, sin problemas, con las sutiles gotas de experimentación gráfica y de ritmo que Ortiz va formulando en su libro.

 

Rituales es una obra muy madura debido, precisamente, a cómo una ambición narrativa bastante compleja (no es fácil contar una historia dividida de este modo y con tantos meandros y cambios de tono y personajes) se desnuda para mostrarse sencilla y digerible. De apariencia clásica, es una novela gráfica absolutamente moderna, y confirma a Álvaro Ortiz como uno de nuestros autores más personales y con una obra más singular y, vaya, divertida y fácil de recomendar a lectores ajenos al mundo del cómic. Que no es algo fácil de encontrar en estos días. 

Rituales

Álvaro Ortiz

2015

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