Resulta curiosa la apuesta de 13tv por el programa «Detrás de la verdad». Una temática que daba miedo a la antigua dirección y que podía alejarse de la línea ideológica de la cadena.

Podemos hablar de éxito cuando ha sobrevivido casi dos años y ha conseguido shares del 2,8% recientemente. Pero lo que está «detrás de la verdad» es el mal rollo que genera Pérez Abellán, criminólogo y periodista que empezó siendo el gurú indiscutido e indiscutible al que, con el tiempo, algunos desean ahogar. Las tiranteces entre los analistas ante las bravatas del veterano experto convierten al programa en un reallity más.

El «caso Asunta» marcó el inicio de las primeras emisiones. En estos días, el tema abre el programa y cada día de juicio es analizado al por menor. En su estrategia por ser el macho dominante, Pérez Abellán ha llegado a decir que los periodistas que cubren el juicio por la muerte de Asunta no tienen ni idea y además, están mal pagados. Un hombre que al inicio del caso llegó a afirmar que Rosario Porto era el cerebro de todo. Definió a la abogada como un perfil claro de psicópata manipuladora y dominante. Defendió la tesis de que Basterra era una especie de corderito amaestrado que no tenía personalidad.

En los inicios, todos le secundaban. Los colaboradores iniciales (algunos han sobrevivido y otros no) se dejaban llevar por la voz dominante en una suerte de dinámica de grupo por la cual, nadie se atrevía a contradecir sus hipótesis.

Luego la tropa se le está sublevando y queda patente el mal rollo que existe entre ellos. El criminólogo reivindica que el programa es el más puro de su especie, que ningún otro espacio es capaz de informar con rigor. Pero desautoriza las exposiciones que los presentadores hacen de los temas o se enfada con algunas preguntas, mordiendo la mano que le da de comer. Suponemos que los tertulianos que le acompañan habrán pasado su examen. En otros programas en los que ha colaborado, acostumbraba a delimitar ante la dirección a los analistas con los que tenía que compartir mesa. Y a impedir el acceso a su archienemigo, el médico forense José Cabrera, contra el que imponía un cordón sanitario para evitar que colaborara en el mismo espacio. En la crónica de sucesos también han bandos. Y hace mucho tiempo que nadie se atreve a sentarlos juntos en la misma mesa.

«Detrás de la verdad» tiene a un equipo bregado en otras cadenas, que sabe utilizar los reclamos y cebos propios de la televisión comercial y dar las dosis de sensacionalismo necesarias para que el experimento funcione, sin renunciar a la divulgación. Tiene buenos expertos pero sin dejar a un lado las dosis de tensión requeridas para que el interés no radique sólo en la materia que se aborda si no que haya un juego a un segundo nivel. Estar a favor o en contra. Es la manera de crear afición y fomentar las pasiones. Pérez Abellán ejerce de Mila Ximenez. Sin menoscabar su oficio, experiencia y conocimiento, su carácter convierte el programa en un pulso emocional en el que el espectador nunca sabe si el siguiente suceso ocurrirá en el mismo plató ante el hartazgo de algunos colaboradores. Sabrán mucho de análisis gestual pero se les nota en cada poro lo que piensan unos de otros.

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