El ser humano, ese experto en convertir chorradas como pianos en la obra de una vida. Y no solo eso, sino en conseguir que esa pasión, ese cariño y esa entrega por un objeto de atención aparentemente inane se convierta en una inspiración y un ejemplo.

No se me ocurre otra manera de definir la pasión que desborda Golden Ninja Operation, el libro que, subtitulado Los secretos de la IFD y la Filmark acaba de publicar Applehead Team, una minúscula editorial que ya ha editado libros de cine sobre temas que hasta ahora permanecían inéditos en el panorama ensayístico en nuestro idioma, como las producciones de la mítica Cannon Films.

Pero, ¿qué demonios son IFD y Filmark? Golden Ninja Operation lo explica con todo detalle: un par de productoras de cine de serie B y explotación de Hong Kong que consiguieron destilar la esencia del cine popular de los 80. Es decir, ninjas, kickboxing y jetas de cemento en el apartado de la distribución videográfica, en aquellos tiempos en los que aún no todo el mundo sentía la necesidad de opinar con la fuerza de los vientos sobre cualquier película rodada por el ser humano. IFD y Filmark eran productoras rivales pero no enfrentadas, con algunos nombres comunes en sus equipos técnicos, y que hicieron fortuna poniendo en pie películas con un sistema que les permitía lanzar y distribuir decenas al año: compraban los derechos de algún drama bélico, una chusta de artes marciales o un thriller de cuarta categoría coreano o tailandés, escogían las partes que les interesaban y completaban la macedonia con lo que ellos mismos rodaban con actores occidentales para dar al batiburrillo un aire internacional, a menudo con tramas disparatadas.

Y ninjas, claro. Ninjas de rojo, azul y amarillo con bandas en la cabeza en las que se lee “Ninja”

Y ninjas, claro. Ninjas de rojo, azul y amarillo con bandas en la cabeza en las que se lee “Ninja”. Maravillas de la explotación y la desvergüenza como Ninja The Protector, Ninja Terminator, Proyecto: Ninjas del infierno, Robovamp, Cobra Against Ninja o la saga maestra de la IFD Golden Ninja Warrior, en cuyas películas dicha estatuílla daba poderes insondables a su poseedor. Todas esas películas fueron estrenadas en nuestro país en vídeo, en plena fiebre ninja, y tanto IFD como Filmark hicieron cientos más, de ninjas y del tema que se terciara, casi siempre bajo el sistema de recorta y pega que les permitía abaratar costes y vender sus producciones en términos mucho más económicos que sus rivales.

Una época fascinante desde el punto de vista empresarial (un poco al estilo de las leyes que permitieron en Turquía una situación como la que veíamos en Remake Remix Rip-off) y sin duda insólita desde el artístico. Jesús M. Pérez Molina la conoce a fondo y plantea un asfixiante trabajo de documentación para un libro que, aunque consciente de sus debilidades (no hay apenas documentación oficial sobre las productoras, lo que ha llevado a una labor artesanal por parte de autor y editores para presentar filmografías casi completas de los objetos de estudio), es literalmente única en el mundo. Títulos alternativos, fechas de rodaje, especificación de qué películas originales constituyen los refritos finales… todo para hablar de un cine denostado y de auténtico desecho, surreales monumentos de basura pop donde los efecto especiales lamentables, los recursos de guion arbitrarios y las interpretaciones autistas están a la orden del día, dando pie a películas a veces indescifrables, tal es el monumental follón que se forma con la mezcla de dos o tres metrajes de orígenes y sentido muy distintos.

Y sin embargo, son películas irresistibles para los gourmets de los, a veces intrincados, lenguajes del bajo presupuesto. Diálogos que son casi haikus, negación de la verosimilitud casi por sistema, transformación de los ninjas en seres abstractos e incomprensibles… de hecho, es en lo único en lo que falla Golden Ninja Operation: los ingentes conocimientos de Jesús M. Pérez Molina le impiden, de algún modo, justificar su pasión por esas películas, y en más de una ocasión se le adivina pidiendo disculpas por haber convertido en pasión de una vida lo que quizás no debería haber pasado de capricho veraniego.

Solo Pedro José Tena, coautor de algunos textos adicionales sobre películas comentadas en el libro, intenta tímidamente encontrar explicación a este aparente sinsentido: ¿de dónde sale la devoción de los fanáticos de la cultura de derribo por el cine de ninjas? ¿Eran conscientes IFD y Filmark de estar facturando unos productos tan rabiosamente radicales en su búsqueda de la destilación de la comercialidad perfecta? Son preguntas que quedan sin respuesta, pero en todo caso, Golden Ninja Operation supone un hito en la bibliografía cinematográfica de nuestro país. Ahora solo tenemos que entender por qué.

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