Escribo esta columna muy a disgusto, y no solo por los cuarenta grados que hace ahora mismo en mi despacho, sino porque me siento obligado.

Ya incluí a un exfutbolista, ahora Elegido para conducir al pueblo catalán hacia su destino, en la columna de la semana pasada. No es justo para la clase futbolística aparecer en El Número Infinito dos semanas seguidas, ni es deportivo por mi parte. Al fin y al cabo me pagan por buscar necios, y hacerlo entre nuestros balompedistas es pescar peces en un barril. 

Pero a veces la necedad no te manda una invitación, sino que directamente derriba la puerta a cabezazos. Es el caso de nuestro protagonista, el joven deportista y reconocido ideólogo Nuno Silva, jugador del Jaén que apareció el día de su presentación con una camiseta de Don Francisco Franco Bahamonde, Caudillo de España por la gracia de Dios, que decían las monedas de 50 pesetas con las que mi madre me mandaba a comprar el pan. Eso sí que eran monedas, con su águila despegando hacia el cielo infinito en el reverso, y no las mariconadas de ahora, con Cervantes. ¿Quién es ese Cervantes y qué hizo por España? ¿Cuántos moros mató, sin contar Lepanto? Pues eso.

¿Nuno Silva salió a dar la rueda de Prensa con su camiseta de Franco sin que nadie, ni su agente, ni su novia, ni los directivos del club ni los responsables de comunicación le advirtiesen de lo que llevaba puesto y de la que se iba a armar? Es poco creíble. En sus explicaciones posteriores, Silva indicó que desconocía el  grueso de la historia de España -que, no piensen mal, no es César Vidal, sino el corpus historiográfico español en su conjunto-, y que no pretendía ofender a nadie. Pero usted y yo, amable lector sabemita, sabemos la verdad. Sabemos que Nuno Silva conoce el valor de los símbolos, de su fuerza y de la energía que estos conceden. ¿Acaso se ofenden los tuiteros si nos presentamos en un acto público con una camiseta de Darth Vader, conocido genocida de Alderaan? ¿Se llevan las manos a la cabeza las farisaicas izquierdas bienpensantes si aparecemos en un acto con Galactus estampado en la ropa, siendo Galactus el devorador de civilizaciones enteras? ¿Parpadea alguien si salimos a la calle con una camiseta de Lobezno, el mejor asesino del mundo, que se cepilló en una tarde a 52.000 personas?

No, no y mil veces no.

Vendrán ahora los buenorrealmentadores a decirme: “Bueno, realmente nadie se ofende con esos que has nombrado porque son personajes de ficción”. Craso error, amigos buenorrealmentadores. Franco no está en activo, por tanto es historia, aunque ya nadie se acuerde de ella porque hay que hacer mucho esfuerzo para esas cosas. Historia igual a pasado, pasado que ya no importa, ergo es igual a la ficción. El silogismo es sencillo e incontestable. 

Insto a nuestros diseñadores gráficos, a nuestras tiendas de ropa, a nuestros modistos que incluyan la imagen del Generalísimo en toda prenda de vestir, llavero o merchandaisin que se precie. Llevamos muchos años de desventaja con respecto a las camisetas de Ernesto Guevara, que además de fusilar gente con alegría era un conocido homófobo, pero aún podemos alcanzarles si nos ponemos con ahínco a la tarea que Nuno Silva nos ha alumbrado con su feliz atrevimiento.

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