En los últimos 200 años la población mundial se ha multiplicado por 7 y las previsiones indican que seguirá creciendo de forma exponencial. Si bien hubo que esperar hasta principios del siglo XIX para llegar al primer billón de personas conviviendo en el planeta tierra, actualmente -según datos recientes de Naciones Unidas- nuestro planeta está ocupado por 7.376 millones de personas. Sin embargo, y aunque pueda resultar paradójico, nunca en la historia de la humanidad el mundo había sido tan pequeño como lo demuestra la obsolescencia de la teoría de los 6 grados de separación.

En 1929, el escritor húngaro Frigyes Karinthy escribió un relato corto llamado “Chains” que intentaba explicar la siguiente idea: “partiendo de un pequeño número de contactos se puede ir construyendo una cadena de crecimiento exponencial que puede llegar a conectar a la humanidad entera”.

Sobre la base de este cuento, el psicólogo estadounidense Stanley Milgram decidió hacer un experimento llamado “El problema del pequeño mundopara saber si realmente la tesis de Karinthy tenía algún tipo de fundamento. Así es como en 1.967 Milgram seleccionó a varias personas al azar y les pidió que enviasen una carta a una persona desconocida para ellos que se encontraba a miles de kilómetros de distancia, en el estado de Massachusetts.

Para que la carta pudiese llegar a su destinatario final, los remitentes sólo conocían el nombre y la profesión de su objetivo, así como la localización aproximada. La principal condición a cumplir -para no corromper el experimento- era que tenía que haber uno o varios intermediarios antes de que la postal llegase a la persona correcta. De este modo, se establecía una «cadena de favores» en la que cada uno de los remitentes tenía que seleccionar a una persona de su confianza que pudiese tener posibilidades de hacer llegar la carta al objetivo o, en su defecto, a otro intermediario que sí pudiera tener acceso al último eslabón.

La prueba arrojó unos resultados asombrosos ya que, en contra de lo que se creía en un comienzo, no se necesitaron centenares o decenas de intermediarios para hacer entrega de los avisos, sino que el promedio de personas involucradas -en aquellos casos exitosos- se estableció entre las 5 y las 7 personas, lo que dio origen a la frase de los 6 grados de separación.

Años más tarde, en 1990, el poeta John Guare popularizó el término “6 grados de separación”, debido a que tituló de ese modo una de sus principales obras y permitió que se comenzase a extender entre la cultura popular la tésis que promulgaba que todos estábamos conectados por unos pocos eslabones.

Ya a principios del siglo XXI el sociólogo y reputado científico Duncan J. Watts publicó su libro “Six degrees: The science of a connected age” (2.003), en el que trataba de explicar la teoría de redes según la cual todos estamos conectados de alguna manera y cómo la influencia de Internet, las redes sociales y las nuevas tecnologías podrían acortar los grados de separación en un futuro cercano.

La cuestión es que, en pleno 2016, podemos decir que ese futuro ya ha llegado y las redes sociales han acelerado enormemente el proceso de conexión global hasta el punto de que la teoría de los seis grados de separación ha quedado completamente obsoleta y los grados necesarios se han reducido a menos de cuatro en determinados contextos.

En 2011 las universidades de Cornell y Milán realizaron un estudio conjunto analizando el número medio de intermediarios necesarios para conectar a cada uno de los 721 millones de usuarios que Facebook tenía por aquel entonces (y que representaban algo más del 10% de la población mundial) y lo denominaron “Anatomy of Facebook”. Gracias a este estudio se dieron cuenta de que, una vez excluidas las celebrities y famosos, la cadena se había reducido a sólo 3,75 eslabones.

Tan sólo cinco años después, el pasado 4 de febrero, Facebook cumplió su duodécimo aniversario y para celebrarlo lanzó el “Día de los amigos” bajo el hashtag #FriendsDay. Ese mismo día publicó un estudio muy interesante (podéis leerlo aquí) que reducía todavía más el número de eslabones necesarios y los situaba en los 3’57 de media para conectar los más de 1.590 millones de usuarios activos que posee en la actualidad (cerca del 22% de la población mundial, una muestra que comienza a ser bastante representativa).

A nivel estadístico, la moda de esa muestra es de 3’4 personas y la media de eslabones necesarios oscila entre los 2’8 de mínima y los 4’7 de máxima. Como curiosidad, en ese mismo enlace podéis comprobar cuáles son vuestros grados de separación. En mi caso estoy unido a cualquier usuario de Facebook por una media de 3’07 usuarios mientras que Mark Zuckerberg necesita 3’17 eslabones de media según indica el propio informe.

No obstante, es importante decir al respecto de este experimento que, por ejemplo, en Asia conviven 4’5 billones de personas, cuando en Facebook «sólo» 253 millones de sus usuarios provienen de este continente. Esto quiere decir que sólo tiene un perfil activo en Facebook el 5% de la población asiática pero, sin embargo, en Europa asciende al 33% (uno de cada 3 europeos tiene Facebook) y si sumamos los perfiles de EEUU y Canadá obtenemos que el 44% de su población conjunta utiliza Facebook diariamente. Por tanto, dependiendo de cuál sea nuestro origen o lugar de residencia y el índice de penetración de Facebook en nuestro país o continente, podemos decir que estas variables afectarán bastante al resultado de nuestros grados de separación.

Aún así, no solamente Facebook juega con la teoría del pequeño mundo y los grados necesarios. Otras redes sociales o profesionales como Linkedin juegan esta baza con gran acierto, ya que una de sus principales señas de identidad es la utilización de los 3 primeros grados de conexión para realizar una estimación al respecto de con cuántas personas estamos unidos, permitiéndonos la opción de contactar de forma directa o mediante la «ayuda» de un intermediario con cualquier usuario que se encuentre en una cadena de tres eslabones como tope. En mi caso, mis 2.648 contactos de primer grado me unen a 1.412.527 personas distintas en un segundo grado, lo que habla a las claras de la potencialidad de dicha herramienta.

Como conclusión podemos argumentar que la teoría de los 6 grados de separación es relativa y que su cumplimiento o incumplimiento dependerá de la carrera entre el crecimiento de la población mundial y el acceso a las nuevas tecnologías y formas de comunicación entre los países menos desarrollados, así como de la huella digital que haya dejado cada individuo. No tiene el mismo grado de dificultad conectar con un gurú de las nuevas tecnologías, un actor de Hollywood o una famosa cantante, que hacerlo con un pastor de una comunidad del África subsahariana.

Lo que sí podemos decir es que la disrupción provocada por las nuevas formas de comunicación nos ha permitido convertir en un pañuelo un mundo que crece a velocidad de vértigo.

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