Se podría pensar que los individuos son más felices cuanta más renta tienen, sin embargo, Easterlin, en 1974, refutó esta idea tras analizar los datos de 19 países.  Un nuevo estudio de 2013, para una muestra de 37 países y un periodo de tiempo de más de 10 años, le volvió a llevar a la conclusión de que, aunque el nivel de renta de los países aumente, su población no será más feliz. A esto se le conoció como la “Paradoja de Easterlin”. La felicidad es un concepto complejo, que no se explica por la mera posesión de bienes materiales, sino que depende de factores económicos, políticos, sociales, psicológicos, etc. No podemos olvidar los nuevos retos que van surgiendo, derivados de los problemas específicos del siglo XXI, como son el cambio climático, las pandemias o la actual guerra de Rusia contra Ucrania.

Amartya Sen, Premio Nobel de Economía, afirmaba que el acontecimiento más importante que se había producido en el siglo XX había sido la implantación de una democracia que “va más allá de las urnas”, donde los ciudadanos aprenden unos de otros por medio de la comunicación, el diálogo y la discusión. Bruno Frey, en esta línea, llegó a la conclusión de que los habitantes de un país son tanto más felices cuanto más desarrollada se encuentre su democracia directa.

La evolución del electorado, con el acercamiento al poder de partidos populistas y de extrema derecha en muchos países, hace temer que la democracia esté degradándose y que haya cierto desapego en sectores de la población, sobre todo el sector más joven, que no ha conocido otro tipo de sistema político y no se siente implicado en la defensa de una democracia a la que juzgan muy duramente, por no haber experimentado qué es vivir sin ella.  

Para que una sociedad democrática sea más feliz, el ejercicio de la soberanía no se puede limitar al sufragio, también hay que garantizar los derechos básicos y facilitar la participación en la vida pública. Los procesos electorales deben ser libres, con garantías para el pluralismo político y la alternancia; el gobierno debe tener la autonomía para tomar las decisiones y la oposición debe participar en el proceso legislativo, buscando el consenso siempre que sea posible. El Parlamento, la prensa y la sociedad civil deben ejercer el control y plantear iniciativas. Es muy importante que la aplicación de la legislación impida la corrupción, fomente la transparencia y, sobre todo, que ampare los derechos y libertades civiles e individuales de la ciudadanía (libertad de expresión, de prensa, de religión, de asociación, de comercio…). Las autoridades deben buscar acuerdos basados en la mayoría, pero deben respetar los derechos de las minorías, y deben gobernar para el conjunto de la sociedad, fomentando la justicia y la igualdad ante la Ley. En una sociedad así, los ciudadanos serán más felices y este es el reto de los gobernantes de los países occidentales: proveer a los ciudadanos de las instituciones políticas y organizativas que velen por el ejercicio de todos esos derechos y libertades, y les permitan vivir en armonía y libertad y, por tanto, más felices.

DEJA UNA RESPUESTA

Por favor ingrese su comentario!
Por favor ingrese su nombre aquí

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.