Los cuentos de hadas han sido analizados por folcloristas de todo el mundo desde principios del siglo XX.

Aarne o Propp diseccionaron las mecánicas y los mensajes ocultos de las narraciones infantiles popularizadas por autores como los Hermanos Grimm o Perrault, pero procedentes en su origen de la siempre fértil e indomesticable imaginación popular. Quizás fue La princesa prometida, primero libro de William Goldman, luego película de Rob Reiner, la que puso al alcance del gran público el sobreanálisis (cargado de ironía) de estos cuentos de tradición oral.

En los últimos años hemos vivido una nueva fiebre por la reformulación de los cuentos de hadas, en parte por puro posmodernismo gamberro (lo que ha dado frutos tan divertidos como Hansel y Gretel: Cazadores de brujas), en parte por cuestiones comerciales (como toda la revitalización de iconos popularizados por Disney, en películas como Maléfica o la interesante Blancanieves y la leyenda del cazador). Ninguna de estas producciones, sin embargo, ha sido tan ambiciosa y preciosista como El cuento de los cuentos, una inesperada reformulación para adultos de los cuentos de hadas, obra de un irreconocible Matteo Garrone (Gomorra), muy elogiada en último Cannes y que ahora llega a las pantallas norteamericanas y a plataformas de VOD españolas como Filmin.

Garrone se inspira en cuentos específicos (y desconocidísimos), pero sobre todo en la atmósfera imposible y perturbadoramente amenazadora de los cuentos de hadas: hechizos, príncipes, reyes, maldiciones, brujas, erotismo soterrado, pobreza, muerte y desdicha por doquier…

Garrone parte del Pentamerón, una colección de cuentos de hadas de Giambattista Basile del siglo XVII, y su maniobra carece de distanciamiento irónico, embarcándose en una embriagadora literalidad (aquí “y la reina se comió el corazón de la bestia” no es una metáfora de nada) que subraya la brutalidad pesadillesca de los cuentos originales. Por eso, cuando un troll secuestra a una princesa no lo hace para encerrarla en una torre de marfil, sino para someterla de las formas más atroces, y cuando un rey corteja a una sierva no es para declararle su amor inmortal, sino por intereses más pedrestres. Todo ello con una exquisitez visual que refuerza la irrealidad de lo que cuenta y que no renuncia a maravillosos efectos especiales prácticos, con montañas de látex y maquillaje que dan un aire artesanal único a la película.

Lo más curioso del experimento es que Garrone (que afirma que esta película no se distancia demasiado del resto de su filmografía, ya que hasta sus películas más realistas están planteadas como cuentos de hadas) vertebra un film que, como le pasaba a La princesa prometida, es tanto un comentario sobre los cuentos de hadas como un cuento de hadas por derecho propio. Algo que solo está al alcance de quienes discurren sobre la cultura pop con conocimiento de causa, ánimo constructivo y cosas que contar novedosas y, a la vez, centenarias.

ficha

El cuento de los cuentos
Matteo Garrone
2015

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