Lourdes Hernández, experta en incendios forestales de WWF, recuerda que en incendios de estas características las labores de extinción son extremadamente complicadas, ya que afectan a zonas donde se intercalan poblaciones y casas aisladas con el propio monte. De hecho, estos trabajos deben ser considerados la última opción ya que los bomberos forestales no siempre pueden poner a salvo todas las casas.
De ahí que sea tan importante que todos los habitantes de estas áreas de interfaz sean consicientes del enorme riesgo al que están expuestos y de que su propia seguridad también depende de ellos. Por eso, deben desarrollar planes preventivos y de autoprotección, conforme está contemplado en la ley. Todo ello, sin dejar de lado la enorme responsabilidad de las administraciones públicas para promover una estrategia preventiva para evitar los incendios forestales.
La crisis climática, el aumento de sequías persistentes, el abandono rural, la escasez de aprovechamientos forestales y la ausencia de políticas serias que gestionen el territorio han transformado el paisaje en un gran polvorín.
Estos incendios inapagables se han convertido en auténticas emergencias sociales, tal y como está ocurriendo en estos momentos en el incendio de La Palma. En 2022, el 80 % de los superincendios tuvieron dramáticas consecuencias de protección civil, entre las que se contaron cuatro fallecidos, 90 heridos y más de 30 000 personas evacuadas de forma preventiva.
El reciente informe anual sobre incendios forestales de WWF pone de relieve que la peligrosidad de los incendios no ha parado de crecer en los últimos años. Frente a ello, la organización considera que «la única alternativa viable es invertir en el medio rural para recuperar un paisaje vivo, diverso, resistente y resiliente».