¿Tiene sentido innovar en un género caracterizado por su inmovilismo, hasta tal punto que éste se considere una de sus señas de identidad? La idea tras el involucionismo del punk y, especialmente del áspero y politizado hardcore norteamericano de principios de los ochenta es que no nos distraigamos de la esencia radical y militante del género. Los adornos y virtuosismos musicales, el caramelo pop que ayuda a limar las espinas, los estribillos que hacen reconocible y memorizable una canción, las duraciones de más de minuto y medio que permiten que el oído se acostumbre a las soflamas de las bandas… todo ello supone un aburguesamiento de la esencia radical del punk y sus intenciones primigenias.

 

Como cualquier presupuesto intransigente, se trata de un posicionamiento muy discutible desde diversos puntos de vista. La cuestión es: ¿implica el husmear en campos que vayan algo más allá del raca-raca primigenio una pérdida de intensidad? Casos tan notables (y poco discutidos a estas alturas) como los de The Clash o Bad Brains pueden ser ejemplos de hace varias décadas de que no es así ni remotamente, pero no hace falta irse tan lejos: el primer disco de Downtown Boys, Full Communism, es una prueba perfecta y reciente de que se puede intentar salir del compartimento estanco del punk duro y rápido de toda la vida sin perder ni un ápice de militancia ni intensidad.

Downtown Boys lo plantean fácilmente añadiendo un par de saxos a un combo de hardcore tradicional (contenido reivindicativo, altas velocidades, sonido urgente, guitarras como sierras mecánicas, letras gritadas con furia y voz quebrada), lo que añade un curiosísimo matiz melódico a canciones que, sin embargo, destacan ante todo por su fuerza y contundencia. La banda de Providence canta sobre la lucha racial en una época en la que la situación está más delicada que nunca en Estados Unidos (como en el espléndido video de Wave of History, perfecto contrapunto informativo de la rabiosa letra de la canción), sobre homofobia, discriminaciones de todo tipo, desigualdades sociales, la apestosa bro culture… siempre con una energía potenciada por vientos que dan una nueva dimensión a temas como Monstro.

Quizás la mejor forma de aproximarse a Downtown Boys sea a través de las dos versiones que cierran Full Communism. La primera de ellas es Poder elegir, versión del extraordinario combo chileno Los Prisioneros, y que reafirma la militante intención bilingüe del grupo. La segunda es la soberbia apropiación de un tema mucho más popular, Dancing in the Dark de Bruce Springteen: el tema de Springteen, que a menudo ha sido interpretado como una canción sobre la búsqueda del amor, en realidad habla de la dificultad de componer un tema de éxito (!!). Downtown Boys consiguen respetar el jovial componente bailable del original gracias a sus saxos, pero con los gritos de la vocalista Victoria Ruiz, versos como los del estribillo “You can’t start a fire without a spark / This gun’s for hire / Even if we’re just dancing in the dark” (No puedes empezar un fuego sin una chispa / Este revólver está a sueldo / Aunque estemos bailando en la oscuridad) adquiere un significativo nuevo sentido. Sí, a estas alturas. Toda una proeza. 

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