El pasado 11 de octubre se cumplieron 40 años de la emisión del primer programa del Saturday Night Live , una cifra extensa para el más longevo programa de sketches de la televisión. Una institución que logra seguir siendo relevante con iniciativas como la de lograr que el próximo día 7 de noviembre lo presente Donald Trump. Una institución que bien se merece nuestro repaso.

Cuando uno oye hablar sobre el Saturday Night Live, el famoso SNL, el primer nombre propio que suele mencionarse no es el de cualquiera de sus múltiples y talentosos miembros, sino el de su creador y productor. Lorne Michaels es, a día de hoy, uno de los productores más importantes de la televisión americana, sobre todo gracias a su dominio en la NBC, para la que produce los dos lates que dirigen sendos exalumnos del programa de sketches, Jimmy Fallon y Seth Meyers. También fue una mano más o menos oculta sobre series exitosas como 30 Rock o las más recientes Portlandia y Man Seeking Woman. Y eso sin hablar de sus conexiones cinematográficas. Sin embargo, ni es el único productor que ha tenido ni la única persona relacionada. De hecho, para empezar a hablar del SNL habría que hacerlo primero de otro genio de los lates: Johnny Carson.

Un año antes, en 1974, Johnny Carson estaba harto. La NBC se dedicaba a repetir los mejores momentos de su programa los sábados, sin pagarle por ellos y sin notar que eso podía llegar a devaluar, por machacona, su marca. Si la NBC quería rellenar el sábado, tradicionalmente el día de la semana de menor consumo televisivo, que lo hiciera con un programa original, decía Carson. Así que la NBC decidió hacer caso a su estrella. Al fin y al cabo era él el que estaba lanzando a tantos jóvenes cómicos y el rey indiscutible de las noches. Convenía tenerle contento. El elegido fue un joven fichaje, Dick Ebersol, que venía de la sección de deportes de la ABC y que parecía encaminado a seguir en ella en la NBC. Por él seguiría en los deportes, pero antes necesitaba buscar a alguien que creara un programa para ese hueco, algo que -a ser posible- continuara el tono humorístico de Carson. Y ahí fue cuando decidió escuchar la propuesta que traía un joven guionista. Ahora sí, Lorne Michaels.

Michaels había estado trabajando para la cadena en Rowan & Martin’s Laugh-In, el programa humorístico que la NBC había lanzado para contraatacar a The Smothers Brothers Comedy Hour, un programa más juvenil y contestatario que había acabado siendo censurado y cancelado por la CBS. Lorne quería lograr una mezcla de ambos. La locura -y el éxito- del primero junto a la vocación transgresora del segundo. Al fin y al cabo había todo un boom del humorismo gracias al éxito de los jóvenes que actuaban en la Comedy Store, aparecían en el programa de Carson y protagonizaban luego jugosos contratos para series y películas de éxito. Él mismo había trabajado con Lily Tomlin primero en el Laugh-In y después en sus especiales, conociendo de paso a algunas de esas estrellas en ascenso, como el gran e imprevisible Richard Pryor. Si a la cadena le había ido bien con ellos, ¿por qué no arriesgarse con un programa que, en cualquier caso, emitiéndolo un sábado tampoco iba a ser tan arriesgado? 

Entre Michaels y Ebersol realizaron una primera aproximación buscando entre las dos principales formaciones cómicas del momento: los miembros del National Lampoon de Harvard, especialistas en escribir comedia de todo tipo y para todos los formatos, y los de la troupe de la Second City de Chicago, cómicos más físicos, más viscerales que sus intelectuales compañeros. Buscó no solo en las organizaciones madre, también en las delegaciones que tenían en Canadá. Al fin y al cabo Michaels era canadiense. Y para verano de 1975 había logrado reunir a un nutrido grupo de cómicos tanto para actuar como para escribir. Michael O’Donoghue sería el jefe de guionistas acompañado de gente como Chevy Chase, Al Franken o Tom Davis, de Chicago llegarían Gilda Radner y John Belushi, de Canadá Dan Aykroyd, y poco a poco se iría reuniendo un reparto que incluiría también a Jane Curtin o Garrett Morris. Además, Albert Brooks realizaría pequeños cortos, Jim Henson incluiría algunos de sus muñecos y contaría con apariciones de cómicos rupturistas como Andy Kaufman o Steve Martin. Pero ya antes del primer programa comenzaron los cambios, Brooks se fue de tiempo y los intentos de recortar un sketch posterior acabaron con la dimisión del humorista. La marcha de este joven cómico, Billy Crystal, dejaba un hueco que había que rellenar. Y al guionista Chevy Chase le faltó tiempo para convencer a Lorne de que le dejaran pasar al otro lado de la cámara. Más aún, que abriera el primer programa con una de sus míticas ‘caídas’. 

 

 

La primera temporada comenzaría con problemas. Brooks mandaba lo que le daba la gana por mucho que Lorne le repitiera que los tiempos estaban limitados, los guionistas odiaban a los muñecos de Henson, era difícil convencer a nadie de que fuera de invitado aunque precisamente esta era otra de las ideas de Michaels: el invitado sería el presentador y no un comparsa. George Carlin abrió el primer programa demostrando de nuevo el poder de los cómicos jóvenes, pero no sería hasta el cuarto programa con Candice Bergen de invitada que las cosas empezarían a asentarse. Incluso la idea de incluir un informativo satírico, el Weekend Update, empezaba a funcionar desde que Chase no solo lo presentaba sino que se había adueñado al dejar de usar un personaje y comenzar con «Soy Chevy Chase, ¡y ustedes no!». Entre sus caídas y esto acababa siendo la cara del programa para disgusto sobre todo de Belushi que todo lo bien que se llevaba con Aykroyd se llevaba mal con Chase. Pero el Weekend Update era un éxito, con la Emilly Litella de Gilda Radner como primer personaje de éxito, porque ya empezaba a llegarles el éxito sobre todo entre los espectadores más jóvenes. Y, finalmente, el espaldarazo gracias a que Michaels logró convencer a la cadena de que podía manejar un programa en directo con Richard Pryor. El resultado fue tan poderoso que se convirtieron en el programa del momento. Y no era para menos.

 

 

 

Pero al final de esa primera temporada llegaría también la primera sacudida. Gracias a su contrato original como guionista Chase solo tenía un año que cumplir así que había decidido seguir la llamada de Hollywood y largarse. Por suerte para ellos tenían un sustituto perfecto, alguien a quien habían considerado para la primera temporada pero que se había metido en otro nuevo -y ahora cancelado- programa permitiéndole unirse ahora: nada menos que Bill Murray. Que se sumaría a la ahora general animadversión de sus compañeros hacia Chase hasta el punto de protagonizar una pelea a puñetazos entre bambalinas cuando este volviera esta vez como presentador. El programa seguía a toda marcha: Roseanne Roseannadanna de Gilda Radner, el Samurai de Belushi, los Hermanos Checos de Aykroid y Martin -siempre agradecido como invitado- o los celebérrimos Blues Brothers iban a apreciendo y conquistando al público. Lorne Michaels iba conociendo e invitando famosos, desde los Beatles (bueno, solo algunos) a los Monty Python (de nuevo…) o Paul Simon. 

 

 

Lamentablemente la parte buena del éxito conllevaba también otra mala, la cadena insistía en que entre temporadas los actores hicieran tours sin descanso chocando contra las opiniones de Michaels mientras, a la vez, su popularidad hacía que les llegaran múltiples ofertas desde Hollywood para aparecer y protagonizar películas. El éxito de Belushi en Desmadre a la americana favoreció más aún ese clima ayudando a que Belushi y Aykroyd decidieran dejar el programa en 1979. Las discusiones entre Michaels y la NBC se hicieron cada vez mayores y al final de la quinta temporada también él -junto con el resto de los cómicos y guionistas que quedaban- lo abandonarían. No solo eso, el elegido por Lorne para ‘heredar’ el programa, Al Franken, sería vetado por el entonces presidente de la cadena, Fred Silverman, que había relanzado con enorme éxito la CBS y después la ABC pero que se estaba estrellando en la NBC. El motivo era sencillo: en mitad de las luchas con Lorne no se nombró inmediatamente a Franken sino que decidieron esperar a ver, a Franken no le gustó y decidió empezar a incluir chistes en el programa, cada vez más agresivos, sobre la cadena y su director. Finalmente Franken abandonaría el programa junto a los demás. En su lugar Silverman colocaría a Jean Doumanian, una de las encargadas de buscar nuevos talentos para la cadena que tenía poco más que ofrecer. Bueno, que era amiga de Woody Allen.

Con Jean Doumanian de jefa tocó buscar un nuevo reparto. Se trataba de un grupo de cómicos entre los que se encontraban Gilbert Gottfried o Joe Piscopo. Un grupo que no acababa de funciona, quizá por falta de rodaje, quizá porque Doumanian no hacía mucho caso a las opiniones de gente como su responsable de talentos que intentaba convencerla de que pusieran a un joven de color que anda por las oficinas y que no era el token de color que ella había decidido. En realidad la caída de audiencia era general en la era Silverman pero nada parecía poder salvarlo. Hasta que apareció un miembro de la ejecutiva de la cadena decidido a todo: Brandon Tartikoff era aún un joven ejecutivo pero ya tenía cosas claras como que el SNL ejemplificaba lo mejor de la cadena y que había que mantenerlo. Y si no podía ser con Lorne Michaels… habría que recurrir al otro artífice de su creación. Por suerte Dick Ebersol, gloriosamente despedido por Silverman en cuanto llegó al poder y encantando de nuevo de encargarse de la producción de deportes, que -quizá por lo simbólico, quizá por su cariño al programa- decidió aceptar. 

Lo primero que hizo fue cambiar el estilo de trabajo. Él era sobre todo un ejecutivo ordenado y el estilo anárquico que Michaels había estado cultivando no le pegaba. Él prefería una sala de guionistas más tranquila. Y que se hiciera las paces con el público anterior, así que tras echar la culpa de los problemas a la gran huelga de guionistas que estaban viviendo ofreció un programa sin presentador fijo pero con múltiples invitados. Después trajo -a golpe de talonario- de vuelta a Franken y Davis a que salieran ante las cámaras a escenificar la reconciliación. Y barrió todo lo que oliera a Doumanian, excepto Piscopo, que conservaría su puesto. Además, vio que ese jovencito que hacía reír a todos entre bambalinas merecía una oportunidad. Tanto sería que durante los primeros años, entre 1981 y 1984, este joven cómico negro llamado Eddie Murphy parecería comerse el programa. 

 

 

Daba igual que por él pasaran como cómicos Julia Louis-Dreyfus o a Jim Belushi, no importaba haber traido a Larry David a los guiones. Cuando se convirtió en la siguiente estrella de la comedia -rescatando el programa por en medio. y decidió largarse también Ebersol optó por su decisión favorita: Sacar el talonario. Con un paseo de dinero se traería a Billy Crystal, esta vez sí, y a Martin Short, Chris Guest y al miembro del último cast de cuando Lorne Michaels aún llevaba la batuta: Harry Shearer. Fue un nuevo éxito. Uno final, pues Silverman fue definitivamente sustituido por Tartikoff y Ebersol vio la oportunidad de volver a lo que le gustaba, a los deportes. Mientras tanto, entre él y Tartikoff convencieron a Lorne Michaels para que regresara. 

El regreso de Michaels fue todo un choque. No reconocía el ambiente burocrático que Ebersol había dado a la sala de guionistas. Y traía, además, una idea rompedora. En lugar de cómicos iba a contratar actores: Randy Quaid al frente, secundado por Robert Downey Jr. —sobrino del guionista Jim Downey— , Joan Cusack y el joven actor Anthony Michael Hall. También algunos cómicos, sí, gente como Danitra Vance, Nora Dunn, Terry Sweeney, Damon Wayans o Jon Lovitz. Por si acaso. Y menos mal porque fue un espanto. De nuevo se desplomó la audiencia y, de nuevo, Tartikoff salió al rescate convenciendo a Michaels de que les dejara marchar y se centrara en los cómicos de toda la vida. 

 

 

Lorne se trajo a Phil Hartman y, sobre todo, Dana Carvey que se convertiría en la gran revelación articulando a una enorme cantidad de personajes diferentes como la Church Lady. Además, regresaron a la comedia política con la brillante interpretación de Bush -padre, en aquel entonces-, permitiendo estabilizar el programa. Lo suficiente como para que siguieran entrando refuerzos igual de brillantes: Ben Stiller o, sobre todo, Mike Myers. Lamentablemente la necesidad de Michaels de que funcionara el programa le hizo querer incluir a Carvey en todo, incluso en los sketches del recién llegado que tuvo que aguantar que en su El mundo de Wayne le colaran a Carvey haciendo de Garth. Este fue el primero de muchos desencuentros entre ambos cómicos por el poder en el programa, con el multitarea Phil Hartman -al que en España conocemos sobre todo por su trabajo como doblador en Los Simpsons de personajes como Lionel Hutz o Troy McLure- divertido en medio. 

 

 

El éxito del programa animó a Michaels a incluir a más cómicos: Chris Rock, Adam Sandler, Chris Farley, David Spade, Julia Sweeny, Rob Schneider y Tim Meadows. Un grupo variopinto que incrementó tanto el cast que tuvieron que aprovechar a tope la idea de separar por un lado los cómicos de plantilla (Repertory) y por otro los que estaban a prueba (Featured). Tras unos comienzos dubitativos pronto Farley canalizó el Belushi interior y Sandler comenzó a hacer su personaje de simplón. Rock, sin embargo, se sentía poco aprovechado. Cuando Wayans se largó del SNL de un portazo había ido a la FOX a proponerles su propio programa de skteches, In living color, con el que estaba consiguiendo un gran éxito de crítica y audiencia juvenil. Él se sentía atrapado en la versión anticuada de ese mismo programa. Y, para colmo de males y bienes, el estreno en 1992 se convirtió en la película de personajes del SNL más exitosa de la historia. Durante esa temporada Carvey -que ya se quería ir- y Myers podían ser más famosos que algunos de los presentadores. De nuevo la situación regresaba a la vivida con Eddie Murphy o con el reparto original. Y como no podía fallar en un programa que volvía a estar arriba del todo lo volvieron a utilizar para la polémica, con Sinead O’Connor aprovechando el directo para romper una fotografía del Papa. 

 

 

El programa pasó a ser un campo de minas. Dentro y fuera, pues a las luchas de egos se unieron acusaciones de misoginia. Julia Sweeny había pasado de ser la cómica más importante del programa a quedarse casi sin tiempo de antena, y si Julia Louis-Dreyfus se había quejado ya cuando estuvo en la etapa Eberstol las experiencias de Sarah Silverman y Janeane Garofalo acabaron de hacer explotar la situación cuando esta última no solo se fue con un portazo, como hizo Wyans por el trato a las minorías, sino que -además- habló con la prensa. Michaels no supo reaccionar y empezó a acusar de cosas a la cómica en mitad de lo que acabaría convirtiéndose en un asunto bastante feo. Sobre todo ahora que Tartikoff había decidido dejar la dirección de la cadena y no podía aparecer de nuevo si las cosas se ponían mal. Que se pusieron, pero no por el lado de la audiencia. La elección como presentador del Weekend Update del abrasivo Norm Macdonald -que había conseguido el puesto en lugar de Al Franken propiciando otra bronca y espantada- acabó siendo demasiado para la cadena. Y eso que la culpa de la marcha de Franken fue del nuevo jefe, Don Ohlnmeyer, que decidió que era demasiado polémico.

No solo eso, también decidió que había que hacer limpieza echando a más de media docena de cómicos incluyendo a dos de los favoritos del público Chris Farley y Adam Sandler. O Chris Elliot, que había entrado nuevo ese mismo año. Una jugada que salió bien casi por casualidad. Porque entre los que decidieron incluir junto a Molly Shannon, y además de cómicos como Cheri Oteri o David Koechner, fueron el muy versátil Darrell Hammond y, sobre todo, el todoterreno conocido como Will Ferrell. La inclusión de otras cómicas como Mary Shannon intentaba mejorar la imagen con las mujeres mientras que MacDonald acabaría siendo echado por el propio Ohlnmeyer por sus constantes chistes sobre O.J. Simpson -del que era amigo-. Su marcha cambiaría la dinámica en uno de los grandes nuevos sketches del programa, el Celebrity Jeopardy.

 

 

Pero el cambio de MacDonald -que esa misma temporada abandonaría el programa tras su destitución del WU- por Hammond demostró lo que ya parecía claro: Ferrell podía ser una pareja perfecta con cualquier compañero, con Mary Shannon o Cheri Oteri (Los Spartan Cheerleaders), y especialmente con Chris Kattan en los tan recordados Roxbury Guys. Ferrell cargó sobre sus hombros el programa. Mientras las incorporaciones al programa ayudaban no solo a renovarse con cómicos como Jimmy Fallon o Chris Parnell sino también en los guiones con la que llegaría a ser jefa de guionistas Tina Fey. 

 

 

Una vez más estaban en la cima, sobre todo gracias al sketch de More Cowbell!

 

 

La directiva volví a confiar en ellos y dejaban que Michaels fuera renovando poco a poco el programa, incluyendo a unos, sustituyendo a otros, dando paso a esa generación magnífica de mujeres con Tina Fey, detrás y luego delante de las cámaras, con Ana Gasteyer y promocionando a Tina Fey, Rachel Dratch y Maya Rudolph al puesto de regulares, y la llegada de Amy Poeheler. 

Aunque entre medias sufrirían uno de los mayores impactos del programa. El 11S. Para uno de los programas más fácilmente identificables con Nueva York desde hacía décadas supuso un enorme mazazo. El primer capítulo emitido tras la tragedia contó con la aparición de Rudolph Giuliani en la apertura del programa y con mucho humor entre algodones. Pero la risa, incluyendo la brillante versión que Ferrell realizaba de Bush -hijo- era más necesaria que nunca. Igual que lo eran las ácidas reflexiones de una nueva encarnación ganadora del Weekend Update que iría pasando de unos a otros con absoluta brillantes: Tina Fey y Jimmy Fallon, Tina Fey y Amy Poehler, Amy Poehler y Seth Meyers y, finalmente, solo Meyers.

 

 

El último lustro de la primera década fue sobre todo de fortificación. Había de nuevo grandes cómicos como Bill Hader, Jason Sudeikis o Fred Armisen. La llegada de Krsiten Wiig o Nasim Pedrad garantizaba una pequeña continuación -menor, una lástima- entre las mujeres. Y, además, el programa regresaba e ingresaba en Lo Viral gracias a Andy Samberg y The Lonely Island que lograban con sus Digital Short lo que los cortos de Al Brooks y la FunHouse de Robert Smigel no acababan de conseguir. Quizá porque la reciente aparición de YouTube lo había puesto más fácil.

 

 

Algo que también agradeció el programa cuando en 2008 el candidato republicano John McCain escogió como candidata a la vicepresidencia a Sarah Palin, permitiendo un último regreso de Tina Fey y un memorable sketch doble con Amy Poehler interpretando a Hillary Clinton. Quizá el último ‘momento feliz’ del programa.

 

 

Porque el contrapunto de esa solidez sería que los cómicos que llegaban no acababan de encontrar su lugar y optaban por irse. La falta de renovación jugó una mala pasada a Lorne Michaels, que se encontró con una gran cantidad de cómicos que querían marcharse y pocos que estuvieran a mitad de su carrera en el programa de manera que cuando los grandes nombres de la anterior se empezaron a ir solo dos recién llegados, Taram Killan y Kate McKinnon, parecieron destinado a esa grandeza. Sobre todo con Lorne ocupado en muchos más programas, la NBC de Robert Greenblatt en bancarrota creativa y un nuevo jefe de guionistas, Colin Jost, que no parece capaz de crear un sketch con final. Más aún ante la enorme cantidad de nuevos programas de sketches haciéndolo mejor que este veteranísimo formato. Que, además, se encontró inmerso en acusaciones por la falta de minorías entre sus cómicos. Un programa que arrastraba desde sus inicios pero que en los últimos años, gracias a esos múltiples programas y a la facilidad con la que en internet se mostraban -y triunfaban- cómicos de todos estilos y colores, ponía de relevancia que no iban a preocuparse por encontrar otro tipo de cómicos. 

Así que celebró en febrero, ocho años antes de la fecha de primera edición, un especial 40 aniversario para celebrarse. Con Lorne en el centro. Con las otras etapas, incluida la Ebersol, minimizadas y una corta intervención de Eddie Murphy. Lorne sigue vivo, el programa también, pero ambos necesitan una renovación. Quizá sea cuestión de ir pensando en buscar otras voces que puedan llevarlo. Al fin y al cabo han sido cuatro décadas de presentar y preparar cómicos, de sacar a gente como Leslie Jones, una de las últimas incorporaciones que protagonizará la nueva Cazafantasmas junto a Wiig y McKinnon. De ayudar a descubrir cómicos y desarrollar carreras que no tienen por qué tener un final abrupto. No podemos olvidarnos de su glorioso pasado, pero convendría no dejar de esperar que sepan continuarlo con un brillante futuro. 

 

 

 

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