Las revistas nos condenan a una felicidad estereotipada. En todas aparecen las mismas fotos: Ellos y ellas en el mar, haciéndose carantoñas. Cuerpos esculturales al sol, en pleno ocio. Pero para conquistar ese momento de portada, hay detrás mucho sacrificio. La bella Irina Shayk acabó harta de tomar cafés con leche con su suegra en un bareto de los de serrín en el suelo de Pozuelo. Y es que aguantar a los «Peterpanes » del fútbol no está lleno de ventajas, precisamente.

Tengo testigos de cómo la modelo rusa, que ahora se entrega sonriente a los brazos del actor Bradley Cooper, se pegaba unas tardes de sopor en los bajos de un mall del extrarradio. Con leggins, camiseta dada de sí y una pinza en el pelo. Para llegar a eso, no es necesario ser supermodelo ni ligarse a un jugador galáctico. Ni estaba quemando las tarjetas en las exclusivas tiendas de Ortega y Gasset, ni descubriendo las maravillas de la capital con todos los honores, ni en Chicote con la «cuna de la intelectualidad». Con su suegra mirando cemento de pelotazo inmobiliario. Y es que salir con estos iconos del siglo XXI (los futbolistas y algunos deportistas de élite, en general), no es tan divertido como parece.

1- Son bastante aburridos. Aunque en manada parece que se entretienen, sólo entre los de su gremio tienen esa dinámica. En casa te espera un infantil que juega a la play, no suele leer y ve algo en los medios, sólo si es de fútbol. No se suelen relacionar con otros estamentos, nada de amistades interesantes. También tengo testigos de cómo Cristiano Ronaldo bosteza cuando organiza fiestas en su casa y termina en un sofá medio amodorrado.

2- Tienen buenos hábitos (o deberían). Nada de irte de cañitas a airearte. Descansan y están encerrados. Y si salen a desfasar, lo van a hacer sin ti. Todas las noches para cenar: pechuguita a la plancha. Planazo.

3- El calendario no te convierte en su dueña. Entre la liga y las competiciones internacionales, no tienes control sobre esa agenda. El fin de semana trabajan. Los planes en pareja quedan muy limitaditos. Y además, te lo roban para llevárselo a la concentración.

4- Estar a la altura a nivel estético es una tortura. Si la genética no te ha dado un material privilegiado, serás la única novia fea de futbolista. El encuentro por excelencia con las otras mujeres son las bodas. La caza del vestido adecuado y de la puesta en escena multiplica por cien la dificultad habitual en estos eventos, también el presupuesto. La rivalidad es peor que en una feria ganadera.

5- Tu identidad queda anulada. Si no eras famosa antes de emparejarte, eres como una sombra. Entonces cabe la posibilidad de que te ofrezcan algo como que diseñes (falsamente, claro) para sacar una línea de bolsos o de castañuelas. No siempre hay esa suerte pero esa especie de «chollos» donde prestas tu imagen (si hay quien la quiera alquilar) o tu nombre van vinculados a la moda. Si no estás en esa onda, te aburrirás bastante.

Hay mujeres que ven deseable la vida de mujer de futbolista. Y hay hombres que creen que debe ser el culmen de la felicidad. Qué reflexionen. Es como convivir con niños caprichosos a los que la vida les ha dado la razón y que no tienen capacidad para llevarte a un mundo nuevo. Sólo conocen los paraísos lejanos a los que se accede por dinero (pero no tienen tanto tiempo libre) y no los generados por la imaginación, la cultura o el buen gusto. Es como si hicieran una mili permanente, llena de ausencias y con la amenaza  de que media población te está haciendo vudú.

Un sin vivir, vamos. Al final la espectacular Irina Shayk retoza con el actor Bradley Cooper en las revistas de este verano. A su vida le hacía falta un poquito más de ilusión y fantasía. Ahora se ríe, le ha cambiado la cara. Aprendamos la moraleja.

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