• El Congreso rechaza a Sánchez por 89 votos de diferencia tras un debate muy crispado por Rajoy e Iglesias y plagado de consignas electoralistas.
• Vieja y nueva política aprovechan la sesión para dirigirse a sus parroquias con la vista puesta en junio.
• Sólo un cambio de liderazgo en el PP o el impulso de un candidato de consenso para desarrollar el pacto PSOE-C’s puede evitar ya las nuevas elecciones.

La cuenta atrás ha comenzado. El trámite de la primera votación de investidura, salvado anoche en el Congreso, ha puesto en marcha el improrrogable plazo de dos meses al cabo del cual las Cortes se disolverán y quedarán convocadas nuevas elecciones para el 26 de junio. Solo una difícil carambola que desarrolle un sucedáneo de gran coalición puede ya evitarlo. Las otras dos opciones -Gobierno de izquierdas facilitado por nacionalistas y pacto del PSOE con Podemos y Ciudadanos- han quedado definitivamente enterradas.

Podemos asegura que el PSOE tendrá que retirar la ‘S’ y la ‘O’ de sus siglas

Cualquiera que presenciara el combate dialéctico entre Pablo Iglesias y Pedro Sánchez albergará la certidumbre de que los puentes entre ambos están dinamitados. Todos los acercamientos que puedan venir los próximos días entre estos actores serán mera escenificación, a la luz de lo verbalizado a la hora de la verdad en la Cámara baja. El PSOE siempre sospechó de las intenciones de Podemos, pero ayer hubo auténticas escenas de perplejidad en la bancada socialista ante el inclemente alegato que Iglesias emitió contra su líder. No se recuerda espectáculo similar.

El secretario general de Podemos atacó al PSOE con dureza, acusándole poco menos que de traicionar la memoria de quienes sí son para él auténticos socialistas -Margarita Nelken, Indalecio Prieto, Juan Negrín-. Hasta llegó a decir que, en cualquier momento, “los trabajadores” le exigirán “que entregue la S y la O de sus siglas”.

Fueron soflamas por momentos incendiarias, verbalizadas con una energía y convicción que desnudaban el que siempre ha sido gran objetivo de Podemos: explotar las contradicciones del socialismo para arrinconarle y arrebatarle la hegemonía de la izquierda. “Si las fuerzas del inmovilismo fuerzan el escenario de nuevas elecciones, lo asumiremos encantados”, declaró Iglesias el 21 de diciembre. Ayer quedó demostrado como nunca cuán cierta es tal determinación.

Indignación en el PSOE

La diputada socialista María González Veracruz se llevó el índice a la sien y musitó “estás mal, estás mal” cuando el líder de Podemos, en el clímax de su intervención, enseñaba modales al PSOE: «les molesta que les digan las verdades a la cara». Iglesias afeó a Sánchez que no le mirara a los ojos, que llevara sus intervenciones escritas -“felicite a sus asesores”- y que haya cedido ante las “oligarquías” para buscar un pacto con Ciudadanos que no basta y que refuerza a Rivera, porque aplica «mejor» a Maquiavelo.

Se trataba de hacerle de menos, de desacreditarle, pensando en una audiencia que en breve puede volver a las urnas. No en vano comenzó su intervención apelando a quienes seguían la sesión “por los medios”. Esos eran, indicó, los verdaderos destinatarios de sus mensajes, más que el candidato a la Presidencia del Gobierno y el resto de parlamentarios.

El líder morado ya pide un «cara a cara» con Sánchez para la campaña de junio

Iglesias acusó a Sánchez -como antes había hecho Rajoy- de hacer “campaña” en el Congreso. Pedir la confianza sin haber pactado antes un acuerdo de Gobierno, argumentó, solo puede entenderse como un intento por consolidarse a nivel interno y llegar en mejor posición a los nuevos comicios que ya todos ven inexorables. “No deseo que se repitan, pero si se repitieran”, dijo el líder de Podemos, espera debatir con él “cara a cara”. “Nunca se ha atrevido”.

El golpe final llegó en la réplica, tras citar a Manu Chao para mofarse del intento de Sánchez por seducir a Podemos y a C’s a la vez -“me gusta Malasaña, me gustas tú”-. Entonces recitó unos versos de Machado para acabar espetándole al líder del PSOE que su gran referente político, Felipe González, “tiene el pasado manchado de cal viva”. La indignación del socialismo por ese golpe bajo fue mayúscula, expresada con abucheos y gritos de “fuera”.

Iglesias sonreía desde el escaño cuando el candidato le respondió entre aplusos de sus compañeros: “Yo me siento muy orgulloso de Felipe González”. Ahí es donde Podemos le quiere, al lado de González, del stablishment frente al que él se erige. La aridez de las soflamas fue edulcorada con el beso en la boca a Domènech que rápidamente se viralizó y copó el foco mediático.

Sánchez eludió las estridencias y mantuvo a lo largo del día el perfil institucional de quien quiere parecer presidente para llegar a serlo en algún momento. No dejó pasar, en cualquier caso, la oportunidad de asestar golpes efectistas a su rival por la izquierda, como con el tema Otegi. «No jugamos con el terrorismo, lo hemos sufrido», le dijo, antes de recordarle que «en España no hay presos políticos».

Batalla en el centro derecha

Pero la batalla en la izquierda no fue la única que se reavivó ayer. Albert Rivera sabe bien que puede pagar el pacto con el PSOE en unos nuevos comicios. El PP tiene en bandeja la reedición de la campaña “votar Ciudadanos es votar socialismo” y más de la mitad del electorado naranja lo conforman desencantados con Rajoy. La ecuación es peligrosa para C’s. Esos votantes son potencialmente más infieles que el resto, como recogía el CIS postelectoral, y en buena parte recuperables por Génova.

Por eso Rivera está entregado a la pedagogía, a vender que su compromiso es “con el acuerdo” de Gobierno, no con Sánchez, y a repetir que dicho pacto es asumible por el PP. Más que eso: que el PP es imprescindible para desarrollarlo. Todo ello lo reviste con la retórica de la segunda Transición, la evocación de Suárez y la épica de los grandes momentos.

Rivera redobla sus ataques contra el Rajoy más mitinero, que evidencia que no se retirará

Y no olvida la batalla electoralista. Ya reconoció haber pecado de buenismo en diciembre, pagando la campaña negativa con que le acosaron por derecha e izquierda. No repetirá los errores y su objetivo está fijado en el presidente en funciones, cuyo desgaste es vaso comunicante con Ciudadanos: todo lo que pierde Rajoy, lo gana Rivera.

El líder naranja nunca había reclamado con tanta claridad como ayer la marcha del Jefe del Ejecutivo. «Usted no puede encabezar esta nueva etapa política», le dijo en su cara y en la sede de la soberanía nacional. «Es tiempo de hombres y mujeres de acción y no de decirle ‘no’ al Rey y a las reformas», continuó. Incluso pidió de forma velada a los compañeros de Rajoy que se revelen y lo tumben: «Le digo a los votantes y a los dirigentes del PP que tengan coraje y valentía, que hay mucha gente preparada para sumarse a esta nueva etapa».

Esos ataques persiguen en primera instancia abrir vías reales al pacto PSOE-Ciudadanos –hasta Sánchez calificó a Rajoy de «tapón»-, pero tienen también el inconfundible tinte del electoralismo. Buscan la empatía de los desencantados con el presidente, de los que dudan entre PP y C’s. El problema para Rivera es fiar toda su estrategia a eso. Si el PP le hiciera caso y en junio presentara a otro candidato, ¿qué campaña haría Ciudadanos?

El tono mitinero y combativo de Rajoy acababa con ese futurible: quiere seguir y seguirá. La precampaña ya está aquí.

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