Triunfa en el elector medio español un instinto animal que le ha llevado a desconfiar de los encuestadores como el ciervo lo haría de un montero que se le acerque con un puñado de alfalfa en una mano y escondiendo en otra no ya el tradicional rifle de caza sino la lupara mafiosa. Le llaman por teléfono o le hacen un mailing para saber a qué partido o figurón político va a votar, y sabe de antemano que le van a tangar, utilizar, manipular, tergiversar y otros cuantos verbos de parecida calaña.

Hubo un tiempo en que esos polls eran más o menos creíbles y el consultado se prestaba de buen talante a colaborar con lo que le parecía un instrumento más destinado a la consolidación de nuestras instituciones democráticas, al estilo de Gallup en USA. Ya se escabullían, sin embargo, los más avisados, que preferían reservarse su opción y se refugiaban en la tropa de los “indecisos” porque no les daba la real gana de dar pistas a unos astutos manipuladores que primero les utilizaban para facturar a sus clientes y, después, justificaban sus errores con el rollo macabollo que un día se sacaron de la manga: el voto oculto. También estaba lo del “+ – 6%” que les servía de coletilla y camuflaje. ¡Lo cómodos que podían resultar ambos argumentos! Entonces, la mayoría los tomábamos en serio y nuestra credulidad con la verdad publicada casi no conocía límites.

Pero, por fin, tenemos pillado el truco. Después de un montón de justas electorales precedidas por las inevitables prospecciones sociológico-mediáticas, nos hemos caído de la burra: pregunten lo que pregunten, lo hacen de tal manera que daremos justo las respuestas que les convienen. Y, si no, las traducen.

El asunto ha evolucionado a peor, hasta llegar al disparate actual. Ahora, cualquier medio, creo que hasta la “Hoja Parroquial” de Sabiñánigo (un poner), encarga su propia muestra de intención de voto con el fin de no quedarse atrás respecto a la “Hoja Parroquial” de Barbastro (otro poner). Los directores de ambas encontrarán a unos “institutos de opinión” con cuyos propietarios o CEOS la conversación transcurriría más o menos así:

– Tío, sólo dispongo de 5.000 pavos para ese trabajo.
– Por 5.000 pavos te podré dar el resultado de 100 llamadas telefónicas.
– Pero a base de proyecciones podrías subirme el número de consultados a 500…
– Y hasta a 1.200. ¿Qué quieres que preguntemos?
– Eso es cosa tuya. Lo que voy a decirte es lo que quiero que contesten: tendencia a un clamoroso triunfo de Blas Domínguez Huidobro.
– Sabes que Blas está tocado del ala y no se va a comer una rosca, ¿verdad?
– Bueno, pero reservo otros 5.000 machacantes para la última encuesta legal. Ahí, nos ajustamos a la realidad y salvamos la cara. Pero quiero ayudar a Blas a cazar indecisos. Por ideología y coincidencia de intereses.

Me da en la nariz que esa charla encaja con lo que se cuece en las empresas de sondeos artesanas, pero sirve igual para las más grandes, y afectan a los grandes medios de ámbito nacional lo mismo que a las “Hojas Parroquiales”. Eso, o los españoles constituimos una sociedad de paranoicos que tiene bien ganado el diván del psiquiatra.

Porque ¿se han parado a pensar en los bandazos demoscópicos que nos marcan las encuestas de El País, El Mundo, La Vanguardia, los periódicos regionales de referencia, etc.? Con uno o dos días de diferencia y los mismos términos campanudos de explicación por parte de los ilustres sociólogos que dirigen “Tantoescopia”, “Chupiescopia” o “Cameloescopia”, los resultados varían como para darse dolorosos pellizcos. Según el pronóstico venga de unos u otros, en Madrid, por ejemplo, Aguirre sacará 24/25 diputados o 18/19, Podemos arrasa o se desinfla cual globo pinchado, y C´s es clave para bisagra o su porcentaje importa un bledo. Curiosamente, los resultados coinciden con los manejos de la cabecera que publica el muestreo de su firma demoscópica fetiche. ¡Y esas diferencias locas, en sólo 48 horas! ¿Estamos de psiquiatra, o quieren llevarnos hasta él?

Tras darle bien al coco, únicamente se me ocurren dos explicaciones: a) las víctimas (los presuntos consultados) tienen la piel tan curtida que son capaces de abonarse el mismo día al PP y al PSOE, a C´s y a Podemos, mientras se sujetan el vientre para que no se les afloje por la risa que les da la llamadita; b) los demoscoperos plantean las preguntas con la misma claridad con que la Pitia de Delfos pronunciaba sus oráculos y, se responda lo que se responda, harán la interpretación que les convenga.

Mi recomendación: pasen olímpicamente de todas las encuestas menos de la última, cuando expira el plazo legal para realizarlas. Ahí, esas empresas de apuestas se juegan su imagen y procurarán atinar. Pero, en el camino, a una ajustada a encargo cada dos o tres días, habrán arrastrado a una parte del voto indeciso al respectivo pesebre, se apuntarán la evolución que les favorezca y justificarán su factura. Siempre existirá un jefe de campaña del Partido X a quien tirarle encima la monda de la patata.

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