La petrolera muda de piel tres años después de que se la mudaran otros por decreto. La nueva Repsol que nació de la expropiación de YPF se renueva con la compra de Talisman y con el abandono de Brufau del poder ejecutivo. Un nuevo tiempo (otro más) para la compañía.

En abril de 2012 Repsol se encontró, sin quererlo y de un plumazo, en que de un día para otro se había convertido en una nueva Repsol. La presidenta argentina, Cristina Fernández de Kirchner, ordenó la expropiación de YPF, hasta entonces filial argentina de la petrolera española, y la compañía dejó de ser lo que era para convertirse en una copia menguada y más débil de sí misma.

Con el expolio de YPF -que desde Buenos Aires se veía como una justa nacionalización en defensa del interés general por el “vaciamiento” de la petrolera patria- el grupo español sufrió un zarpazo en sus magnitudes operativas y en sus cuentas. El grupo perdía el 60% de su producción (tras el adiós de los 495.000 barriles diarios de YPF, Repsol se quedaba con 298.000) y un 40% de sus reservas (perdió unos 1.000 millones de barriles y se quedó con apenas 1.300 millones), y también se quedaba sin una quinta parte de los activos del grupo y un cerca de un tercio de su resultado de explotación.

La nueva Repsol, no querida y no buscada, era una Repsol menor, muy menor. A la compañía le tocó entonces reinventarse para fortalecer su balance en una huida hacia adelante para evitar la nefasta posibilidad de que las agencias de rating la relegaran al bono basura. El grupo rediseñó su plan estratégico, redujo sus inversiones, aceleró su programa de desinversiones e ingresó más de 5.000 millones, recortó el dividendo… La compañía conseguía salvar el rating, sanear su balance, e incluso defender su cuenta de resultados.

Entretanto, Repsol había iniciado una batalla legal en España, en Argentina y ante el Banco Mundial para lograr una indemnización razonable por la expropiación de YPF. Una guerra que se cerró definitivamente en febrero de 2014 con un pacto con el Gobierno argentino que permitía a Repsol pasar página. La compañía conseguía una indemnización por valor de 5.000 millones de dólares (unos 3.700 millones de euros al cambio de entonces) en bonos argentinos, una compensación muy por debajo del valor en libros de YPF (5.300 millones de euros) y a años luz de lo que la compañía pretendía reclamar en los tribunales (unos 10.500 millones).

Repsol se deshizo de la deuda argentina de forma acelerada, se desprendió también de la participación del 6% que aún mantenía en el capital de YPF y salió de Argentina quince años después con una compensación figurada de 6.000 millones de dólares… Y también con planes de convertir esa inesperada nueva Repsol en algo realmente nuevo.

Una nueva ola de compras

A finales de los noventa, Repsol no quiso quedarse al margen de la ola de fusiones en que se embarcó el sector petrolero mundial. El grupo, entonces pilotado por Alfonso Cortina, se hizo con el control de la argentina YPF en 1999 tras una opa de algo más de 2 billones de pesetas (unos 12.000 millones de euros). Ahora que todos los expertos dan por hecho que, al calor de la caída de los precios del crudo, se producirá una nueva oleada de consolidación de la industria petrolera mundial, Repsol de momento ha movido ficha para volver a ser comprador.

Repsol cerró la semana pasada la compra de la petrolera canadiense Talisman por 8.300 millones de dólares (unos 6.640 millones de euros al cambio actual) más otros 4.700 millones de deuda. Con la operación, facilitada por el desplome de la cotización del crudo, la compañía española crece en el mercado norteamericano, en el sudeste asiático y también en Colombia y Noruega. Tras el zarpazo que supuso la expropiación de YPF, Repsol vuelve a crecer y lo hace a lo grande con una operación “transformadora”, según la propia compañía. La petrolera española dispara un 85% su producción de hidrocarburos, hasta los 680.000 millones de barriles de petróleo equivalentes al día, y eleva un 47% sus reservas, que alcanzan casi los 2.300 millones de barriles equivalentes.

La operación, financiada muy sustancialmente con los fondos procedentes de la indemnización obtenida de Argentina por la expropiación de YPF, permite a la compañía española ganar tamaño y alcanzar una dimensión similar a la que tenía cuando la petrolera argentina estaba integrada en su perímetro. Ahora la compañía concentra la mitad de su capital en Norteamérica, mientras que en Latinoamérica sólo emplea el 22%.

Un nuevo talismán

Repsol nunca ha conseguido jugar en la Primera División de la industria petrolera global. No lo hizo con YPF ni tampoco ahora tras la absorción de Talisman. En el sector se considera que lo que separa una gran compañía de una mediana es alcanzar una producción de en torno a un millón de barriles de producción diaria. Y aún hoy se queda lejos con los casi 700.000 barriles equivalentes que producirá la nueva Repsol que nace la incorporación de los activos de Talisman.

“Se trata de una operación transformadora que nos convertirá en uno de los actores más importantes del sector energético internacional y nos permitirá crecer como compañía y reforzar el carácter de Repsol como empresa energética integrada con un proyecto sólido y competitivo”, resumió Antonio Brufau, que ha convertido la absorción de Talisman en su último servicio como presidente ejecutivo del grupo. Tras una década en el cargo, Brufau lo abandona, cede todos los poderes ejecutivos al consejero delegado, Josu Jon Imaz, y se reserva la presidencia no ejecutiva de la compañía para los próximos cuatro años.

Y es que la reinvención que para Repsol supone la absorción de Talisman viene acompañada de una reorganización de la cúpula y de la propia estructura de la compañía, con nuevas direcciones generales para amoldarse a los nuevos activos y a la nueva distribución geógrafica. Un movimiento que convierte la nueva Repsol de antaño en una nueva Repsol de hoy.

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