Más de 200.000 personas pasaron este año por el Festival Viña Rock , que celebraba veinte años de existencia, la mitad de los que han pasado Los Chichos recorriendo las carreteras españolas con su rumba lumpen y desgarrada. Su actuación en este evento musical , incluida en su gira de despedida, tuvo lugar a altas horas de la madrugada, otra más en la historia de este grupo mítico , que pasó del olvido a un tardío reconocimiento gracias a una canción de Estopa que homenajeaba al malogrado “Jero” , principal compositor y vocalista del trío.

Esa sería la única referencia de muchos de los jóvenes que se acercaron al escenario para agotar los últimos restos de la batería de su smartphone, compartiendo fotografías de ese trío “viejuno”. Una audiencia aturdida tras días de fiesta y música que, con gesto de superioridad, contaba RT y FAVs a tuits irónicos sobre los vacilantes movimientos del trío en el escenario. Sin tener ni puta idea de lo que estaban viendo.

No hace tantos años, en las calles que rodeaban los billares donde los chavales pasaban el día hasta que llegaba el momento de la litrona o un pico en el descampado, esos tipos eran dioses.

Los chicos malos de los polígonos cantaban sus rumbas mientras se tatuaban, con aguja y la tinta de un bolígrafo “Bic” un punto en la mano, entre los dedos índice y pulgar, para disimular los pinchazos de otra aguja más peligrosa. El más listo de ellos, montado con su “piba” en un flamante Seat 1430, se paseaba por las calles buscando nuevos “tolais” a los que pinchar en la garganta con su “bardeo” para sacarse unas pelas. Con ellas compraría, en la gasolinera o en el bar, cintas de Los Chichos o Los Chunguitos (sí, los del “reality”), o de “los Leño” o “los Burning”, que el rollo roquero también era “dabuten”.

Rumbas suburbiales, el rumor de la jungla de chabolas y bloques de ladrillo rojo.

Ajenas a los nuevos gustos musicales, las mujeres  del barrio entonaban canciones de Los Chichos mientras planchaban: “iban los primos y los hermanos, iban a chorar y los delataron…” Rumbas suburbiales, el rumor de la jungla de chabolas y bloques de ladrillo rojo donde se hacinaban las familias de trabajadores llegadas del sur de España. 

Una realidad deprimente de la que solo era posible esconderse en la oscuridad de una sala de cine de barrio. Allí compartían pantalla películas de Bud Spencer y Terence Hill, Pajares y Esteso o Saura y Eloy de la Iglesia, con sus pasolinianos retratos del mundo “quinqui”, también con banda sonora de Los Chichos. Eran tiempos en los que nada hacía prever que Clint Eastwood se convertiría en un viejo llorica y hasta Ramoncín molaba, antes de La Movida y sus colorines. 

Los Chichos, que reinaron en ese mundo gris y que con su aliento de entonces hubieran tumbado al más duro de los punkis que llegaron después, actuaron este fin de semana en Viña Rock. Respeto para ellos, que suenen las sirenas de “la madera” en su honor.

David Martínez Pradales es el autor de Comunicación POP: del periodismo de marca a la marca personal

Foto: Jeros Chichos en Flickr

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