La mítica Punta Ballena pierde actividad y trasiego mientras los dueños de los bares emblemáticos se preguntan por los policías británicos que iban a ser los salvaguardas de la decencia y el orden. Los agentes aparecieron en portadas de diarios e informativos de televisión pero los empresarios de la noche aseguran que no los han visto en todo el verano. Y se preguntan que habrá costado el «erasmus policial» de este verano en Calviá. Aseguran que los turistas británicos son los más vulnerables ante la delincuencia porque son los que más beben y bajan la guardia. Los bobbies iban a ser sus ángeles custodios y al final, deben ser fantasmas dada su invisibilidad.

Llega la hora de hacer balance en Magaluf. Los dueños de los bares musicales se frotan las manos. Ya han llegado los maduros. Los barmans reciben con alegría al cliente de cabellera blanca o frente despejada. Tienen mayor poder adquisitivo y mejores modales. Y son amantes de lo clásico. Tal  como hacían sus padres, hace treinta años, los extranjeros veteranos de septiembre enganchan una pinta tras otra en karaokes o bares musicales. Siguen entonando «Delilah» y los temas de Tom Jones. Se sienten fascinados por el exotismo del lugar, probablemente es una de las pocas escapadas que han hecho en sus vidas pero no están abiertos a sumergirse en la cultura local, ni gastronómica ni vivencial. Se agarran a la oferta de aerolínea low cost, al happy hour indiscriminado y reproducen su Liverpool o su Cork natal a los pies del punto de información turística.

Empresarios de Magaluf: «Nosotros vendemos sexo y alcohol pero no robamos»

El joven alocado pierde posiciones. Los incombustibles italianos eligen con mayor gusto los bares más estilosos frente a la playa y la cuesta magalufense pierde brío. Los dueños de locales se lamentan de la falta de ética de algunos nuevos empresarios. «Nosotros vendemos sexo y alcohol pero no robamos». Las gineteras senegalesas les quitan hasta los zapatos a los británicos que semi-comatosos, se quedan dormidos en mitad de la calle o en unas escaleras. Y las mafias balcánicas de los nuevos locales de bailarinas de barra vertical, se reponen de las detenciones de dos semanas atrás. De nuevo están en la calle, afinando más el modus operandi de las estafas. Son locales de nombres sugerentes: Cielo, paraiso, ángeles (en inglés, por supuesto) cuando más bien te encuentras a las puertas del infierno si eres joven, estás borracho y llevas tarjeta de crédito.

Los profesionales honrados de los bares y locales de toda la vida, se quejan de la falta de atención policial y de que los proxenetas de luxe emponzoñen la zona cuando hay tantos esfuerzos por rehabilitarla. Reclaman que Calviá tenga policía nacional. Y aseguran que a los bobbies británicos no los han visto ni en holograma. Me hacen confidencias sobre el modo de solucionar la situación: Salir en prensa y en segundo lugar, una pandemia mundial. Cumplo mi parte en lo primero. De lo segundo no me puedo hacer responsable.

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