La Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas cumple 30 años y lo celebra hoy en el Teatro Monumental de Madrid con un concierto, en colaboración con Musimagen (Asociación de Compositores de Música para Audiovisual), en el que la orquesta sinfónica de RTVE dirigida por Claudio Ianni interpretarán obras de Antonio Meliveo, Mario de Benito, Santi Vega, Sergio Moure, Luis Ivars, Pablo Miyar y el grupo Milladoiro. Completará el programa una suite homenaje a Augusto Algueró.

Siempre he tenido la sensación de que en el cine español la música no era tratada con la misma relevancia que posee en la filmografía de otros países, especialmente en la norteamericana, pero la mejor manera de romper esos tabúes es comenzar a hacerla visible dándole protagonismo, como en esta ocasión y con un motivo tan especial.

Un 12 de noviembre de 1985 un grupo de importantes personalidades del cine español, convocados por el productor Alfredo Matas, se reunió en el restaurante O’Pazo de Madrid para analizar la situación del sector en aquel momento. Un elenco de primera, con nombres como Luis García Berlanga, Carlos Saura, Tedy Villalba, Marisol Carnicero, José Sacristán y Charo López, entre otros, como en el mejor de los guiones de una película coral, iniciaron la trama de una historia que ahora cumple 30 años, la Academia de las Artes y las Ciencias Cinematográficas, que fue creada de forma oficial el 8 de enero de 1986, como una institución de derecho privado y con personalidad jurídica propia.

Cuando se pregunta, a aquéllos que por una u otra razón son parte importante de esta Academia, por lo que significó su creación para quienes han dedicado su vida al séptimo arte, todos coinciden en señalarla como referente en la necesidad de promocionar sus producciones y defender sus derechos.

El director Gonzalo Suárez considera que la creación de un concepto académico fue extraordinario, aunque plantea la dificultad para articularlo de acuerdo a los lugares comunes de todos los que la conforman. Y si bien apoya todo lo que se haga por la cultura, él se define así mismo como un «individualista fuera de contexto», que aunque es partidario de que exista, se desliza por la paradoja de ser muy poco gremial y nada participativo. Es cierto que en el Arte ésa ha sido una de nuestras grandes maldiciones, la individualidad, tan inherente y necesaria para la creación pero tan enemiga del asociacionismo que es, sin lugar a dudas, un camino imprescindible para obtener un espacio justo en nuestra sociedad. Por eso de todas las opiniones que recogido en los últimos días, la que más me ha conmovido, por la poesía que encierra, ha sido la de un hombre al que admiro profundamente, José Luis Gómez, que explica cómo el impulso de la Academia nace de un sentimiento identitario de grupo, gente que se siente vinculada en un esfuerzo que a veces es artístico y otras artesanal, profesionales que en esta vinculación desarrollan un sentimiento de pertenencia, porque para él la vida es relación pero en la cooperación voluntaria se genera algo más profundo y emocionante que cohesiona.

José Luis Gómez: «El ritual propio del cine, como una obra de arte posible, requiere de un templo que lo acoja»

Para su actual presidente, Antonio Resines, el balance de los 30 años de luces y sombras de la AACCE es muy positivo. Se ha cumplido con creces el objetivo inicial de la misma y observa con optimismo la presencia de esta institución y lo que representa en la sociedad española. Es consciente de la responsabilidad que supone asumir la presidencia de la Academia de Cine y sólo desea que su paso por esta institución le permita intentar hacer muchas cosas en beneficio de la cinematografía y que al menos algunas de ellas se hagan realidad y sienten sólidas bases para el futuro.

Todos coinciden en señalar la transformación de un público que se ha visto arrollado por los avances tecnológicos y ha perdido el hábito de ir al cine, de ese ritual que infunde la gran pantalla y de todo el universo que activa una industria que se vertebra a partir de ella. «El ritual propio del cine, como una obra de arte posible, requiere de un templo que lo acoja» afirma José Luis Gómez.

En un día como hoy, no puedo evitar la analogía identificativa que me sugiere la figura del músico Francisco Asenjo Barbieri que en el siglo XIX hacía la crónica cultural de lo que, en muchas ocasiones, vivía en primera persona y me siento una privilegiada por poder acercaros una experiencia que para mí va más allá de lo puramente artístico. Esta noche compartiré desde el escenario instantes mágicos que representan el legado que nos deja nuestra industria cinematográfica, a través de sus bandas sonoras y las imágenes que las acompañarán.

Compositor musical como «guionista emocional» de la película

Luis Ivars, presidente de Musimagen y vicepresidente de la Federación de Compositores de Cine Europeo (FACE), reivindica al compositor de música de película como guionista emocional que es responsable de hacer llegar al público el sentido más íntimo de la historia que en ella se narra y por ello desde Musimagen llevan años recuperando parte de este repertorio, mediante la creación de suites orquestales para que puedan formar parte de las programaciones habituales de las orquestas y bandas de música de nuestro país.

A pesar de tantos esfuerzos y batallas que tienen que librar los profesionales del mundo del cine para impulsar su producción en España, creo que si todos fuesen sinceros dirían como Gonzalo Suárez: «en el fondo sólo pienso en mi próxima película».

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