El caos que generan las bandas criminales de Haití favorecen los intereses ocultos de determinada élites a las que no interesa la pacificación del país

Pasan las horas, pasan los días y la situación de Haití se está volviendo crítica, sobre todo porque la ciudadanía está perdiendo la esperanza de que llegue una solución. La presión para que la comunidad actúe de inmediato es ya insostenible. El tiempo del debate pasó, ha llegado la hora de los hechos y de la actuación.

La violencia sigue creciendo en Haití. Los enfrentamientos de las bandas criminales con las fuerzas de seguridad van en aumento. Además, la dimisión del presidente interino Ariel Henry ha sido la excusa por la que Kenia ha suspendido la misión internacional aprobada por el Consejo de Seguridad de Naciones Unidas.

Según el gobierno keniata, en declaraciones a agencias internacionales, en Haití se produjo un «cambio fundamental en las circunstancias como consecuencia de la ruptura total de la ley y el orden y la posterior dimisión del primer ministro de Haití […] Sin una administración política en Haití no hay ningún anclaje sobre el que pueda descansar un despliegue policial, por ello el gobierno esperará a que se instale una nueva autoridad constitucional en Haití, antes de tomar más decisiones al respecto».

Lo que puede parecer un paso atrás, sin embargo, podría ser una buena noticia para el pueblo haitiano, dado que la intervención, que debería ser inmediata, se deja en manos de las grandes potencias, sobre todo de Estados Unidos, país que ahora sí que estaría dispuesto a liderar una coalición de países para actuar. La presencia de los norteamericanos, junto a Canadá y Francia, en la última reunión de CARICOM así lo confirma.

La ciudadanía haitiana, por tanto, ya tiene puestas sus esperanzas en que sea Estados Unidos el país que lidere la misión por la efectividad y los recursos con los que cuenta, sobre todo de cara a enfrentarse a unas bandas que disponen de armamento moderno, muy superior al que tienen las fuerzas de seguridad de Haití y las que podrían tener los efectivos policiales keniatas.

La situación actual vuelve a dar certificar la veracidad de los llamamientos y advertencias que el presidente dominicano Luis Abinader lleva haciendo desde el año 2020. La violencia de las bandas ha derivado en una crisis humanitaria sin precedentes, y esto es mucho hablar en un país que es uno de los más pobres del planeta.

El Programa Mundial de Alimentos (PMA) de Naciones Unidas advirtió ayer que Haití se encuentra al borde de la hambruna. En concreto, 1,4 millones de personas podrían morir de hambre. La violencia de las bandas ha provocado, no sólo el desplazamiento forzoso, sino que la financiación de donantes internacionales se está agotando.

Las bandas criminales, al controlar los accesos a Puerto Príncipe, están provocando que la cadena de suministros de alimentos se interrumpa.

«Sabemos que Haití depende en un 50% de las importaciones de alimentos y estamos viendo que el coste de la cesta de la compra en Puerto Príncipe está subiendo; también está subiendo en otras partes de Haití. Esto es un gran problema para la población. Las encuestas que hemos hecho muestran que los ingresos de los hogares están bajando, porque la gente no puede ir a trabajar, la gente se está resguardando», advirtió Jean-Martin Bauer, director del PMA en Haití.

Por su parte, Cindy McCain, directora ejecutiva del PMA, señaló que «Nuestra operación humanitaria en Haití no da más de sí, y la financiación para comidas calientes está a punto de agotarse en dos semanas. Necesitamos que los donantes den un paso al frente hoy para que podamos hacer frente a la creciente ola de hambre y detener la caída en el caos».

A pesar de que desde algunas agencias de Naciones Unidas se insiste en que Haití necesita algo más que el despliegue de tropas, el restablecimiento del orden es clave porque, sin ello, la ayuda humanitaria jamás podrá llegar al pueblo y, ahora mismo, esa es la prioridad.

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