Bandada de ánsares sobrevolando las dunas de Doñana. Autor: JM Pérez de Ayala

En 1999, SEO/BirdLife puso en marcha la actividad de retirada de perdigones de plomo en Doñana, enmarcada en el Programa de Voluntariado de Parques Nacionales. Desde entonces, cientos de personas han colaborado en una actividad a la que se han ido sumando otras asociaciones que trabajan en la protección de la naturaleza. Hasta la actualidad, unos 3,5 millones de perdigones de plomo superficial (350 kilos) han sido ya retirados la duna del Cerro de los Ánsares, contribuyendo así a reducir las posibilidades de intoxicación y muerte de aves por plumbismo. Además, existen indicios científicos que apuntan a estas actuaciones de limpieza parcial como la causa de la disminución de perdigones ingeridos por las águilas imperiales de Doñana. En esta última edición, realizada desde septiembre hasta la primera semana de noviembre, 38 voluntarias y voluntarios han recogido 20 kilos más de perdigones, lo que potencialmente equivaldría a evitar la muerte a cientos de ejemplares de ánsares comunes.

Según Carlos Dávila, responsable de SEO/BirdLife en Doñana, «el trabajo de las personas voluntarias se dirige principalmente a eliminar los perdigones más superficiales que se localizan en las áreas de la duna más frecuentemente utilizadas por las aves, para reducir la posibilidad de que sean localizados e ingeridos por los ánsares. Pretender eliminar las cuatro o cinco toneladas que pudieran acumularse en la arena parece una tarea quimérica, pero esos 350 kilos ya retirados desde el comienzo del voluntariado son de una importancia trascendental, ya que son los que, por encontrarse en la superficie, potencialmente iban a ser ingeridos por los gansos de Doñana».

El legado de la caza

En julio de 1983, el Patronato de Doñana prohibió la caza en el interior del parque nacional. Hasta esa fecha, durante décadas, miles de gansos han sido abatidos anualmente en el Cerro de los Ánsares, la duna móvil más alta de Doñana. Tradicionalmente, durante cada amanecer del invierno, enormes bandadas de ánsares acuden a este paraje desde la marisma para ingerir el denominado “grit”, arena y piedrecitas que se depositan en la molleja para fabricar un particular mortero que facilita la digestión de los duros rizomas y semillas de los que se alimentan.

Conocedores de esta costumbre ancestral, los cazadores los esperaban escondidos en hoyos en la arena, desde donde les disparaban, abatiendo cientos de ejemplares por jornada. Esta particular modalidad de caza de acuáticas en un paraje desértico ya ha pasado a la historia, pero, todavía hoy se estima que permanecen depositadas en las dunas entre dos y seis toneladas de perdigones de plomo, poniendo en peligro a la gran comunidad de ánsares invernantes en Doñana, que en un buen año hidrológico podría llegar a los 50.000 o 60.000 ejemplares. Estas bandadas de gansos procedentes del norte de Europa continúan acudiendo a la duna cada invierno, donde ya no les esperan los cazadores, pero sí los perdigones de plomo que dispararon.

Según Dávila, “el plomo de perdigones ingeridos se va incorporando poco a poco al organismo de las aves a través del torrente sanguíneo. Y es que bastan sólo unos pocos perdigones para envenenar un ave, un proceso que comienza afectando a su sistema nervioso, digestivo, riñón e hígado, y termina provocándoles la muerte.”

Por ello, el plumbismo es conocido como “la muerte silenciosa”, porque transcurren varios días desde la ingesta e intoxicación hasta que el ave muere y es difícilmente localizable. Además, sus efectos negativos se multiplican ya que gran parte del plomo no es expulsado por el organismo, permanece en el ave muerta o enferma y pasa a formar parte de la cadena alimentaria tras ser devorada por depredadores y aves carroñeras, como las águilas imperiales o a los buitres, que se alimentan de los gansos envenenados.

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