A la comunidad internacional debería darle vergüenza siquiera poner en duda las decisiones adoptadas por el presidente Luis Abinader respecto a Haití. ¿Es una medida dura cerrar la frontera? Sí. ¿Es responsabilidad de República Dominicana la situación actual que vive Haití? No. ¿Un jefe de Estado debe garantizar la seguridad de su pueblo por encima de todo? Sí, porque si no lo hiciera estaría abandonando sus responsabilidades.
Ahora parece haberse puesto de moda atacar a Luis Abinader por el hecho de haber cerrado la frontera con Haití en respuesta a las acciones unilaterales de, presuntamente, parte del sector empresarial haitiano que atentan contra la soberanía nacional de República Dominicana. La construcción de un canal para desviar el cauce del río Masacre es un atentado que Luis Abinader no podía dejar pasar y, sobre todo, porque en el lado haitiano no hay nadie con el que poder negociar porque, como afirmó el presidente Ariel Henry, el gobierno no controla esa zona del país.
Primero fueron una serie de oenegés, insignificantes por su representatividad, las que criticaron la decisión de cerrar la frontera porque atentaba los derechos humanos. Hay que tener en cuenta que una organización pequeña es muy fácil de manipular para que se entregue a los intereses de quienes saldrían beneficiados del canal o de la conflictividad que se podría generar en las calles de República Dominicana. Es posible que su comunicado fuese de buena fe, pero, tal vez sin darse cuenta, podría estar sirviendo para otros fines no deseados, ni por ellos ni por el pueblo dominicano.
Lo grave es que sea un experto de Naciones Unidas quien ataque a Luis Abinader. En concreto, William O’Neill, experto independiente de la Oficina del Alto Comisionado de la ONU para los derechos humanos en el que ataca con dureza las decisiones del gobierno de República Dominicana.
A Naciones Unidas se le tendría que caer la cara de vergüenza por permitir algo así. Es inmoral que una organización que ha sido incapaz durante años de enviar una misión para arreglar el problema de Haití intente dar lecciones.
Mañana miércoles el presidente Abinader dará su discurso en la Asamblea General de Naciones Unidas y explicará con detalle la situación real de Haití, no la que determinados intereses espurios pretenden imponer al mundo porque les interesa que el pueblo haitiano viva en el caos y sin ningún tipo de gobernanza. Ya se sabe, el caos es el mejor escenario para que los poderosos dominen a los más débiles con total impunidad. De eso, por cierto, el señor O’ Neill dijo nada, tal vez porque no lo sabe o porque prefiere callar.
Mañana, una vez más, en Nueva York se escuchará la voz del pueblo dominicano pidiendo ayuda para que se intervenga en Haití, la misma voz a la que durante años no se ha hecho caso. Esa inacción de la comunidad internacional es la causa principal de lo que está sucediendo estas semanas. De esto, por cierto, el señor O’Neill no ha dicho nada, tal vez porque no lo sabe o porque prefiere callar. ¿Por qué O’Neill no ha apoyado los llamamientos que Antonio Guterres lleva haciendo para que la comunidad internacional intervenga en Haití? Tal vez, porque el secretario general de la ONU es un hombre independiente y honesto, virtudes que demuestra con sus palabras y sus hechos.
Desde que fue investido como presidente de la República Dominicana, Luis Abinader ha aprovechado cualquier acto, evento o foro internacional en el que ha participado para reclamar a los países del mundo, sobre todo a las grandes potencias, para que intervengan en Haití con una fuerza internacional porque, como ha repetido en muchas ocasiones, República Dominicana no puede arreglar ella sola los graves problemas que se han generado en Haití.
El único que, hasta hoy, se ha hecho eco de los llamamientos de Luis Abinader y, en los últimos meses, ha reclamado esa intervención de la comunidad internacional ha sido el secretario general de Naciones Unidas, Antonio Guterres, con el mismo resultado que con los llamamientos de Abinader: silencio absoluto.
El Consejo de Seguridad, del que son miembros permanentes Estados Unidos y Francia, es el responsable de autorizar el envío de una fuerza de paz a Haití. Sin embargo, hasta ahora no ha hecho nada. Ya se hizo tras el terremoto que asoló el país en 2010. ¿Por qué no ahora? ¿Por qué se han mantenido al margen de los llamamientos de Abinader y Guterres? Francia y Estados Unidos tienen mucho que decir al respecto y en su intervención ante la Asamblea General el presidente norteamericano, Joe Biden, se ha hecho eco de los llamamientos de Luis Abinader y ha pedido «al Consejo de Seguridad que autorice esta misión ahora. El pueblo de Haití no puede esperar mucho más».
Hay muchos que tienen demasiado que ocultar, como a dónde fue todo el dinero que se entregó a Haití tras el terremoto, en muchos casos decenas de miles de millones de dólares recaudados por el supuesto altruismo de determinadas élites. De aquellos polvos vienen estos lodos. La corrupción que se generó en Haití ha derivado en violencia y en que los que realmente se beneficiaron de aquel desastre ahora pretendan mantener el caos o promocionar atentados contra la soberanía nacional de República Dominicana a través de actos ilegales como la construcción unilateral de un canal para desviar un río de soberanía compartida.
El señor O’Neill, que más que defensor de los derechos humanos se ha convertido en vocero de quienes los vulneran cada día, se ha olvidado de que no se puede realizar una negociación diplomática en un escenario de hechos consumados y, por tanto, República Dominicana no puede quedarse quieta mientras se continúen las obras de construcción de ese canal ilegal.
Haití es responsabilidad de la comunidad internacional, no de República Dominicana porque, lo que suceda en Haití no es responsabilidad jamás del país presidido por Luis Abinader.
En consecuencia, la comunidad internacional, en vez de atacar a República Dominicana debería actuar, tal y como Luis Abinader lleva reclamando desde hace años, antes de lanzar acusaciones infundadas a través de un supuesto experto que ni siquiera sabe que no se puede activar un proceso de arbitraje si no existe un conflicto entre dos gobiernos, algo que, a día de hoy, no ha sucedido.
Por cierto, Leonel Fernández, ¿dónde está mientras República Dominicana vive esta crisis? Sus declaraciones, en las que afirmó que «el despliegue de tropas en la frontera son un llamado a la guerra» o que «la reacción del gobierno dominicano ha sido desproporcionada», ¿dónde colocan al líder de la oposición? ¿Al lado de su pueblo o de su presidente o en la bancada de quienes hablan sin conocer, como el señor O’Neill?
En un momento de crisis lo que se espera de los dirigentes políticos es que se coloquen del lado de quienes protegen al pueblo y no buscando resquicios de gloria para rascar unos pocos votos. En una situación como la actual no se puede poner en duda ni las acciones diplomáticas del gobierno ni querer dar lecciones porque Leonel no está legitimado para aleccionar a nadie respecto a Haití porque entre sus aliados más importantes hay figuras se aprovecharon de la corrupción tras el terremoto de 2010, tal y como indicó el Departamento del Tesoro de los Estados Unidos.
Y, respecto al señor O’Neill, ¿qué país o países avalaron que este hombre fuese experto externo del Alto Comisionado de los Derechos Humanos? ¿Tal vez los mismos que apoyan a quienes no puede controlar el presidente democrático de Haití?
La fuerza del pueblo no se encuentra en un logotipo y en una caravana populista. La fuerza del pueblo está en el respeto de la democracia y la defensa de la soberanía nacional, por encima de los intereses privados, a través de los canales democráticos y de respeto de los derechos humanos, algo que, desde agosto de 2020, ha alcanzado unos niveles históricos gracias a la gestión de Luis Abinader.