Luz Soria

Tras la exitosa acogida de su anterior producción con el Centro Dramático Nacional, Man up (2019), Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez, cofundadoras de la compañía Teatro En Vilo, vuelven hasta el 19 de junio al Teatro María Guerrero con una nueva propuesta de su factoría: Blast.

Siete jóvenes seleccionados de entre casi mil personas candidatas a protagonizar la pieza se enfrentan a “la vertiginosa tarea de intentar generar un impacto de cambio desde el escenario de un teatro, en directo y sin guion previo”.

La compañía lo presenta como un compendio de voces y géneros: “Blast es un ensayo en movimiento, una fiesta, una tertulia, un consultorio político-emocional, un musical, un gabinete de crisis, una misa, un mitin, un manifiesto desordenado, un golpe en la mesa, un exorcismo, un canto a la divergencia, un proyectil hacia el futuro. Lo imposible hecho materia”.

Cuestiones de nuestro tiempo

La diversidad es uno de los principales atributos de la propuesta, no solo en su forma sino en su elenco, y también en la disparidad de mensajes que se alzan. La obra intenta abordar la complejidad del mundo que habitamos. Un mundo en crisis: “crisis sistémica, crisis global, crisis crónica”, puntualizan- y lo hace desde una óptica ambiciosa: la de invitar a la escucha para generar un impacto, un cambio. Y así se ponen de relieve, en la obra, cuestiones como el género, la democracia, pasando por el racismo, la ecología o el amor.

La generación de cristal

Para ello, Andrea Jiménez y Noemi Rodríguez lanzaron hace unos meses una convocatoria dirigida a menores de 26 años “con esperanza, arrogancia, descaro y humor suficientes para cambiar el mundo”. Los elegidos de entre las 970 candidaturas presentadas son siete perfiles distintos de jóvenes con experiencias vitales e identitarias muy diferentes que dialogan muy bien entre sí. “Supone un encuentro que quizá de otra manera no hubiera pasado”, se enorgullecen las creadoras. “Todos combinan una gran elocuencia, un fuerte carisma, una urgencia por que su voz sea escuchada y una generosidad de compartirlo, y también una visión artística propia poderosa”, según Andrea y Noemi.

Ellos son Julia Adun, Nadal Bin, Conchi Espejo, Iván López-Ortega, Saúl Olarte, Álex Silleras y Alejandra Valles. Todos tienen relación y/o experiencia con el mundo del arte: los hay artistas multidisciplinares, actores/actrices, músicos… Los une su pertenencia a la generación Z, a veces llamada “Generación de cristal”, y también “la creencia, la posibilidad de la fe, la voluntad real de transformar su mundo; consideramos que era la mejor combinación para, juntes, hacer este intento de cambiar el mundo desde un escenario”, según Noemi Rodríguez.

Al mismo tiempo, constituyen un ejemplo de la diversidad que caracteriza a esta generación, “una generación mucho más flexible, heterogénea, y consciente de su propia diversidad”, comenta Andrea Jiménez. En el elenco encontramos jóvenes cis, trans, no binarios, blancos, racializados, de distintas orientaciones sexuales y contextos socioeconómicos. Así, la obra también constituye un retrato generacional –“hemos querido traer su cultura específica”-; son estos jóvenes, con su miedos, anhelos y deseos personales, a quienes las creadoras ponen a dialogar directamente con el público: “hablan desde el escenario conscientes del público que se va a sentar en el María Guerrero, sabiendo todo lo ecléctico que puede llegar a ser”, concluyen Andrea y Noemi. Ellas definen este encuentro como “un ejercicio hacia la utopía, que aspira a profecía autocumplida, o al menos a espasmo que despierte la imaginación desde el sí, y no desde la desidia”.

Proceso de trabajo

El proceso de trabajo tras el casting fue el que ya viene desarrollando la pareja de creadoras para sus montajes. Un trabajo a fuego lento que comienza por “una primera fase de exploración, juego, provocación, donde generamos las circunstancias necesarias para que en
el encuentro suceda la dinámica de la transformación; estamos a la escucha de qué aparece, qué contradicciones, preguntas, emociones, y a la escucha de cómo es la dinámica de ese proceso para luego verterla en la dramaturgia”, según cuenta Teatro En Vilo. “En la segunda
fase trabajamos ya con un boceto y re improvisamos a partir de situaciones creadas en una estructura que después se convierte por fin en un texto definitivo, que cambia hasta el último momento”, afirman.

El equipo artístico se completa con Alessio Meloni a cargo de la escenografía; la iluminación de CUBE BZ (María de la Cámara y Gabriel Paré); el vestuario de Yaiza Pinillos; Amaya Galeote en el movimiento escénico; y Fernando Epelde como responsable de la música y el
espacio sonoro.

Puesta en escena

En cuanto a la puesta en escena, las creadoras afirman haber sido más atrevidas con lo visual, y definen la propuesta en dos partes diferenciadas: “una primera parte muy «En Vilo», en el sentido de que presenta nuestro habitual estilo muy cómico, irreverente, en directo, sin cuarta pared, de tratar temas molestos desde el humor; y una segunda parte que busca encontrar en el escenario la belleza, la paz, el descanso, lo sublime, y trascender el ritmo de ese propio frenetismo que nos engancha y que el mundo nos exige”. “Ese ritmo frenético, que al final impregna nuestro día a día, también como creadoras, es el que queremos desafiar”, afirman.


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