Cruz de Mayo

La España profunda es ubicua. De norte a sur, del Atlántico hasta el Mediterráneo encuentra destino el viajero tenaz. Si maridamos Andalucía, campo, sierra, gastronomía, historia y gentes de bien debemos navegar por el Valle de los Pedroches cordobés. Lindando con el sur castellano-manchego y el este extremeño el rincón ideal para el visitante sólo con billete de ida debe centrarse en Añora. Este pueblo entrañable apenas censa poco más de 1.500 almas, aunque tiene menos vecinos en invierno y muchos más en verano. A nadie deja indiferente cuando pisamos sus calles admirando sus casas encaladas que rematan dinteles por doquier del granito local. Algunas viviendas adivinan tiempos de gloria burguesa, como Casa de los Velarde, y patios floridos de esa Andalucía que impregna los mejores sentimientos. Otra vivienda lustrosa alojó a un judío converso por el candelabro de siete brazos que esconde esculpido en su acceso. Un patio esquiva el secreto.

Añora es lugar entregado a sus devociones locales. La patrona, Nuestra Señora de la Peña, se celebra a finales de agosto. Las Cruces de Mayo, que celebran la primavera, no se quedan cortas. Para la ocasión, compite el vecindario por lucir cruces ornamentadas. Para tal empeño sale el artesano que llevamos dentro. Añaden al espectáculo visual candelas y utillaje agrícola. Las Cruces de Añora afloran también la mejor gastronomía postpascual del horno familiar y se reactiva esa hospitalidad que añoramos los urbanitas en calles, plazas, escenarios y actos lúdicos que acompañan tan magna celebración popular. Luce, al tiempo, la sonrisa del lugareño orgulloso.

Otras celebraciones locales honran a San Antón, la Candelaria, San Martín, Santa Lucía y tributan a la patrona. El Día de los Hornazos, a finales de marzo, congrega al personal con bollos coronados de huevos cocidos. Los afortunados dicen que es para chuparse los dedos la cosa.

Añora, igualmente, nos depara sorpresas con un evento deportivo que trasciende hasta fronteras españolas, ya que equipos de televisión y medios foráneos reflejaron la cita. Nos referimos a las Olimpiadas Rurales. Es un evento basado en la competición por equipos sobre 15 modalidades de juegos tradicionales. Su logo institucional son ruedas de carro, original donde los haya. Para la ocasión llegan al pueblo miles de visitantes que admiran escaladores de la cucaña, tiradores de sogas, corredores, saltadores y hasta mil participantes en 48 equipos por los que también compiten patrocinadores en busca del podio. Pero el mejor premio es recuperar juegos tradicionales.

De lo que merece ser conservado viajamos en Añora a la vanguardia del siglo XXI. Es allí donde más se compra por comercio electrónico. El 85% de sus habitantes nutre sus casas bajo esta modalidad. El pegamento y termómetros para medir el semen del ganado es lo más demandado por la clientela. La multinacional Amazon premió esa fidelidad y llevó hasta Añora talleres, cónclaves y foros para acreditar que llega hasta lo más recóndito. El espíritu emprendedor acude donde hay.

Iglesia de San Sebastián

Para descansar en Añora lo más recomendable es disfrutar su oferta de turismo rural. En el Parque de San Martín se erige un complejo que marida iniciativa del momento y respeto por usos y estéticas del pasado. El Vasar y la Cruz de San Pedro redondean la oferta hotelera. El pueblo posee joyas gastronómicas que incluyen quesos de nota, pastelería del corazón, flamenquines de vértigo y un bacalao al modo local que excita sabores.

No todos los municipios españoles pueden presumir de una historia por desentrañar hasta su médula. Añora nace, como municipio, en 1553. Entonces, se independizó de Torremilano (hoy Dos Torres) e integró las Siete Villas del valle pedrocheño, cuya capital es Pozoblanco. Uno de sus hijos más significados fue Marcos Rodríguez Pantoja. Vivió «Entre lobos». Así pone título al film y libro que relataba su increíble historia. En 1936 lo eligieron alcalde por Izquierda Republicana, el partido de Azaña. Esa fue la causa de su fusilamiento en 1939.

Sus hermanos lobos de la sierra de Cardeña quedaron huérfanos por la crueldad de los humanos. Más antiguos que su alcalde son los restos visigodos de La Losilla, cercanos al pueblo. Tienen tal importancia para desentrañar el pasado pedrocheño que sus excavaciones las financian el Instituto Arqueológico de Alemania y Museo de Karlsruhe. Los investigan profesores de las Universidades de Heidelberg y Sevilla. Los meses estivales, además de deportistas entrenando para sus particulares olimpiadas, Añora se llena de arqueólogos germanos inventariando las huellas de asentamientos precristianos. Los visigodos son, junto a Tartessos y al mito de la Atlántida, son los más desconocidos de la península ibérica.

Lo más recomendable para el viajero plácido que intenta la felicidad es pasear por Añora. Aparte de rutas senderistas, conviene disfrutar el encanto de la calle Iglesia y su plaza. La Fachada de Tiras es una construcción civil que reparte granito aislante en los paramentos. La Iglesia de San Sebastián, el Ayuntamiento (siglo XVI), calle Concepción y Plaza de las Velardas redondean un paseo que llena nuestros ojos de encantos. Las ermitas de San Pedro y la patrona, Señora de la Peña, son recomendables hasta llegar al mirador del valle pedrocheño donde se enclava Añora. La vista se relaja ante un panorama difícil de olvidar.

Esta corta visita textual y gráfica que hicimos a Añora invita al regreso. Nos atrapa su calor humano y esa sencillez del cotidiano tranquilo, trabajador, sin sobresaltos que nos acerca las cosas buenas de la vida. Gracias, queridos noriegos y noriegas.

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