A corto plazo la minería submarina posiblemente conseguiría ocultar de forma deliberada sus impactos ambientales y económicos, pero las magnitudes de sus consecuencias futuras a nivel planetario son impredecibles. | Foto: Ecologistas en Acción

Ya son 11 los Estados europeos, entre ellos el español, que se han pronunciado a favor de una moratoria, pausa precautoria o prohibición de la minería submarina. No obstante, un nuevo informe publicado por Seas At Risk, apunta que es necesario pasar de las declaraciones a una acción más decidida de cara a la Asamblea de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos (ISA, por sus siglas en inglés) que se celebrará este verano en Jamaica.

El informe «The Changing Seascape of Deep-Sea Mining in Europe» evidencia que la comunidad internacional ya ha pasado por procesos similares en el pasado, como ilustran la moratoria de la pesca de ballenas o la prohibición de la minería en la Antártida. Por ello, organizaciones como Ecologistas en Acción, exigen al gobierno español que «se tome en serio la próxima asamblea de la ISA y ponga todo de su parte para que salga adelante la propuesta de política general para una moratoria internacional».

Se trata de un paso urgente, especialmente después de que Noruega abriera, a principios de este año, sus aguas en el Ártico a la minería submarina y de que la ISA se haya marcado como próximo objetivo aprobar el código minero que permitiría el inicio de la explotación en 2025.

Cada vez son más los países que han dado un paso adelante para parar esta actividad antes de que empiece, dados los impactos irreparables que podría provocar a escala planetaria en términos de pérdida de biodiversidad y de disrupción de las funciones de los océanos en la captura de carbono y la regulación del clima. El estudio de Seas At Risk hace referencia a numerosas publicaciones científicas que sostienen la urgencia de una moratoria y presenta una hoja de ruta con deberes para los gobiernos europeos.

Esta hoja de ruta incluye, entre otras medidas, prohibir la minería submarina en aguas bajo jurisdicción nacional, trabajar para establecer un embargo preventivo de minerales procedentes de los fondos marinos e iniciar una reforma integral de la Autoridad Internacional de los Fondos Marinos para centrar su misión en la protección de estos ecosistemas.

Impactos de la minería submarina

A corto plazo la minería submarina posiblemente conseguiría ocultar de forma deliberada sus impactos ambientales y económicos, pero las magnitudes de sus consecuencias futuras a nivel planetario son impredecibles.

El impacto de las plumas de residuos mineros con importantes concentraciones de metales pesados, que podrían desplazarse cientos de kilómetros de las zonas de extracción afectando tanto al fondo marino como a la columna de agua, podrían afectar a toda la cadena trófica mediante procesos de bioacumulación (acumulación de tóxicos en mayor concentración que en el medio)  y biomagnificación (un aumento de la concentración a medida que se sube en la cadena trófica por acumulación del tóxico proveniente de las presas).

La remoción de sedimentos, en muchos casos partículas muy finas, en los fondos también crearía plumas o columnas de partículas en suspensión que afectarían sobre todo a organismos filtradores, asfixiándolos, no sólo en las zonas contiguas, sino también a cientos o miles de kilómetros, en función de las corrientes.

La combinación de efectos tóxicos y la afección a la base de la cadena trófica en zonas con alta abundancia de ciertas especies de consumo humano puede tener impactos en la salud y en la productividad pesquera, tanto para comunidades locales e indígenas como para las flotas comerciales.

La destrucción física de los fondos en enormes extensiones (una concesión para nódulos podría explotar 9.000 km2 en 30 años) implicaría la fragmentación y pérdida de estructura y funciones ecosistémicas de hábitats, mientras que las formas de vida dependientes de hábitats como los campos de nódulos difícilmente podrían recuperarse.

Los océanos son el principal sumidero de carbono del planeta, capturando la cuarta parte del CO2 emitido por la actividad humana. La perturbación de los fondos marinos podría implicar la liberación de gases de efecto invernadero (particularmente metano y dióxido de carbono) secuestrados durante millones de años en los sedimentos del fondo, contribuyendo así al avance del cambio climático, mientras que la anulación o limitación de la capacidad de los organismos fijadores de carbono (como la del fitoplancton) reduciría la capacidad de absorción actual.

Los fondos submarinos acogen a numerosas especies en peligro de extinción. Algunas de ellas, como el caracol de pie escamoso (Chrysomallon squamiferum) fue incluido en la Lista Roja de la UICN precisamente por la amenaza que supone la minería submarina.

La destrucción o extinción de estas especies y muchas otras aún que están por conocer, podría impedir el descubrimiento de nuevas medicinas, asociadas a formas de vida de las profundidades oceánicas. Sin ir más lejos, el test para el diagnóstico de la covid-19 se desarrolló utilizando una enzima aislada de un microbio hallado en respiraderos hidrotermales de aguas profundas.

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