España ocupa la tercera posición en el ranking mundial de destinos turísticos gracias a los 64 millones de turistas que nos visitaron el pasado 2014. Por delante de España, solo se encuentran Francia y Estados Unidos, ocupando primera y segunda posición respectivamente.

Ahora, analicemos este dato: tanto Francia como Estados Unidos aplican, desde hace años, una tasa turística que ha de ser abonada al finalizar la estancia en el hotel seleccionado. El importe de este impuesto suele depender de la categoría del hotel, siendo más económico en los hoteles de menor categoría. En el caso de Estados Unidos, además, hay que pasar por caja antes siquiera de que nos subamos al avión que ha de llevarnos a nuestro destino. Sí, hablo del famoso ESTA, 14 dólares de impuestos disfrazados de tasa de seguridad. Y para ser objetivos, estas tasas turísticas no solo no han mermado el número de visitantes anuales que reciben ambos países si no que, por ejemplo, en el caso de Estados Unidos, han servido para ofrecer a los visitantes mejores infraestructuras para hacer que su estancia en el país resulte en una experiencia positiva y recomendable y que esto se traduzca en un mayor número de turistas año tras año.

Pues bien, en España, quitando Cataluña y un fallido intento que hubo en Baleares hace ya algunos años, no se aplica ningún tipo de tasa turística a aquellos que quieren disfrutar de nuestro soleado clima y de nuestros bien considerados servicios, recayendo toda la responsabilidad de la mejora de los productos turísticos en los empresarios del sector, en las ayudas recibidas desde los organismos públicos o directamente en la administración pública.

Pongamos por ejemplo la limpieza de las playas, de los Parques Nacionales, incluyendo en ellos los marítimos (realizada en muchas ocasiones por los propios buceadores), o la mejora de las infraestructuras como hoteles, zonas públicas, transportes, etc. Todo eso recae sobre las arcas nacionales o regionales sin considerar quiénes son los que las disfrutan, sin plantearse aplicar un modelo de turismo sostenible en el que los turistas aporten algo para el mantenimiento y mejora de tales servicios. Y esto es algo estúpido hasta la saciedad.

Las amenazas son fundamentales en el tema impositivo

Entre los argumentos que se esgrimen para no aplicar tales tasas, se encuentran las veladas amenazas de los turoperadores, como por ejemplo, Thomas Cook, que advierte de que una nueva aplicación de tasa turística en Baleares supondría una caída en el número de visitantes. Y puede que tenga razón si solo se aplicase tal impuesto (en este caso ecológico) en una sola región costera española. Hay numerosas zonas de sol y playa en España y fuera de ella así que, efectivamente, el turista puede decidir cambiar de destino. ¿Pero ocurriría esto mismo si este impuesto fuese aplicado a nivel nacional? ¿Dejarían alemanes, franceses, estadounidenses y británicos de visitar nuestro soleado y asequible país? Eso, parece un poco más complicado.

Analicemos el caso de Cataluña, en donde la tasa turística entró en vigor el 1 de noviembre de 2012. Nació con la intención de mantener Cataluña como un destino turístico competitivo y de calidad, y a pesar de haber encarecido el precio de las estancias en la región, parece que no ha disuadido a los turistas extranjeros de visitar la zona, ya que, según el Idescat (Instituto de Estadística de Cataluña) en 2011, la región recibió 14.969.400 turistas y en 2012, 15.533.600. Si revisamos el número de visitantes en 2014, se puede observar que las cifras solo van a más con unos impresionantes 18.311.800 millones de visitantes. ¿Es posible que el impuesto turístico, que en Cataluña se destina sobre todo a promoción, pueda estar ayudando a la mejora de estas cifras? Sí, es posible. Sin embargo, sería necesario realizar una más profunda investigación sobre las causas de este ascenso en los números para poder realizar afirmaciones más rotundas sobre qué parte de esta mejora de las cifras corresponde a la promoción realizada gracias al cobro de la tasa turística; pero lo que está claro es que el impuesto turístico no ha resultado en un descenso del número de visitantes que recibe la región. Algo tienen que estar haciendo bien en Cataluña. Como ejemplo de esto no se puede obviar el caso de Barcelona, que hace apenas un par de meses, ha logrado que este impuesto se dedique no solo a promoción turística, sino también a la mejora de los barrios de la ciudad, medida más que inteligente y que puede aumentar todavía más los más de 7 millones de visitantes que recibe la ciudad anualmente.

La aplicación de una tasa turística dedicada a la mejora o renovación de las infraestructuras y servicios nacionales, no es algo que debamos tomarnos a la ligera. En España contamos con numerosos emplazamientos declarados de interés cultural, natural o mixto por la UNESCO, un impuesto turístico podría emplearse en el mantenimiento de estos lugares, en la limpieza de fondos marinos protegidos, en más seguridad, mejores espacios públicos en las zonas turísticas, más transportes públicos… Y un largo etcétera.

El impuesto turístico supuso a Cataluña unos ingresos de 40,52 millones de Euros en 2014

El impuesto turístico supuso a Cataluña unos ingresos de 40,52 millones de Euros en 2014. Acostumbrados como estamos al expolio de las arcas públicas por parte de nuestra clase dirigente en cantidades muy superiores, podemos pensar que esta cantidad no merece la pena, pero parémonos un momento y pensemos la cantidad de mejoras que pueden hacerse con un importe como ese. Cuántas calles pueden pavimentarse, cuántos locales pueden ser insonorizados, cuántas playas mejoradas, cuántas campañas de marketing y publicidad en el extranjero (que tanta falta nos hacen, dado el desprestigio de la imagen de la marca España a nivel internacional); en resumen, cuánto podemos desarrollar un destino turístico con ese presupuesto. Tengamos en cuenta que por ejemplo, Turespaña, el organismo encargado de la promoción de nuestro país en el extranjero, tiene un presupuesto para este año 2015 de 83 millones de euros y Madrid Destino, Cultura, Turismo y Negocio (el organismo dedicado a la promoción de la ciudad de Madrid) contó con un presupuesto de 86 millones de Euros en 2014. Con estas cifras, queda más claro que 40,52 millones de euros, no es una cantidad que podamos tildar de ridícula.

Por supuesto, hoteleros, turperadores y otros actores del sector, no estarán de acuerdo con la necesidad de aplicar este impuesto ya que ,a primera vista, supone un encarecimiento de los servicios. Se impone la necesidad de buscar una fórmula válida que satisfaga a todas las partes implicadas y, por supuesto, incluir en este impuesto a las plataformas de alquiler de apartamentos. Por un lado, la tasa no debe ser tan alta que resulte disuasoria para el turista y, por otro, los empresarios turísticos necesitan hacer un ejercicio de responsabilidad hacia el resto de habitantes del país, ya que al final, la limpieza de las calles de Salou o Mallorca salen del bolsillo de muchos ciudadanos que no sólo no reciben ningún beneficio directo de la actividad turística, sino que además, pueden, entre otros inconvenientes, ver su descanso perjudicado por esta misma actividad. Por otro lado, haciendo que parte de este impuesto revierta en los empresarios turísticos en forma de ayudas para la mejora de los establecimientos y servicios, no solo se estará contentando a estos empresarios, sino que se estará mejorando la calidad de los servicios.  Junto a una mayor y mejor promoción exterior, se incrementará el número total de visitantes a España, lo que se traduciría en un mayor número de empleos. Y, al final, es lo que todos queremos.

Imagen | Flickr

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