• El líder del PSOE se gana la simpatía de Compromís e IU en su primera reunión y presume de ello: «Esto empieza bien».
• Pretende pactar con Ciudadanos y los minoritarios una agenda reformista que rebaje el protagonismo y las pretensiones del partido morado.
• Hoy se ve con Rivera y mañana con Iglesias, último líder en ser recibido por el candidato.
• Excluye a EH Bildu de las conversaciones y hablará con el PP y los independentistas catalanes sólo por «respeto» a sus votantes.

Pedro Sánchez tiene un plan. Su investidura está hoy igual de difícil que ayer, pero ya todo el mundo ha podido advertir una hoja de ruta clara y una determinación auténtica para lograr la cuadratura del círculo: hacerse con La Moncloa sin entenderse con el PP ni con el independentismo. O, lo que es lo mismo, superar los vetos cruzados que Ciudadanos y Podemos se han puesto en público y conseguir que ambos le despejen el camino.

Ese plan pasa por trasladar toda la presión a Pablo Iglesias, cuyos 65 diputados son vitales para que el líder socialista tenga éxito. Esta realidad es precisamente la que Sánchez trata de soslayar con sus primeros movimientos como candidato a la investidura, siguiendo la primera ley del buen negociador que ya exploró con la constitución de la Mesa del Congreso: dar la sensación de que no tiene una única vía de escape.

Los socialistas quieren desactivar el debate en torno al Gobierno de coalición propuesto por Podemos

El PSOE está vendiendo que su objetivo es articular una agenda «reformista y progresista» con todo aquel que esté dispuesto a ello, mirando principalmente a los 40 diputados de Ciudadanos. Para la consecución de esa tarea queda aparcado el asunto de los nombres, del tipo de Ejecutivo a conformar y otros detalles ‘menores’. Tratan así de desactivar el debate en torno al Gobierno de coalición que plantea Podemos, acorralando a Pablo Iglesias con la diabólica dialéctica de los “sillones”, pensar “más en el quién que en el qué” y anteponer los cargos a las políticas.

La meta es que el partido morado rebaje sus pretensiones y adopte otro talante, para cuando llegue el momento de la verdad ante ellos. El horizonte soñado consiste en pactar un acuerdo de mínimos con Albert Rivera que incluya muchas banderas de Podemos: plan de emergencia social, paquete de medidas anticorrupción, reforma de la ley electoral, derogación de las leyes más polémicas del PP, etc. Los socialistas consideran que Iglesias tendría muy difícil enmendarle la plana a un programa así, ya que sus votantes no lo entenderían. También sería injustificable vetarlo porque no se propone un Gabinete de coalición.

“¿Van a decir que se oponen solo porque no consiguen seis ministerios y la vicepresidencia?”, se preguntaban ayer diputados socialistas ante todo aquel que quería escucharles. Y es que ese Gobierno conjunto es el aro por el que parte del PSOE sigue sin pasar y también la opción que menos gusta a Sánchez. Por eso reitera su apuesta de “huir de los frentes” e impulsar un Ejecutivo “moderado”.

Imagen presidencial

El líder socialista dedicó la jornada del miércoles a capitalizar la designación del Rey, erigiéndose en hacedor del “desbloqueo” y explotando su imagen presidencial con el inicio de una solemne ronda de consultas. Se entrevistó en el Congreso con Coalición Canaria, Nueva Canarias, Unidad Popular-Izquierda Unida y Compromís. Sánchez dejó en sus interlocutores dos sensaciones, según admitieron todos ellos al término de los encuentros: va muy en serio y prioriza las políticas sobre los nombres. La primera de ellas se reforzó con la designación de un equipo experto y solvente para negociar con los grupos parlamentarios la semana que viene. 

Sánchez tiene muy avanzado el apoyo de los ocho diputados de CC, NC, IU y Compromís

El guion persigue sumar todos los apoyos posibles antes de poner a Podemos ante el brete final: o permite que esa agenda social y reformista se desarrolle o provoca nuevas elecciones al unirse al bloque del ‘no’ del PP. Con el añadido de que en el primer día ya se ganó la simpatía de formaciones muy próximas a Podemos: la IU de Garzón -que se presentó junto a Iglesias en Cataluña y Galicia- y Compromís -que hizo lo propio en Valencia-.

Los socialistas consideran que esta es su jugada maestra, un win-win del que saldrán con un Gobierno monocolor o mínimamente participado por otras fuerzas o independientes. Si no, habrá nueva convocatoria electoral donde Podemos tendría que asumir el coste de ser el causante de su celebración -y a la sazón de que Rajoy siga en La Moncloa al menos hasta julio-, amén de tener muy difícil la reedición de las confluencias que explican gran parte de su éxito de diciembre. Todas ellas saben ya que no tendrían el grupo propio que su socio les prometió.

“Esto empieza bien”, dijo Sánchez anoche al hacer balance de las cuatro reuniones. Ana Oramas, la diputada de CC, prácticamente le aseguró su apoyo a un Gobierno que no fuera de coalición con Podemos. El PSOE también tiene asegurado el aval del parlamentario de Nueva Canarias, Pedro Quevedo, con quien concurrió en las generales. Y hasta IU y Compromís se mostraron de lo más posibilistas, en claro contraste con las advertencias de Iglesias el día anterior.

Guiños de IU y Compromís

Para Alberto Garzón y el tándem Joan Baldoví/Mónica Oltra los nombres del futuro Gobierno son lo de menos. El primero remarca que pone “el programa por delante” y ni menciona la propuesta de Iglesias de que IU participe en el Gabinete de coalición. La federación de izquierdas se dijo “optimista” sobre los planes de Sánchez y alertó de que si no le salen, la alternativa es que gobierne el PP o que haya nuevas elecciones “de las que el PP saldría fortalecido”. Cayo Lara incluso cargó contra los que vayan a “poner chinas en las ruedas” a esa alternativa que comienza a abrise paso.

IU advierte contra los que pongan «chinas en las ruedas» del Gobierno que empieza a fraguarse

Más buenas nuevas para el PSOE llegaron desde Compromís. Los cuatro diputados del partido valenciano no están lejos de apoyar su investidura, a tenor de lo escuchado de boca de Baldoví y Oltra. Su propuesta es “un Gobierno a la valenciana” -región donde, por cierto, hay consejeros de PSOE y Compromís, pero no de Podemos- que se articule en torno a una hoja de ruta claramente definida. Pondrán “todo” de su parte para que se consiga. Oltra percibió en Sánchez “clima de ganas de cambio, de ponernos las pilas” y se desmarcó del veto a Ciudadanos. Ve difícil un pacto con Rivera, pero si el partido naranja se abstuviera o apoyara un programa de Gobierno que asume los preceptos básicos de Compromís, no tendrían problema en ir de la mano.

El panorama, pues, se le está oscureciendo a un Podemos que marcó bien la agenda con su órdago del 22 de enero pero que cada vez tiene más difícil explicar su enrocamiento. Si Sánchez comienza a ganar apoyos –aspira a cortejar también al PNV, a quien recibirá el sábado- y van pactándose medidas parecidas o idénticas a las que reclama Iglesias, la situación se irá complicando. Quizá por eso ayer apremió a Parxi López para que la sesión de investidura se celebre cuanto antes, a ser posible en 15 días. A Iglesias le entran las prisas.

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