El nuevo móvil -«phablet»- de la compañía coreana, que es una versión más grande del S6 Edge, cuenta con una pantalla gigantesca, de una definición nunca vista en el mundo de los smartphones . Eso sí, a fuerza de ser innovador con los bordes curvados, el terminal es a ratos incómodo.

Basta con desbloquear el Edge+ para apreciar más detalles en la imagen que en cualquier otro móvil. La pantalla con la tecnología SuperAMOLED muestra unos colores nítidos y una densidad de puntos fabulosa.

Pero lo más destacable de esta pantalla, además de su tamaño aumentado hasta las 5,7 pulgadas, son los bordes curvos, unas zonas con las que también se puede interactuar. Esta característica es la que más consigue diferenciar a Samsung del resto de marcas del mercado.

No obstante, tiene sus pegas; si bien la curva aporta una experiencia más inmersiva, con la que se aprovecha al máximo la superficie del teléfono y se reduce la importancia del marco que rodea a la pantalla, se pueden producir interacciones de manera involuntaria cuando se está manejando el aparato con una sola mano. En mi caso, escuché el comienzo de «Love Illumination» de Franz Ferdinand más veces de las que quería, dado que al tratar de alcanzar el botón de bloqueo seleccionaba sin querer otra canción de Spotify.

Pero si se dejan aparte estas pequeñas salvedades, la pantalla es lo que convierte a este smartphone en una auténtica ventana al mundo, en la que ver vídeos de ultra alta definición de YouTube es, prácticamente, como estar dentro de los escenarios que aparecen en el display.

Si se le pueden sacar dos pegas más al teléfono, estas son que el consumo de batería es bastante alegre -casi seguro por el tamaño del panel interactivo- y que el sistema operativo no es completamente fluido. Aunque Android ha dado un salto de gigante en los últimos 5 años, las aplicaciones todavía registran algunos retrasos en su ejecución, así como pequeños fallos que van y vienen de manera esporádica. Nada grave.

También en el capítulo de hardware, el detector de huellas para desbloquear (que está en el botón físico, como en los iPhone) funciona a la perfección, muy rápido.

Por otro lado, destaca la potencia de la cámara del móvil. El nivel de detalle es quizá un poco más alto que en su hermano pequeño, el Galaxy S6 Edge, pero el rendimiento es igual de fantástico en ambos terminales. En cuanto a la cámara frontal, hacerse selfies con ella genera unas imágenes nítidas y más que correctas, casi como una cámara principal.

Me parece una responsabilidad excesiva la tarea de recomendar o desaconsejar la compra de un artículo de 800 euros. Lo que tengo claro es que me va a costar mucho, muchísimo volver a mi iPhone 5S después de dos semanas probando esta bestia.

 

Foto: Flickr – Kārlis Dambrāns

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