Gran parte de las bebidas de consumo, alcohólicas o no, tienen burbujitas. Las burbujas son una señal de que la bebida está saturada con dióxido de carbono. Tradicionalmente algunas bebidas lo contienen por acción de los microorganismos que fermentaban y producían el alcohol, como ocurre en la cerveza, el champán o el vino de aguja. También había manantiales y aguas termales donde debido a los minerales de la zona, el agua estaba carbonatada, como el de Selters (de donde proviene la expresión de agua de Seltz) o el de Vichy. El químico Joseph Priestly en el siglo XVIII descubrió un método para carbonatar el agua de forma artificial, inventando así el agua con gas, de la que muchos apreciamos el cosquilleo en la garganta… o incluso en la nariz.

Beber agua con gas no supone ningún problema para la salud, más allá de las molestias que puede ocasionarte llenar de burbujas el tracto digestivo, aunque este siempre encuentra la forma de salir, más o menos ruidosa. Las cantidades de ácido carbónico o bicarbonato ingeridas no son suficientes para alterar el pH fisiológico, así que en general, el agua con gas es inocua. Sin embargo hay excepciones, y no tienen nada que ver con la industria de la bebida, ya que una de las mayores catástrofes naturales de la historia reciente fue precisamente debida a una enorme explosión de agua con gas.

Sucedió el 21 de agosto de 1986 en el lago Nyos, en Camerún. El lago está formado por la acumulación de agua de lluvia encima del cráter de un volcán. La capa de agua inferior, más fría fue acumulando durante mucho tiempo el CO2 que procedía de las emanaciones de la caldera, mientras que la capa de agua de arriba, más caliente, no acumulaba apenas CO2, por lo que se formó un estado por la sobresaturación de gas de la capa inferior. Metaestable para entendernos, es algo que parece tranquilo, pero que a la mínima revienta. Y precisamente eso pasó cuando un simple desprendimiento de tierra tuvo el mismo efecto que cuando agitas una botella de gaseosa y luego abres el tapón: una monumental explosión de agua con gas. El problema es que el CO2 es más denso que el aire y los millones de toneladas de CO2 liberado inundaron el valle causando la muerte de más de 1.800 personas y el ganado en 25 kilómetros a la redonda. El agua con gas natural tiene estas malas bromas.

Un fenómeno parecido se ha teorizado que puede suceder en el mar, pero no debido a CO2 sino a la afloración de hidratos de metano. Una fuente de gas en el fondo del mar haría que el agua disminuyera su densidad y minimizara la tensión superficial, imposibilitando que un barco flotara, por lo que si un barco pasara por una zona en la que se produjera uno de estos afloramientos, acabaría irremisiblemente en el fondo del mar sin dejar ningún rastro. Curiosamente uno de estos afloramientos fue descubierto en 1981 por el servicio geológico estadounidense precisamente dentro del conocidísimo triángulo de las Bermudas, donde, por cierto, no desaparecen más barcos que en cualquier otra zona marina transitada del mundo. A día de hoy no hay ningún barco que se haya podido demostrar que se ha hundido por esta causa, pero quizás este fenómeno podría estar detrás de las muchas desapariciones inexplicadas que quedan por resolver en todo el mundo, y no solo en ese reclamo turístico caribeño inventado por Charles Berlitz que es el triángulo de las Bermudas. Así que ya sabes, si haces un barco de papel, no lo pongas en agua de Vichy que se hundirá.

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