El gigante low cost ya consiguió el pasado ejercicio un beneficio récord de 867 millones de euros. La compañía no se conforma y la fortaleza de sus ventas le permite mejorar un 25% sus previsiones para este año y ahora augura obtener un beneficio de entre 1.175 y 1.225 millones.

Ryanair ahora es otra Ryanair. Volcada en intentar caer bien al cliente (algo que antes no era ni de lejos un objetivo) y en eliminar los elementos más molestos de su servicio al viajero, la estrategia está dando resultado y se está traduciendo en un fuerte incremento de sus ventas. Si hace dos años la aerolínea sólo recortaba sus previsiones de beneficios, ahora los anuncios siempre son de mejora de las estimaciones.

El gigante de la aviación europea de bajo coste ha anunciado hoy una revisión al alza (muy al alza) de sus previsiones de beneficio anual tras un comportamiento excepcionalmente bueno del negocio durante el verano. Hasta ahora su estimación de resultados se situaba entre los 940 y los 970 millones al cierre del ejercicio fiscal (que finaliza el 31 de marzo). La compañía eleva un 25% ese rango y la previsión revelada hoy eleva el beneficio hasta la horquilla entre los 1.175 y los 1.225 millones de euros.

Con estas nuevas estimaciones, Ryanair cerraría el ejercicio con un incremento de sus ganancias de entre un 35 y un 40% en relación a los 867 millones de euros obtenidos el año anterior (que ya fue un año récord tras disparar los resultados un 66%).

Un verano récord

El negocio de Ryanair se ha disparado durante este verano muy por encima de lo que esperaba. En el primer semestre de su año fiscal ha elevado su tráfico de pasajeros un 13% (cuando preveía un incremento del 10%) y las tarifas han crecido un 2% (cuando creía que las tendría que mantener estables). Y en el segundo trimestre del ejercicio, el de verano, el tráfico se ha elevado un 15% (frente a la previsión de la compañía del 13%) y ha conseguido mantener los precios de los billetes (pese a que creía que los tendría que bajar entre un 4 y un 8% para mantener cuota de mercado).

El resultado es que la compañía ahora espera alcanzar durante este ejercicio un récord de 104 millones de pasajeros transportados en sus aviones, un millón por encima de la previsión que mantenía hasta ahora, que ya era optimista, y nada menos que 13 millones de clientes más que el ejercicio anterior. Una previsión que se asienta en el buen comportamiento de las reservas para el tercer trimestre de su ejercicio, para el que a estas alturas ya tiene un 30% de los asientos vendidos.

«Estamos sorprendidos de la fortaleza de las reservas y de las tarifas este verano, en el que hemos conseguido ocupaciones récord del 95% tanto en julio como en agosto mientras que las tarifas crecían un 2%, cuando esperábamos que se mantuvieran estables», explica el consejero delegado de Ryanair, Michael O’Leary. La compañía presume de buenos resultados y los achaca a su nueva estrategia comercial y de servicio al cliente, pero también admite que el negocio ha crecido tanto gracias a factores coyunturales (como la fortaleza de la libra, el mal tiempo en el norte de Europa, los bajos precios del petróleo…).

Y, de hecho, Ryanair ya pone la venda antes de la herida y advierte de que estas condiciones tan favorables no durarán siempre, así que insta a «accionistas y analistas a evitar una exuberancia irracional» sobre estimaciones futuras. Y, al tiempo, la compañía avisa de que la industria aérea se verá golpeada durante la temporada de invierno por una «corrosiva y constante guerra de precios» entre las compañías.

La reinvención de Ryanair

Hace apenas dos años, Ryanair se encontraba en un peligroso estado de zozobra. Asediada por su potente mala imagen de aerolínea antipática, sus rivales habían empezado a comerle la tostada en varios de sus mercados clave (en el caso de España, Vueling era/es su quebradero de cabeza) y el grupo veía peligrar la sostenibilidad del negocio a largo plazo. No había urgencias, el peligro no era inminente, pero el futuro, de continuar así, era más que incierto.

El gigante ‘low cost’ crecía a una velocidad mucho menor que sus competidores, la cuota de mercado menguaba o se estancaba según los casos, y Ryanair recurría de nuevo a agresivas rebajas de precios como única vía para defender su posición, aún a costa de castigar su cuenta de resultados. La compañía llegó a anunciar en 2013 dos recortes de sus previsiones de beneficio (profit warning) en apenas dos meses e incluso llegó apuntarse pérdidas parciales en su peor trimestre de toda la crisis (el último de ese mal 2013).

Pero Ryanair optó entonces por reinventarse. La compañía eligió convertirse en una nueva Ryanair para que hubiera una Ryanair en el futuro, y reformuló de arriba abajo su archiconocido modelo ultralowcost para empezar a caer simpática. La aerolínea empezó a atender las grandes quejas de sus clientes, todas ésas que hasta entonces había desoído en pos de un servicio espartano. Rebajó los recargos/castigos que cobra por facturar maleta en el aeropuerto o por olvidar imprimir la tarjeta de embarque, permitió a los pasajeros llevar un segundo bulto pequeño en cabina, eliminó la estruendosa megafonía en los vuelos de primera y última hora del día, eliminó algunas de las trampas que había que sortear para comprar billetes en su web…

Una nueva política de relación con el cliente (a la que se ha sumado la venta a través de agencias de viajes y su apuesta por el viajero de negocios con servicios específicos) que ha hecho que los datos de ocupación de sus aviones se recuperen mientras relanza un ambiciosa política de expansión con nuevos destinos, más vuelos, más bases y ampliación de flota. ¿El resultado? El beneficio de 523 millones de euros con que cerró el ejercicio 2014 (finalizado el 31 de marzo de ese año), se convirtieron en 867 millones en 2015 y ahora espera elevarlos hasta el entorno de los 1.200 millones este año fiscal.

 

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