En alguna ocasión he mencionado el impecable trabajo de organización antes y durante los Juegos Olímpicos de Barcelona y cómo éstos sirvieron para presentar una imagen completamente renovada y vanguardista de la ciudad que desde 1992 y de manera imparable, se ha traducido en millones de visitantes anualmente. Todo en Barcelona salió de manera impecable: la seguridad, los voluntarios, el público, los deportistas… Seguro que hubo algún problema, pero 24 años después ha caído en el más olvidado de los olvidos.

Pekín 2008, desde la ceremonia de inauguración hasta la de clausura, fue también un ejemplo a tener en cuenta. Lo mismo podríamos decir de otras sedes olímpicas como Londres, Los Ángeles o Montreal. Pero o mucho me equivoco, o Río 2016 no pasará a los anales de la historia como ejemplo de buen hacer, si no todo lo contrario.

Desde el principio algunos albergábamos dudas sobre la idoneidad de la elección de Brasil y concretamente, de la populosa ciudad de Río de Janeiro, para acoger un evento deportivo de esta envergadura, no solo debido a la crisis económica que asola a Brasil desde hace varios años (cierto es que en el momento de ser seleccionado como sede, el país era considerado una economía emergente), sino, y sobre todo, a los más que conocidos problemas de seguridad de la ciudad carioca problema que ha llevado a un recrudecimiento de la violencia policial que ha dejado, según Amnistía Internacional, un rastro de 2.500 muertos desde 2009, año en que supimos que la ciudad sería la sede de los JJ.OO. de 2016. Si este evento no sirve para ilusionar a tu población con un futuro mejor, entonces estás perdiendo el tiempo, Río.

En cuanto a los juegos en sí, han sido numerosas las meteduras de pata, empezando por el intento de robo de la antorcha olímpica a su paso por la ciudad de Guarulhos, en el estado de Sao Paulo y el empeño por apagar su llama, existiendo hasta un movimiento en redes sociales llamado “apaga la antorcha”.

Continuamos con un desastre mayor: el despido de la empresa contratada para responsabilizarse  de la seguridad a una semana del comienzo de los JJ.OO. Todo ha estado mal en este asunto: Brasil contrata a dicha empresa unas semanas antes de la ceremonia de inauguración, la empresa solo puede reunir 500 de los 3.400 efectivos encargados de la seguridad y, una semana antes, Brasil dice que adiós muy buenas y que agentes en activo y retirados y detectores de metales, velarán por la seguridad de todos, deportistas y asistentes. A ver, Brasil, estas cosas, sabiendo que tenéis que hacerlas y que Río no es una ciudad como muy segura (sin contar con el hecho de que solo por ser sede olímpica, pasa a ser objetivo terrorista) tenéis que preverlas con antelación, no unas semanas antes empezar a mirar, ¿Qué esperabais, una oferta de última hora?

La piscina de agua verde es objeto de memes y chistes en redes sociales y no creo que haya que añadir mucho más sobre ese tema. Solo lanzar una sonora carcajada con doble voltereta ante la frase de Mario Andrada, portavoz del Comité Organizador de Río 2016, quien ante el verdoso problema afirmaba: “Hemos aprendido que la química no es una ciencia exacta”. Correcto, Sr. Andrada, la química no es una ciencia exacta… Solo que sí lo es. La cuestión del agua en Río no acaba aquí, de hecho no han sido capaces de descontaminar las aguas de la Bahía de Guanabara, zona en la que se desarrollan las pruebas de vela y que ya ha causado problemas a algún deportista, como a  la regatista belga Evi Van Acker, con problemas intestinales, quien lleva entrenando en esas aguas desde julio y a quien nadie se le ocurrió avisar sobre la contaminación.

Continuando con deportes acuáticos es de obligatoria mención el desplome de la plataforma de salida de la prueba de aguas abiertas el pasado sábado 13 de agosto, con lo que han tenido que construir otra de manera apresurada para que la prueba se pueda desarrollar con normalidad.

Otros desastres son la premura por acabar el Centro Internacional de Transmisión, que estaba siendo pintado 24 horas antes del comienzo de los JJ.OO; los errores en la bandera China; el caos durante el control de acceso a las pruebas deportivas que han provocado que muchos espectadores no llegasen a tiempo; la imposibilidad de acabar los alojamientos de la Villa Olímpica de modo que delegaciones como la argentina y la australiana, han preferido buscarse la vida a dormir allí. La propia delegación española se encontró con problemas de fontanería, cables sueltos, aire acondicionado que no funcionaba… El lugar perfecto para habitar mientras compites por una medalla después de años de entrenamiento.

Supongo que no es esta la imagen que quería vendernos Río de Janeiro, porque lejos de utilizar este evento para su lanzamiento internacional, lo que están consiguiendo es quedar como un destino mediocre y a años luz de la modernidad. Con todo, los JJ.OO están dejando momentos para el recuerdo, algunos muy negativos, como los mencionados problemas en las infraestructuras o los abucheos a los deportistas no brasileños que han provocado las lágrimas de algunos de ellos en el podio y que dicen muy poco de la afición local.

Otros momentos, sin embargo, son maravillosos, como el gesto de la española Lidia Valentín tras ganar el bronce en halterofilia; la delegación de refugiados; la valiente Simone Biles, que no quiere ser la próxima Bolt o Phelps, si no la primera Simone Biles; los propios Phelps o Bolt, impresionantes e imparables ambos; o la nadadora china Fu Yuanhui cuya fantástica espontaneidad le ha llevado a tratar un tema tabú: el de la menstruación de las deportistas (ovación en pie para ella). Pero si tengo que quedarme con un solo momento de estos juegos, lo haré con una caída, la de las atletas Hambling y D´Agostino. Ambas deportistas, con su generosidad y deportividad, hicieron que se me empañasen los ojos. Y no debo ser la única, ya que a pesar de llegar las últimas a la meta de los 5000 m, fueron repescadas por la organización para disputar la final.

Este domingo acaban estos Juegos Olímpicos y comienza la cuenta atrás para los de Tokio 2020. Conociendo cómo son los japoneses tengo muchas esperanzas puestas en ellos. A Río solo puedo decirle que han desperdiciado su oportunidad; aunque puedo estar equivocada. Lo sabré en unos años.

IMAGEN: Ian Burt.

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