OCU y Euroconsumers han elaborado un listado de 5 criterios fundamentales que cualquier sistema de gestión de residuos debe cumplir

Ochenta millones de toneladas, 177,2 kg por habitante de la UE de promedio. Esta es la cantidad de residuos que se genera cada año en la UE, sólo en embalajes. Desde la Organización de Consumidores y usuarios (OCU) observan que «no es coincidencia que los consumidores estén cada vez más preocupados por el impacto ambiental generado por la sobreproducción y el sobreconsumo, incluidos los residuos de envases y embalajes».

Según las encuestas realizadas por la OCU, los consumidores ya realizan pequeñas acciones para reducir su impacto ambiental. «Pero la gestión de residuos no es sencilla y a menudo los consumidores no saben si los envases se pueden reciclar, dónde desecharlos o si, realmente se reciclarán».

Cómo debería ser un sistema de gestión de residuos

Con el objetivo de asegurar que el diseño de los sistemas de gestión de residuos es eficaz, pero es también útil para los consumidores OCU, de la mano de Euroconsumers, ha elaborado un listado de 5 criterios fundamentales que considera que cualquier sistema de gestión de residuos debe cumplir. Y así se lo ha trasladado a las administraciones europeas, nacionales y regionales.

El sistema debe ser riguroso. Por tanto, «cualquier decisión debe basarse en estudios técnicos y científicos independientes que tengan en cuenta todo el ciclo de vida de los productos de embalaje».

También debe ser seguro. Los consumidores deben poder confiar en que su salud y seguridad no están en riesgo. Por eso, explica la organización, la valoración del sistema de gestión de residuos de envases debe incluir también una evaluación de sus impactos ambientales y sanitarios.

La participación de los usuarios es fundamental. Y, en consecuencia, el sistema debe ser cómodo. «Los factores más importantes que impulsan los hábitos de reciclaje de los consumidores europeos son por un lado unas instalaciones de reciclaje eficientes y fáciles de usar y, por otro, los beneficios ambientales e incentivos económicos».

Si los consumidores deben cambiar la forma en que consumen, reutilizan productos y envases, y la forma en que desechan bienes, estos cambios no pueden suponer una carga económica adicional. «Un sistema que tenga un coste más alto será difícil de aceptar y corre el riesgo de no alcanzar su objetivo», advierte.

Si se espera que los consumidores asuman su responsabilidad y contribuyan a la reducción de residuos de embalaje, «no pueden hacerlo sin tener acceso fácil a información fiable. Necesitan saber qué envase debe reciclarse o reutilizarse, qué es exactamente lo que deben hacer y cómo tienen que hacerlo. Y para ello se necesita información adecuada, una comunicación clara y campañas educativas. Y sobre todo un etiquetado estándar en toda la UE».

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