El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, no sabe lo que es el machismo. Ha enviado a su vicepresidenta, Soraya Sáenz de Santamaría, a enfrentarse al resto de candidatos a la presidencia en el debate de Antena 3 –e intentó hacerlo también con el de El País–, porque, entendemos, sabe que eso está «chupao». Lo difícil de verdad es lo que hará hoy en Tiempo de Juego, de la Cope: Animar al Real Madrid en su encuentro contra el Shakhtar, al Atlético frente al Galatasaray y al Sevilla contra el Borusia. Eso es lo que quieren los españoles.

Porque Mariano sabe que la gente se puede aburrir de cosas nimias como el futuro del país, las propuestas de cada partido, o las acusaciones constantes de corrupción. ¿Para qué intentar ofrecer la imagen de un estadista firme frente al terrorismo cuando puede hablar de balompié junto a Paco González, Manolo Lama y Pepe Domingo Castaño?

Rajoy, sin duda, conoce la historia de Franklin Delano Roosevelt y la magia de la radio. El presidente estadounidense, confinado a una silla de ruedas por culpa de la polio, se dirigió a los estadounidenses a través de las ondas en 30 discursos emitidos entre marzo de 1933 y junio de 1944. En ellos hablaba de la banca, del desempleo o de la lucha contra el fascismo. Devolvió a la esperanza a los estadounidenses en estas «charlas ante la chimenea».

Nuestro presidente cambiará, eso sí, frases como «lo único que tenemos que temer es al propio miedo» por «¡Gol de Benzema!». Incluso puede reutilizar el «Nadie puede convertir un gato en un tigre asfixiándolo» de Roosevelt para referirse al sistema defensivo de Rafa Benítez. Ya me lo puedo imaginar: «Cristiano, sé fuerte, mañana te llamaré».

Lo que parece evidente para los estrategas de Rajoy es que al presidente no se le ha perdido nada en debates con un montón de mocosos empeñados en hablar de regeneración, con sus «trending topics», su «inglés» o su «yomvi». Que vuelvan al plató cuando hayan lidiado con unos «hilillos de plastilina» o cuando hayan apoyado a un amigo en la cárcel. También es cierto que ningún presidente en ejercicio se ha enfrentado nunca con más de un rival al mismo tiempo en un debate, y que no está claro que los elegidos sean los que, con las normas en la mano, corresponde discutir. No va a ser Rajoy más valiente que Felipe González, Aznar o Zapatero.

Hablar con Bertín Osborne en su casa o en La Moncloa, como hará el 2 de diciembre, será otro reto mayúsculo. En lugar de enfangarse en el barro de las ideas o las palabras, el presidente deberá hacer algo mucho más difícil, si cabe, que cantar goles: parecer humano y caer bien a cuatro millones de españoles.

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