La decisión de Mariano Rajoy de tomar las riendas tanto en el Ejecutivo como en el PP conlleva una consecuencia clara, tal vez la más importante de todas las que el líder popular anunció el pasado jueves: el presidente del Gobierno asume la coordinación entre Moncloa y Génova porque se ha cansado de la guerra que mantienen desde hace siete años la vicepresidenta del Gobierno, Soraya Sáenz de Santamaría, y la secretaría general del partido, María Dolores de Cospedal.

Rajoy mantiene a ambas en sus puestos, pero a las dos les corta las alas. En primer lugar, la vicepresidenta verá recortado su poder porque Rajoy se involucrará más en la tarea de comunicar las decisiones del Ejecutivo. Sin duda, el auténtico portavoz del Gobierno será, a partir de ahora, el jefe del Ejecutivo.

En segundo término, la secretaría general verá diluidas sus funciones al asumir Rajoy la presidencia del comité de dirección del PP, algo que el líder del partido había delegado en Cospedal desde que se instaló en el palacio de la Moncloa. No quiere el presidente del Gobierno que cualquier decisión que se tome en el PP escape a su control.

Y, en tercer lugar, ambas pierden poder al quedarse sin la tarea de la coordinación entre el Gobierno y el PP. Con ello, no habrá fricciones entre ellas. El hombre que se encargará de tal labor será Jorge Moragas, el jefe de Gabinete de la Presidencia del Gobierno y el gran vencedor –junto con Pablo Casado- de la crisis abierta por los barones territoriales del PP y zanjada, en principio, por Rajoy. Será Moragas la correa de transmisión que hará llegar al presidente del Gobierno lo que se cuece en Moncloa y Génova.

Con estas decisiones, el líder del Ejecutivo y del partido no rompe el equilibrio entre ambas que tanto le gusta mantener. Tal y como ha publicado SABEMOS desde el comienzo de esta crisis, no habrá vencedores ni vencidos en la pugna que Soraya y Cospedal mantienen desde el año 2008. Ninguna podrá sacar pecho de que ha ganado a la otra.

Soraya y Cospedal pierden a sus principales escuderos

No hay que olvidar que, para más inri en esa igualdad de armas, las dos se han quedado sin sus principales escuderos. Cospedal ha perdido a su mano derecha, Carlos Floriano, uno de los grandes perdedores de la crisis, mientras Soraya deja de contar con uno de los principales colaboradores, Jaime Pérez Renovales.

Precisamente, a la vicepresidenta le tocó comunicar a los medios, en la rueda de prensa habitual tras la reunión del Consejo de Ministros, la primera deserción de uno de sus fieles: el subsecretario del Ministerio de la Presidencia abandona el Gobierno a petición propia. Su puesto será ocupado por el hasta ahora por el secretario de Estado de Medio Ambiente, Federico Ramos de Armas.

Renovales daba el perfil perfecto de sorayo, ya que es funcionario por oposición (abogado del Estado, como la vicepresidencia, y miembro de la generación de estos autodenominada La Gloriosa), destacaba por su labor técnica y llegó a la Moncloa después de dirigir la Asesoría Jurídica del Grupo Santander y de ser consejero del banco.

Al ser preguntada por un periodista si la deserción de Renovales iba a ser acompañada por cambios en sus tareas, como la que desempeña de portavoz del Gobierno, la vicepresidenta intentó zanjar la cuestión: “No vea más de lo que hay”. Eso sí, a renglón seguido subrayó, una vez más, que los cambios en el Ejecutivo corresponden en exclusiva al presidente del Ejecutivo

La crisis de Gobierno pasa a un segundo plano

Otra de las consecuencias que conlleva el discurso de Rajoy ante el comité ejecutivo del jueves es que la crisis de Gobierno ha pasado, precisamente, a un segundo plano. Nadie habla haya de cambios en el Gabinete y todas las fuentes consultadas por este periódico digital dan por hecho que se limitarán a un mero retoque: la salida del ministro de Educación y Cultura, José Ignacio Wert, que ha pedido irse a París para acompañar a su actual esposa, Montserrat Gomendio.

Preguntada Sáenz de Santamaría en la rueda de prensa si Rajoy se ha dirigido a los ministros para confirmarles en sus puestos y lanzar un mensaje de tranquilidad, la vicepresidenta subrayó que las deliberaciones del Consejo son secretas, tanto en este asunto como en cualquier otro. “Y mire, yo no puede hablar de conversaciones privadas del presidente del Gobierno”, recalcó la número dos del Ejecutivo.

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