Iglesias renuncia a una Vicepresidencia a la que nunca optó y lo presenta como gesto de buena voluntad. Sánchez celebra que se vaya a celebrar una reunión a tres de su partido y los emergentes pese a que cada uno acudirá con intenciones muy distintas. La repetición de elecciones sigue siendo el escenario más plausible.

En junio de 1977, Adolfo Suárez y Josep Tarradellas se reunieron bajo una gran expectación en el Palacio de la Moncloa. Debían abordar el retorno del presidente de la Generalitat en el exilio, que sería nombrado jefe del Ejecutivo catalán preautonómico poco después. Sin embargo, esa entrevista monclovita fue un desastre. El absoluto desencuentro entre los protagonistas estuvo a punto de hacer levantarse de la mesa a Tarradellas, como se sabría años más tarde. El político catalán resistió el impulso y, al acabar, decidió mentir a la prensa y asegurar que la reunión había ido «de maravilla». Un gesto que a la sazón contribuiría a limar asperezas y favorecer el posterior entendimiento.

¿Pasará algo similar ahora entre Pedro Sánchez y Pablo Iglesias? Los líderes de PSOE y Podemos celebraron su esperado encuentro casi un mes después de la fallida sesión de investidura y a cuatro semanas de que expire el plazo para elegir presidente. Un momento crucial en el que a ninguno convenía volver a escenificar distancias, so pena de aparecer como políticos incapacitados para el diálogo que se supone marcará esta nueva etapa. Y como responsables de las nuevas elecciones a que abocaría tal desencuentro.

Así que vendieron sintonía desde antes de empezar. Los equipos de ambos protagonistas pactaron una puesta en escena acorde a la mediatización que vive la política española. Cincuenta metros de desfile en pareja -recorrieron juntos la distancia que separa el edificio histórico del Congreso y el de la Ampliación IV, donde se habían citado-, regalo de Pablo a Pedro, intercambio de sonrisas y gestos de complicidad. Y hora y media larga de conversación en la que hablaron de series, literatura y política americana antes de abordar el auténtico motivo de la misma.

La Vicepresidencia se había convertido en un lastre para Iglesias, eclipsaba el resto de sus propuestas

Ahí soltó Iglesias el mensaje que llevaba preparado, con el que una vez más marcó la pauta: renunciar a su célebre Vicepresidencia plenipotenciaria, el organismo que iba a ocupar en su anhelado “Gobierno del cambio” y a cuya explicación dedicó siete de las 99 páginas del programa Un país para la gente.

El líder de Podemos, hábil como ningún otro en el manejo de la estrategia, aplicó una de las enseñanzas más célebres de su admirado Maquiavelo: «El hombre sabio procurará que sus actos parezcan siempre voluntarios y no forzados, por mucho que pueda obligarle la necesidad a realizarlos». Rechazar la Vicepresidencia es un gesto carente de trascendencia -¿puede renunciarse a lo que nunca se tuvo?- presentado como dolorosa cesión en aras de un bien mayor -alcanzar un acuerdo que evite elecciones y desaloje al PP del poder-. Ahora le toca al PSOE, vino a decir, demostrar con hechos que de verdad está por el “cambio”. Él ya lo ha hecho. Iglesias y Sánchez coincidieron en ver un “avance” en este punto, si bien el segundo puso el énfasis en que al fin Podemos ha aceptado sentarse en la misma mesa que Ciudadanos.

En realidad, lo que ha hecho el dirigente morado es liberarse de un lastre. La posición que desde el 22 de enero viene defendiendo para desbloquear la política española quedaba ensombrecida por esa ambición personal tan difícil de vender. El foco siempre se movía hacia la Vicepresidencia plenipotenciaria, el control del CNI y el resto de competencias que Iglesias se autoautribuyó, eclipsando las demás propuestas y el modelo de checks and balances que propugna para el Gabinete. Sus rivales lo tenían muy fácil para desacreditarle arguyendo que sólo le importa el poder por el poder -“los sillones”- y mostrando reservas sobre la sinceridad de la oferta planteada.

Maniobra en clave interna

Con su enésimo giro de guion, Iglesias neutraliza ese discurso, marca la pauta en un momento clave y pone la pelota en el tejado de Sánchez. De propina, asesta otro golpe interno a Íñigo Errejón, a quien desplaza como líder del equipo negociador de Podemos. El secretario general asumirá personalmente tal puesto, manteniendo a Errejón dentro de un grupo en el que ya figuran hasta nueve personas. Y todo ello sin saber muy bien qué se va a negociar.

Porque Iglesias anunció que se abrirá una “senda de diálogo” permanente con los socialistas a la vez que insistió en que debe superarse el pacto PSOE-Ciudadanos, articularse un Gobierno de izquierdas en coalición y contar con Rivera solo para pedirle que se abstenga ante esa alternativa. En opinión de Iglesias, el acuerdo de El Abrazo lo que demuestra por encima de todo es la voluntad que C’s por provocar un cambio en el poder.

Sánchez se dice «optimista» pero también admite que el acuerdo está «casi imposible»

Manteniendo estas condiciones se hace muy difícil cualquier acuerdo. “Casi imposible”, en palabras de un Sánchez que pese a todo se dice optimista, quizá convencido de que simular una realidad es el primer paso para construirla. Como hizo Tarradellas en 1977. El PSOE -que garantiza que no cederá a las exigencias de Podemos ayer reeditadas- se apunta el tanto de la rectificación de Iglesias sin aceptar que le haya vetado como vicepresidente, como también celebra que vaya a renunciar al veto a Ciudadanos en una mesa de negociación. Habrá reunión a tres, como quería Sánchez y asumía Rivera, aunque a ella acudan PSOE, Ciudadanos y Podemos con intenciones bien distintas.

Los dos primeros irán a defender su acuerdo de Gobierno y tratar de sumar a Podemos, previa ampliación o reforma del mismo. Los de Iglesias, en cambio, solo se plantean hablar a partir de los programas electorales de PSOE y Podemos, abriéndose a que Rivera despeje el camino. Un imposible, como ayer volvió a reiterar el número dos de los naranjas, José Manuel Villegas. El líder de C’s no compareció, en un claro intento por rebajar la trascendencia del mediático encuentro.

¿Dónde están los avances, pues? El pacto parece hoy tan lejano como el martes, aunque ahora los actores se esfuercen por escenificar deshielo, posibilismo y talante abierto. Todos los partidos saben que el que aparezca como culpable de la repetición de los comicios será penalizado.

Iglesias ha presentado como voluntaria la renuncia a algo que jamás fue siquiera una posibilidad y que le beneficia a él más que a nadie; Sánchez se congratula por tener cerca su ansiada cita a tres con los emergentes -lo que le permite seguir en posición central y protagonista, pero no avanzar hacia La Moncloa-; C’s desprecia los gestos de Podemos -“cree que la política en España gira alrededor suyo”- pero tendrá que tragarse el sapo de fotografiarse junto a ellos; y el PP se mantiene a la espera, arrancando hojas en el calendario y dispuesto a explotar hasta el infinito el acercamiento de Rivera a Iglesias.

Mientras tanto, no se atisba el único movimiento que podría alterar verdaderamente las cosas: que Podemos se avenga a negociar su abstención ante el pacto PSOE-Ciudadanos. Puede que sea una cuestión de tiempo, visto su historial de rectificaciones y bandazos, pero hasta que se produzca estaremos ante un teatro o, en el mejor de los casos, ante un deseo expresado en voz alta. Como el de Tarradellas.

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