Cuentan las malas lenguas (en realidad un amigo mío consultor político que formaba parte de los que estuvieron allí, pero no quiero decir su nombre porque claro, se enfadaría y quedaría feo) que en plena campaña electoral fueron unos cuantos próceres y luminarias a casa de Joaquín Almunia para intentar insuflar vida en aquel cadáver político que era masacrado en cada telediario.

Tanto hubiese dado que le hubiesen metido un par de electrodos en los pezones, pues por más chistes que intentaron enseñarle, por más que intentaron modificar su chepa encorvada y sus ademanes de perdedor, no hubo manera. Cuando se cerró la puerta de la casa y el equipo de expertos se retiró desconsolado y derrotado calle abajo, permanecieron en silencio durante un rato, hasta que uno de ellos dijo…

–Joder, y es que encima el hijoputa es calvo.

Que es, probablemente, el mejor análisis político que ha hecho nadie en esta nuestra piel de toro en los últimos seis siglos. Jamás se ha visto que gane un calvo unas elecciones, jamás de los jamases nunca. Los dueños del partido socialista, en el rato libre que les deja su trabajo en los medios de comunicación y en la banca, se dieron cuenta de ello demasiado tarde, y se les coló otro, un químico aficionado al Faisán llamado Rubalcaba que duró lo que un caramelo a la puerta de una escuela.

Así que los dueños del PSOE se pusieron a pensar y dijeron:

–Antonio, búscame a un señor aseado, con pinta de no haber roto un plato en su vida, honesto y trabajador.

–Hay un candidato, don Emilio, pero…

–Es calvo?

–No, señor. Pero tiene el carisma de un botijo.

–¿He preguntado yo eso?

Y así se escribió la historia. Como en cualquier partido de derechas que se precie, las primarias fueron un mero trámite. Las rivales auténticas fueron apartadas –la andaluza por miedo, la catalana por vergüenza ajena—y Pedro Sánchez ascendió a los altares por designación divina y por su poderosa mandíbula, muy capaz, al parecer, de aguantar el uppercut que le va a dar la ciudadanía este domingo. Por lo de los ERES, por lo de indultar banqueros, por lo de la equidistancia en Cataluña y por lo de olvidarse de las siglas segunda y tercera de su nombre. Ni socialista, ni obrero ni más de 85 escaños. Ninguna de estas cosas es culpa de Pedro, claro. Solo hacer llorar a este niño.

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