La presidenta del Congreso será la que decida cuándo se convoca el pleno de investidura, en caso de que Felipe VI nomine a un candidato y este acepte el encargo. Pastor podría darle margen suficiente para buscar un entendimiento con otras fuerzas sin la presión de tener que asumir el debate en el Congreso en cuestión de días.

El presidente del Gobierno en funciones y líder del PP, Mariano Rajoy, deberá transmitir este jueves al Rey si está dispuesto o no a presentarse a la investidura. Tanto él como su partido han insistido estos días en que no lo hará si PSOE y Ciudadanos no le garantizan la reelección, pero esa podría ser una estrategia para redoblar la presión sobre Pedro Sánchez y Albert Rivera y además puede verse condicionada por un nombre: el de Ana Pastor.

La presidenta del Congreso será la encargada de convocar, con al menos 48 horas de antelación, el pleno de investidura en caso de que la ronda de audiencias de Felipe VI concluya con un nominado a la presidencia del Gobierno y de que este acepte el encargo. Como ha recordado la diputada de Coalición Canaria, Ana Oramas, asumir el reto no implica ir al Congreso “a la semana siguiente”, sino simplemente ponerse a la tarea de negociar un pacto con el resto de fuerzas y comprometerse a pedir la confianza de las Cortes.

Como quiera que Pastor es prácticamente una prolongación política de Rajoy y que la fecha para la investidura le corresponde decidirla exclusivamente a ella, esta tendría lugar en el momento en que el líder popular quisiera. Es decir, dispondría del margen que fuera preciso para articular el ansiado acuerdo que saque a España de la interinidad.

Aznar se tomó dos meses en 1996 para pactar con los nacionalistas y Sánchez estuvo cuatro semanas intentando un acuerdo con C’s y Podemos

Un margen del que ya dispuso Pedro Sánchez hace medio año. Entonces, el presidente de las Cortes era de su partido -Patxi López- y le prometió “alrededor de un mes” antes de convocar el pleno. Eso permitió al PSOE nombrar un equipo negociador, alcanzar un pacto de gobierno con Ciudadanos e intentarlo con Izquierda Unida, Compromís y el PNV. Podemos rechazó el entendimiento, aunque luego se avino a formar parte de la denominada “mesa de izquierdas”, de la que se levantó en cuanto Sánchez y Rivera anunciaron su pacto. La consecuencia fue que el líder socialista solo obtuvo 131 votos a favor de su candidatura.

También en 1996 se dio un plazo considerable para que José María Aznar negociara con CiU, PNV y Coalición Canaria. Las conversaciones se prolongaron por espacio de dos meses, tiempo tras el cual Federico Trillo citó a los diputados y Aznar salió elegido presidente del Gobierno.

Por tercera vez, podría darse el caso de que el candidato nombrado por el Rey aceptara el encargo sin ponerse un límite temporal. Eso sería posible gracias a que en la sesión constitutiva de las Cortes el PP pactó con Ciudadanos el voto a favor de Pastor como presidenta del Congreso y se benefició del voto en blanco de los nacionalistas e independentistas. El socialista López se quedó a solo 14 papeletas de arrebatarle el puesto.

Rajoy tendría así una salida intermedia entre la traición a su coherencia personal que supondría ir a una investidura sin tener apoyos suficientes -viene defendiendo a lo largo de todo el año que a tal cosa “se va a ser investido”- y el limbo constitucional en que metería a España carecer de candidatos a La Moncloa tras la ronda del Monarca. Podría abrir de este modo el “periodo de reflexión” que propugna para buscar una salida al bloqueo, sin que ello signifique entrar en un vacío legal que lastraría el crédito del país ni tener que afrontar en cuestión de días el debate de investidura.

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