“¡Se le quebró la voz!”, exclamó asustado un tocador de guitarrón en medio de su mariachi que, entre otros cien quizás, ocupaba aquel sábado noche la Plaza de Garibaldi, en México D.C., cuando el cantante del grupo rompió el narcocorrido con un estridente falsete de estilo bastardo entre el de Pedro Infante y Miguel Aceves Mejía, y en una parte de la canción en que no venía a cuento. Yo estaba allí, y capté perfectamente su angustia.

También me llegaron claras de toda claridad las fulminantes réplicas de sus compañeros, que interrumpieron la música para mirar con ira a su cuate del guitarrón y reprobarlo cual si fuera un soplón: “¡Qué quebradura ni quebradura, güey, eso ha sido un gallo más grande que nuestra santísima Catedral…! ¡El gallo más glorioso que he escuchado en mi puritita vida! ¡Un supergallo como todavía Panchito nunca nos había dedicado!”. Lo dejaron avergonzado y contrito en cosa de nada, aunque se había limitado a expresar una evidencia. Pero había roto el pacto de la tribu, según el cual lo que no se puede vender, se tapa.

Mirado con perspectiva, poca razón tenía el charro para aquel pasmo. Por estos pagos hay falseteros que le dan ciento y raya a Panchito y los demás orfeos del conjunto miran para otro lado. La boca del guitarrón se calentó porque sus oídos no habían tenido ocasión de recrearse con los gallos de cierto español llamado Pablo Iglesias, figurón de hornada relativamente nueva, pero de historial turbio y con pretensiones más largas que una huelga de hambre. A su lado, el pobre Panchito no pasaba de ser un polluelo de amarillenta pelusa y su falsete, un remedo de aficionado.

Si el instrumentista hubiese conocido los arranques, recortes, juego de escalas, bravuconadas sin venir a cuento servidas a personas concretas o público en general, vistosos caracoleos en su caballo de cartón piedra enclavado sobre plataforma y con ruedas, fulgurante desenfundar del pesado seis tiros de gomaespuma, y otras fanfarrias en las que Pablito (el de aquí, les recuerdo) se ha acreditado como un virtuoso, probablemente nuestro guitarrón ni se hubiera enterado del gallo de Panchito (el de allí). Fue un reflejo por pura solidaridad. Los cuates de Pablito lo hacen por motivos mucho menos altruistas: llegar, llegar y llegar, con la intención de quedarse, para lo que han empezado a tejer la telaraña de resortes que permiten el poder absoluto.

Llegados a este punto, conviene recordar que gallo, además de ser un desgarro de la palabra al ser lanzada al aire con potencia y metiendo agudos, equivale a chulo, chulángano, jaque, baladrón, perdonavidas, matasiete…¡El sursum corda”, al estilo malandro de cierta poetisa protegida por Ada Colau y especializada en versos sucios!

Síntesis perfecta de ese segundo significado de gallo fue el estilo con el que esa nueva estrella del chanteclair llamado Iglesias (el citado Pablito) se presentó en rueda de prensa el pasado lunes, rodeado de capataces y palmeros –todos sonrientes en plan listillos, muchos de envidiable juventud; el “New Politic Band”, tan de moda hoy-, para entregar su “programa de Gobierno” al presunto socio del PSOE.

Toda la peña intercambiaba muecas cómplices de demimondaines en acción, e Iglesias se contoneaba cual un John Wayne miniaturizado, con su coleta de iroqués faltón muy en su sitio y recién ondulada. O sea, todo en versión amor, lujo y transparencia.

Pero, ¡ojo!, el texto sólo llegó a su destinatario después de que, antes, se pasease por cuantas manos periodísticas ajenas a la obra quisieron sobarlo. Dio a entender, así, al aludido socio sus prioridades reales: primero, las cámaras de las cajas tontas; él, después, a la cola, y gracias. Le anunció, además, plazo con ecos de ultimátum para mantener un encuentro cara a cara. Lo proclamó en plan agitpro, como cuando en la Guerra Fría Moscú proponía una “cumbre” –así se ofrecían al personal- para que nunca se celebrara. ¡Coño, que él también se siente figura y domina el autobombo, por lo que eso le encaja!

LA CAGADA

Tal postureo se conoce en el mundo mundial como “ponerse gallo”.

No previó que al día siguiente se vería forzado a soltar un falsete al que ni siquiera Luis Mariano en El Cantor de México, por muy tenor ligero que fuera, hubiese llegado cuando trinaba aquello de “¡Méjico…, mejiíiiiiiiiiiiicoooooo…, benditas tus mujeiiiiiiiiiireeeeesss…”. Alguien de su cuadrilla debió de avisarle que acababan de meter la pata hasta el corvejón, y prepararon la tinta de calamar para soltar un chorrazo de disimulo. Pero es tal la sensación de impunidad que les proporciona la falta de sentido crítico en sus bases que lo hizo ¡por escrito!

Ha quedado irrefutable constancia y no coló. Pero desde sus filas se intentó que la ciudadanía pasara de puntillas sobre algo que, leído tres veces, pone los pelos de punta.

¿Creen que se cortó y aprovechó para pedir excusas? ¡Buah…! ¿Por qué iba a hacerlo, si lo que figuraba en el primer texto es lo que en verdad piensa…? Pero es astuto y maniobrero como pocos, así que, una vez pillado que no había llegado el momento de enseñar esa pata tan garruda por debajo de la puerta, consideró oportuno disimular en lo posible. Sabe bien el ungido de Chaves que la memoria de sus seguidores es frágil para con sus animaladas; y la capacidad de discernimiento de las amenazas que encierran, muy escasa. Patéticamente escasa. Pero las elecciones están ahí, y no hay que mosquear en exceso al voto burgués y confiado que aún tiene esperanzas de que en PODEMOS sean idealistas defensores de la libertad.

¿Pero, se preguntarán ustedes, qué hizo ese hombre para que el PC del autor del artículo fabrique tal sarta de reproches…? Una minucia: sustituyó a la chita callando el original del “Programa de Gobierno destinado a Sánchez por otro, que trasladó al público a través de Europa Press. Cambió de pe a pa nada menos que un capítulo destinado a permitir que PODEMOS diseñe en España las bases que le permitirán establecer un Gulag cuando le venga en gana. No lo tomen a broma, porque de bromas aparentemente inocentes nacen a veces las más espantosas tragedias.

LA JUSTICIA, SIMPLE APÉNDICE DEL GOBIERNO

¿De qué hablo, les he oído acaso preguntar…? De algo que, hoy por hoy, amparados por nuestra mal pagá Constitución, aún nos cabe tomar a chacota: lo de que ese fundamento del Estado de Derecho que es la separación de poderes se vaya al carajo algún día. Si Iglesias y sus Boys mandan e imponen su plan de que las jerarquías de la Justicia –desde la Fiscalía, a los Altos Tribunales, pasando por el Consejo General, etc, etc.- las nombre el Gobierno, nada de por méritos o antigüedad sino en función de que se identifiquen con su ideología y ejecutoria política. Es decir, mediante una purga de la que sólo se libren los incondicionales.

Defienden eso exclusivamente para cuando ellos manden, por supuesto. También por supuesto, si otros pretendieran lo mismo serían denunciados por ellos como déspotas, tiranos y fascistas. Pero, ¿quién ha dicho que la Justicia sea justa…?

¡Oigan, no es dramatismo! Así empezó la barbarie nazi en el Tercer Reich, la estalinista en la URSS de los diez millones de muertos en los campos siberianos, la franquista de los fiscales en gira pueblo a pueblo para ordenar fusilamientos, la “popular” instituida en la Venezuela chavista, la “sharia” o ley islámica de los iraníes (de todas estas fuentes beben instrumentalmente los de la cúpula de Podemos; y de algunas reciben pilas de billetes de 500 pavos que les entregan en Suiza, y lo sé de digna fuente)

Si los “Pablo´s Boys” alcanzaran el poder, pondrían manga por hombro todas las garantías que hoy, mal que bien, nos protegen. A nosotros, y a nuestras familias. Y no se hagan ilusiones con lo de que la UE nos ampara. Ellos, una vez sus posaderas asentadas en el poder, se despiporrarían de los avisos –por otra parte, siempre tibios- llegados de Bruselas Y a la ciudadanía en general, que le vayan dando por donde tenga a bien recibir. Y el discrepante…¡ese sí que se iba a enterar!

Tengan presente que aunque ahora los mantengan bajo siete llaves por razones sólo de coyuntura, también disponen de un plan por el que los medios de comunicación habrán de pasar por el aro de la tutela gubernamental y/o del partido. Como ocurría con Franco y su Prensa del Movimiento.

LA INGENUIDAD DEL CIUDADANO ANTE LOS ANTISISTEMA

No lo tomen a broma. Ese grupo son como una colonia de ladillas decididas a liquidar el Estado de Derecho tal y como lo entendemos. Han dedicado muchísimas horas en su nido de la Complutense a estudiar a Lenin y sus principios sobre que la tropelía jurídica, la amenaza y hasta el terror resultan aceptables si sirven a la revolución. También, manejan la dialéctica como virtuosos gracias a su rigurosa formación marxista. Y ese es un instrumento de primera en el que la media de los españolitos estamos en el jardín de infancia.

Con sus maestros venezolanos e iraníes han vivido el aprendizaje en vivo y en directo (¿o nos vamos a creer que la pasta y la formación que les dieron para que a su vuelta aquí predicaran la fe antisistema y organizaran su iglesia fue a cambio de ese aireado asesoramiento recogido en cuatro ridículos papeluchos…? ¡Por favor, si al lado de Chaves, sus gurús cubanos y los ayatolás ellos estaban en bragas! Pero sí han aprendido, sí.

De momento, son hábiles para detectar las cagadas y raudos como cobras al intentar taparlas, con el cuidado que en esa tarea ponen los gatos. La reacción unánimemente hostil de los profesionales del Derecho –ni siquiera la siempre izquierdosa, sectaria y poco nutrida asociación Jueces para la Democracia osó sacar la cara por ellos esta vez -, les forzó a borrar de un día para otro la confesión de su diseño dictatorial.

Pero ha quedado escrita, y consta. Si, conociéndola, un solo ciudadano que ame las libertades públicas y tenga dos dedos de frente sigue apoyando la llegada al poder de esta plaga de langosta bíblica, que dé un paso al frente, arrostre la vergüenza y se lo explique a sus hijos mañana. Las elecciones parecen a la vuelta de la esquina y cada uno será responsable en conciencia de lo que haga con su voto y si éste sirve para iniciar un proceso abocado a un totalitarismo más o menos emboscado.

Otra cosa son, por supuesto, aquellos que busquen potenciar la marginalidad y el jacobinismo a lo bestia. Sin pararse a pensar –por rechazo a lo que ahora hay, o por creerse ese cuento de que “en río revuelto…”- que para la llegada al trono de un Napoleón que nos aplaste con su bota resulta imprescindible una buena etapa de guillotina. Y para cortar cabezas no siempre es necesaria una cuchilla de acero. Basta con el Boletín Oficial del Estado, el CNI, la Justicia, la Policía y, si puede ser, las Fuerzas Armadas. Todas esas minucias con las que Iglesias condicionó a Sánchez su apoyo a la investidura desde el primer día.

¡DIOS, Y VA DANDO LECCIONES DE HUMILDAD!

Veo desde hace algún tiempo en Iglesias un cínico, maquiavélico y totalitario corazón bonapartista. Y, sin embargo, todavía me mueve a asombros. Me dejó boquiabierto el miércoles escucharle exhortar muy serio a Sánchez y Rivera que en política hay que “olvidar la prepotencia y ser humildes…” ¿Acojonante o no, en boca del más arrogante, engreído, tieso y fachendoso prototipo que ha producido eso que a los cursis sin remedio se les llena la boca calificándolo como `La Nueva Política´ (LNP)…?

Créanme, en esta marcha atrás (nº 100/250) dada esta vez en el plan de domesticación de la Justicia, que le permitió elevar a la perfección esa cualidad tan suya de decir digo las veces que sea menester donde antes había dicho Diego, me volvió el recuerdo del guitarrón de la Plaza de Garibaldi cuando exclamó ante el falsete de Panchito: “¡Se le quebró la voz!”

Nadie se creyó en la Plaza de Garibaldi la justificación que improvisaron sus compadres, como tampoco aquí se creen esa marcha atrás. Sucede que, envueltos en la frivolidad del momento que vivimos, no medimos su gravedad. Los mariachis tenían razón al menospreciar el efecto del involuntario gallo. Al día siguiente, nadie se acordó de aquella estridente quiebra del corrido…

Claro que si a Iglesias le ponemos en la mano la fusta para que nos encarrile por el pasillo que a él le gusta, sí nos acordar de sus quiebros. Pero me temo que tarde.

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