En las últimas semanas Pablo Iglesias ha ido moviendo sus hilos para hacerse con todo el poder en Podemos mientras su colega Iñigo Errejón, primer estratega del partido, ha adoptado una actitud de no confrontación haciéndose a un lado y escenificando una etapa de reflexión en la búsqueda de soluciones para alcanzar alguna fórmula mágica que les permita diseñar alguna alternativa de gobierno.

Lo anterior no deja de poner en evidencia algo que se venía manifestando desde hace algún tiempo: existen notables diferencias en el seno de este partido político que entre otras cosas no ha sabido ni podido digerir su crecimiento. El resultado final es que Pablo Iglesias ha dado un golpe de mano que se ha culminado con el nombramiento de Pablo Echenique como número tres del partido. Curiosamente este doctor en ciencias físicas nacido en Argentina hace 37 años y acérrimo defensor del anticapitalismo era hasta hace muy poco tiempo uno de los líderes regionales más críticos con determinadas actuaciones del entorno más moderado de Pablo Iglesias que en prueba de su reconocimiento le acaba de elegir como nuevo Secretario de Organización.

Este movimiento de Iglesias pone de manifiesto que la discrepancia interna y la autocrítica no caben en una organización que ha pasado a depender del autoritarismo de su líder el cual se ha convertido en un autentico «terminator» en potencia.

En este contexto es en el que hay que enmarcar el errático, confuso e indignante comportamiento de Pablo Iglesias por su posicionamiento personal y político en relación con según que casos. Y así tenemos que soportar por ejemplo sus complicidades con los regímenes de Irán y Venezuela. Precisamente el desprecio y el pasotismo del líder de Podemos respecto del caso de Leopoldo López, Antonio Ledezma y otros presos políticos venezolanos que están siendo víctimas de un encarcelamiento violento e intolerable es inexplicable y penoso.

Iglesias debía estar muy ocupado el pasado miércoles para no acudir como hicieron los representantes de los partidos mayoritarios al acto de presentación del libro Preso pero libre cuya anfitriona fue Lilian Tintori. Ciertamente el silencio de Pablo Iglesias y en general de su partido respecto de este asunto solo se puede interpretar en términos de apoyo al impresentable y represivo régimen de Maduro y obviamente al agradecimiento por los servicios prestados, por otra parte generosamente retribuidos por el Gobierno de Venezuela. Este ignominioso silencio contrasta sobremanera con la rápida reacción que tuvo Iglesias tras la excarcelación del criminal Arnaldo Otegui al que calificó, sin ningún rubor, de preso político. El mundo al revés.

Lo unico positivo que nos queda tras meditar sobre estos dislates tan propios de los líderes populistas y caprichosos es que se muestran retratados tal cual son. La democracia la interpretan a su antojo y no les importa absolutamente nada traicionar algo tan extraordinariamente importante como es la libertad de los ciudadanos y la defensa de los derechos humanos.

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