Mas convocará el lunes, salvo imprevisible viraje de la CUP, los duodécimos comicios catalanes de la democracia. Serán una nueva reválida para el independentismo, en medio del bloqueo que viven también las Cortes Generales.

Artur Mas no se hará a un lado y la CUP no votará a favor de su investidura. Las posturas opuestas de uno y otro bando del independentismo catalán se reforzaron ayer de modo definitivo. Se despejan así las pocas dudas que había sobre la próxima etapa que vivirá la convulsa política catalana, que parece haber entrado en bucle: nuevos comicios autonómicos el 6 de marzo. Serán los cuartos en poco más de cinco años, los duodécimos desde la llegada de la democracia. Y los más inciertos.

Esta es la primera vez que unas elecciones han de repetirse en España por la imposibilidad de sacar adelante la investidura. Lo más parecido a un precedente es el tamayazo que vivió la Cámara madrileña en 2003. Además, suponen una nueva reválida para la hoja de ruta secesionista y llegan en medio del bloqueo que también viven las Cortes Generales. Un escenario plagado de incógnitas en el que destaca una certeza: bajará, y probablemente mucho, la participación.

1. ¿Se reeditará Junts pel Sí?

El pacto suscrito en julio de 2015 por CDC, ERC y las entidades sociales ANC y Omnium Cultural, al que luego se sumaron figuras independientes como Lluis Llach o Josep Guardiola, sirvió a los convergentes para tapar su deterioro electoral. Mas llegó a amenazar a Junqueras con no convocar esos comicios y paralizar el proceso independentista si no se presentaban juntos.

Ahora no dispone de ese elemento de presión, ha seguido perdiendo apoyos por el camino -el 20-D ERC superó a CDC por primera vez en unas generales- y su empecinamiento en ser el líder del proceso ha frustrado el entendimiento con la CUP. Cargos republicanos ya han comenzado a distanciarse del president y el propio Junqueras ha dado muestras de no estar por la labor de reeditar una alianza electoral que no dio buenos frutos el 27-S -ambos partidos sacaron nueve escaños más por separado en 2012- y que impide a ERC recoger en el Parlament los frutos de su crecimiento.

Convergència, por su parte, hará todo lo posible por renovar el pacto, como reiteró este mismo lunes. Los poderes fácticos establecidos en torno al partido tradicional de la burguesía catalana presionarán en ese sentido pero parece difícil que Junqueras vuelva a ceder. Ante sí se abre la ventana de oportunidad de ser el próximo presidente de la Generalitat.

2. ¿Saldrá reforzada o perjudicada la CUP?

El partido anticapitalista ha disfrutado de un enorme protagonismo en los últimos meses. Toda la política catalana ha girado en torno a la CUP, se han vertido ríos de tinta sobre su funcionamiento interno, sus liderazgos corales y sus postulados revolucionarios. “Híperrevolucionarios”, en palabras de Mas. Hoy esta formación es mucho más conocida que hace unos meses, como lo son sus miembros y sus ideas. Todo ello les hizo crecer en las encuestas de finales de año, aunque la subida no pudo medirse el 20-D porque la CUP no se presenta a las generales.

Sin embargo, desde Junts pel Sí -principalmente desde CDC- se hará, se está haciendo ya, lo posible por culpar a los cuperos del fracaso de la investidura y la repetición de los comicios. Mas les acusa de anteponer la ideología al secesionismo y ese discurso podría calar en parte del electorado que hasta ahora veía con buenos ojos a la formación del hoy dimitido Antonio Baños. Las divisiones y tensiones internas desatadas por la negociación postelectoral también pueden pasarles factura e incluso provocar una escisión.

3. ¿La última bala de Mas?

La lógica indica que esta será la última batalla electoral de Artur Mas. Devenido uno de los mayores supervivientes de la política española, Mas sumará la sexta muesca a su revólver de candidaturas y con toda seguridad cosechará los peores resultados de la historia de su partido, que pretendía refundar en 2016. Salvo que Junqueras se avenga a darle de nuevo respiración asistida reeditando Junts pel Sí, el president en funciones añadirá ese hito a un expediente donde ya figuran otros como haber llevado a CiU a la oposición por primera vez (2003), haber roto dicha federación o ser el primer líder que aboca a la repetición de unos comicios en España. Con ese historial, parece impensable que pueda estar presente en las siguientes elecciones pero si algo se ha aprendido estos años es que a Mas nunca hay que darle por muerto.

4. ¿Servirá la cita de nuevo como lanzadera para Ciudadanos?

El partido de Albert Rivera atraviesa una situación similar a la del verano pasado. Acusa cierto retroceso desde la campaña de las generales, como lo sufrió tras los pactos autonómicos de junio-julio. Entonces, Cataluña sirvió de revulsivo para un proyecto que nació allí como oposición al nacionalismo y que logró imponerse ampliamente a socialistas y populares en septiembre. Ese resultado fue el trampolín idóneo para las legislativas y Ciudadanos experimentó una espectacular subida las semanas posteriores al 27-S, hasta el punto de que llegó a soñar con La Moncloa. Al final, la carrera se le hizo larga y de nuevo aparece en un bache que podría superar con otro buen registro en la cita del 6 de marzo.

5. ¿Cuánto se implicará Ada Colau?

La alcaldesa de Barcelona rehusó apoyar a la candidatura de Podemos en septiembre, aunque sí cerró una alianza con Iglesias para las generales. Colau gozó de un gran protagonismo en la campaña de diciembre y fue clave en la victoria de la confluencia en Cataluña. Ahora, su plataforma debe debatir de qué forma participa en las autonómicas, con la seguridad de que Podemos les cedería la hegemonía y de que podrían optar a la victoria si ERC y CDC se presentan por separado. La regidora aseguró ayer que no se plantea dejar la alcaldía, pero una implicación fuerte en la próxima campaña podría ser suficiente para provocar un vuelco en la correlación de fuerzas del Parlament.

6. ¿Levantará cabeza el PSC?

Los socialistas catalanes han sido los grandes damnificados del proceso independentista. Cambios de criterio, ambigüedad y divisiones internas fueron la respuesta del PSC al órdago de Mas, lo que les llevó a una tremenda fuga de miembros y de apoyos electorales. Los tiempos en que eran primera fuerza catalana parece que se fueron para no volver pero una brizna de esperanza se abrió de la mano de Miquel Iceta en septiembre, al mejorar sensiblemente los vaticinios de las encuestas y aguantar con 16 diputados muy por delante de Podemos y PP. Ahora, están ante el reto de remontar el vuelo y volver a ser determinantes, con la tercera vía de la reforma federal de la Constitución como bandera.

7. ¿Será Duran candidato?

Otra víctima del procés es el presidente de Unió Democràtica de Catalunya. Tras intentar sin éxito que sus exsocios de Convergència se sentaran a negociar con el Estado una salida al conflicto catalán, Josep Antoni Duran i Lleida consultó a sus bases y se desligó de la hoja de ruta secesionista. Mas respondió con la ruptura total de una federación con más de tres décadas de trayectoria. Ni en las catalanas del 27-S ni en las generales del 20-D logró Unió representación parlamentaria. Duran concurrió a las segundas como cabeza de lista pero ahora podría ser el elegido para la nueva cita regional, reclamando otra vez el apoyo del catalanismo moderado que tradicionalmente votó a CiU y que no comparte la deriva emprendida por el presidente en funciones de la Generalitat.

8. ¿Aboca el bloqueo catalán a nuevas elecciones generales?

El motivo de más peso para forjar una gran coalición PP-PSOE desaparece al disolverse el Parlament. No habrá ya que hacer frente a un desafío al orden constitucional por parte de la Cámara catalana -al menos a corto plazo- y la respuesta contundente que requeriría por parte del Estado puede esperar. Dicha respuesta pasaría de modo inexorable por la unión de fuerzas de socialistas y populares, por la que aboga Mariano Rajoy para superar el bloqueo que vive el Congreso desde el 20-D. Desde ahora tiene menos argumentos para defenderla y la repetición de las elecciones generales comienza a vislumbrarse inevitable. Sin gran coalición, solo una complicada alianza de Pedro Sánchez con Podemos y nacionalistas desencallaría la situación.

9. ¿Tomará Junqueras el relevo de Tarradellas?

ERC está ante su gran oportunidad de ganar unas elecciones al Parlament y optar a la presidencia de la Generalitat. Ese cargo no pertenece a un republicano desde que Josep Tarradellas asumiera el mando en la etapa preautonómica (1977-1980), tras ostentarlo también en el exilio desde 1954. Ahora Junqueras, si se desliga de CDC, puede colocar a su partido como primerza fuerza y explorar diversas opciones para alcanzar el poder. La natural le llevaría a buscar el entendimiento con convergentes y cuperos, aunque podría buscar, si le dan los números y renuncia a situarse fuera de la ley, un pacto de izquierdas junto a Podemos y el PSC.

9+1. ¿Cuánto bajará la participación?

El 27 de septiembre se registró una participación histórica del 75%, la más alta en unas autonómicas catalanas. La abstención bajó a las cotas que solían marcarse en las generales, siempre más concurridas y más favorables para PSOE y PP. Esa diferencia de movilización y resultados había dado cancha a la teoría de que parte del electorado no nacionalista se abstenía en autonómicas al no sentirse concernido. En 2015 se vio que lo que hay es un voto dual muy importante: mucha gente vota a partidos catalanes en citas autonómicas y a nacionales en legislativas, con tendencia general a abstenerse más en las primeras. Salvo que el evento sea excepcional, como se presentó el 27-S.

Ahora es evidente que la participación bajará y probablemente esta sea la única certeza que se abre ante el 6-M. Está por ver cuánto crece la abstención y a quién afecta más. La de marzo será la quinta vez en menos de dos años que los catalanes sean convocados a las urnas, sin contar la consulta del 9-N. 

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