Uno de los grandes problemas de los nuevos partidos que han brillado en la fase preelectoral es que han tenido que construir sus listas utilizando una materia prima poco fiable.

¿Pero quiénes están preparados para la nueva política? En primer lugar, la gente normal. Gente que, por lo general, no está hecha para la política. Quienes hablamos de start-ups y tecnología estamos cansados de señalar que nuestra educación no nos prepara para interactuar con muchos de nuestros conciudadanos al mismo tiempo. A diferencia de lo que sucede en EEUU, donde la de hablar en público es una competencia que se cuida mucho en el sistema educativo, desde el show and tell hasta el debate universitario, el grueso de la generación que ahora podría entrar en listas no sabe hacerlo.

También están dispuestos a incorporarse a las listas quienes siempre quisieron entrar en política pero no lo consiguieron. No quiero decir que esto sea, necesariamente, malo. Muchas de estas personas no quisieron transigir en el aparato de lametones que es cualquier agrupación tradicional. Un mecanismo de listas cerradas que prima la obediencia por encima del talento, y en el que normalmente los candidatos expulsan a cualquier tipo mínimamente capaz de competir con ellos a largo plazo. Cientos de fábricas de mediocres esparcidas por la piel de toro. El problema es que, a veces, las fábricas de mediocres sirven para no dejar entrar a quienes tendrían que estudiar toda la vida para llegar a ser mediocres. Como, además, el tiempo les ha dotado de una cierta capacidad para saber quién es quién en cada pueblo o ciudad, son (hasta cierto punto) capaces de dejar fuera a los más cretinos o a aquellos con antecedentes poco recomendables. 

En tercer lugar, y aquí está la parte más esperanzadora, está la gente con verdadero talento que, o bien se había sentido excluida del mundo de la política por la estulticia propia del mismo, o bien procede de otros partidos en declive. Un ejemplo: Ciudadanos ha incorporado a gente válida como Ignacio Prendes, el padre de los estatutos de UPyD y prueba viviende de que se puede ser la llave de la gobernabilidad sin perder el oremus.

Podemos o Ciudadanos, por mucho esfuerzo que hayan puesto en confeccionar sus listas, no han sido capaces de desarrollar una estructura suficiente como para hacer las cosas de la mejor forma posible y se han convertido en un coladero de impresentables que, en realidad, no les representan, pero que les pueden convertir en el objeto de burla de las redes sociales cualquier tarde de la semana. En el caso del partido de Pablo Iglesias, esta situación es aún más grave porque la estructura de círculos permite que se identifique mediáticamente a gente como integrantes del partido cuando no pasan de ser lo que en otros partidos son simpatizantes. Y eso es especialmente grave cuando numerosos medios viven a la caza de la metedura de pata.

Pero si PSOE y PP creen que estos desajustes les van a resolver todos los problemas están muy equivocados. «Esto me recuerda a los tiempos en que íbamos buscando candidatos por los pueblos y sabíamos que con encontrar un abogado laboralista decente ya tendríamos alcalde», me decía el otro día un veterano socialista. La diferencia es que los nuevos partidos saben que, en el mundo de las redes sociales e internet, la caza del candidato tóxico, del candidato oscuro y del candidato idiota, ya no sólo en las filas ajenas, sino también en las propias, va a ser fundamental si quieren llegar a las generales con opciones. O tener un futuro, en general.

 

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