A este sociólogo de 33 años, miembro de la dirección del partido morado, debe Pablo Iglesias gran parte de su éxito. Trabaja en la sombra, entre argumentarios y discursos, un papel que asegura es llevadero gracias a la preparación de sus líderes: “Me compadezco de la gente que trabaja con Mariano Rajoy y con Pedro Sánchez”.

Uno de los mayores éxitos de Podemos ha sido la construcción de liderazgos complementarios al del secretario general. La superación del personalismo que suele acompañar a todo proyecto político novel -y el de Pablo Iglesias es el más importante y revolucionario desde la Transición en España- significa la consagración como alternativa real y es el gran reto que enfrentan los partidos emergentes tras su irrupción, el que Ciudadanos trata todavía de salvar y el que ha terminado por sepultar a UPyD. El protagonismo coral que la formación morada se esfuerza por escenificar ha funcionado y hoy cualquier español medio sabría identificar sin problemas a un puñado de sus dirigentes. Pero todavía son muchos más los desconocidos que trabajan en la sala de máquinas, haciendo una labor poco vistosa pero igual de clave, a veces siendo los verdaderos artífices, paradójicamente, de que otros triunfen mediáticamente y se hagan populares. Es el caso de Jorge Moruno (Madrid, 1982), spin doctor procedente de la cantera de La Tuerka y la Complutense a quien tanto deben sus amigos Iglesias y Errejón. Recibe a SABEMOS en la trastienda de Podemos, antes de que se conozcan los datos del último CIS.

Para empezar, cuéntenos un poco de dónde viene: su formación, sus inquietudes políticas, su entrada en Podemos.

Pues estudié Sociología en la Complutense y desde el primer año me impliqué en movimientos sociales, tanto en el ciclo de movilizaciones contra el Plan Bolonia como en otras de tipo urbano y social en la ciudad. Fui cofundador de Contrapoder en 2006, asociación a día de hoy convertida en escuela de pensamiento, en espacio de confluencia de ideas y actividad política en la universidad, y me siento bastante orgulloso de ello. El objetivo que debe tener uno es dejar allá por donde pase las cosas mejor de como las encontró.

Y después de eso se fue un tiempo a Barcelona.

Terminé la carrera y en Barcelona hice el posgrado, compaginándolo con diversos trabajos. Luego empecé a participar en La Tuerka, en elaboración de contenidos, y he ido alguna vez a Fort Apache. Entendíamos que había que hacer especial hincapié en el mundo mediático, que la izquierda había dejado de lado y en estos tiempos es un escenario fundamental.

O sea que es de los que lleva en Podemos desde el inicio.

Desde el principio participé de esta idea quijotesca que nos llevó a lanzarnos a la piscina, podía haber salido fatal y ser un fracaso estrepitoso pero nosotros partíamos de un análisis: la configuración política actual, el régimen, el reparto del poder, estaba en crisis. No solo el bipartidismo sino el conjunto de actores que formaban parte de toda esa construcción que salió de las Cortes del 78. Crisis en tanto en cuanto esos mismos actores viejos son incapaces ya de canalizar, de convencer, de seducir, a una población que ve cómo va perdiendo derechos conquistados y se van derrumbando consensos sociales. Entendemos que ahí se abre una ventana de oportunidad que no se podía aprovechar bajo los clásicos cánones de la izquierda, con todo lo que arrastraba, con todas las herencias, las jergas, los códigos… Pensábamos que había una mayoría social indignada, más allá de los que salieron a las plazas el 15-M, no articulada, a veces ambivalente, a veces contradictoria, y que no se encasillaba bajo los canales clásicos de la izquierda, había que buscar otras fórmulas.

¿Cuál es el cometido exacto de un spin doctor de Podemos?

Al final se acaba tocando un poco de todo pero básicamente trato temas de argumentación, preparo apariciones de portavoces en televisión, entrevistas, líneas discursivas del partido…

¿Cómo se hizo ese reparto de papeles? ¿En qué momento se dice que usted será ‘gurú’ en la sombra y otros los encargados de batallar en primera línea?

Es un proceso donde pesan las prioridades personales, ser honrado contigo mismo, ver quién puede ejercer más un papel y quién otro. Cada uno pone todas sus capacidades y facultades donde mejor cree que puede ayudar a la idea de cambio político. Porque Podemos es la variable dependiente, la independiente es el cambio político. Es un instrumento. Y pensé que me ubicaba mejor en la creación de ideas y en la producción de discurso, cosa que en algún momento puede variar, pero desde el principio me dedico a eso.

Yo ya venía trabajando con Pablo sus intervenciones en televisión, le ayudaba de vez en cuando antes de que pudiéramos imaginar Podemos. De manera altruista, para ayudar en la construcción de ese discurso nuevo para el que creíamos que había espacio.

Un discurso que ha experimentado importantes transformaciones en poco tiempo…

Claro que hay una evolución, porque no hay nada estático. La propia forma de comunicar va variando dependiendo de la coyuntura y los momentos que vivimos de aceleración constante… Uno no puede pensar que lo que dice en un momento dado va a servir para siempre. Uno tiene que ir adaptándose a las distintas variables de este campo de fuerzas al que estamos todos sujetos y que nadie domina. Te vas moldeando y adaptando.

¿Cuál fue el peor momento? ¿Aquel en que os reunisteis y os dijisteis ‘cómo salimos de esta’?

El peor momento en el partido se vivió con el ‘caso Monedero’: «Creo que lo podíamos haber tratado mejor»

Yo creo que cuando Juan Carlos (Monedero) se vio en el medio de toda aquella campaña, con portadas de diarios constantes… Creo que lo podíamos haber tratado mejor. No solo en este caso sino en todos nos reunimos, pensamos argumentos, analizamos la situación. Hay que tener en cuenta la idea del marco donde se encuadran tus argumentos. No se trata de soltar tu pedrada e independientemente de la situación y del marco donde se encuadre aquello que dices ya vale. No. Uno tiene que saber qué tipo de reacción ha de tener dependiendo de la situación en que te ponen. La política es sobre todo decidir los parámetros, el escenario donde se discute, el campo de batalla, por usar un término bélico. Eres contrahegemónico, partes con unas herramientas y desde un escenario que no has elegido. Pero quien le tenga miedo a los lobos que no se meta en el bosque.

Iglesias recibe los consejos «con naturalidad»

¿La estrategia de imponer el eje arriba/abajo frente al tradicional izquierda/derecha se decide a la vez que se lanza el proyecto?

Por supuesto. Es algo deliberado, sí, y nace a la vez que el proyecto político, es consustancial. Nosotros nacemos tras un análisis profundo que concluye que no hay que separar la comunicación política de la política, no entendemos la comunicación política como aquella serie de artefactos y de técnicas que aplicas en contextos diferentes. Para nosotros la comunicación política es una parte más del análisis de la realidad y de cómo influir en ella. Hubo una lectura intensiva de lo que fue el 15-M, de lo que provocó, y había una cosa muy clara: hay más gente que piensa que es mejor que no se privatice la sanidad, que unas elites se aprovechan de la mayoría, etcétera, que lo que luego es el cuerpo electoral de los partidos teóricamente de izquierdas… El significante izquierda había perdido gran parte de su sentido en toda Europa, se había perdido una forma de identidad y en el caso español si participábamos de la división del campo en izquierda y derecha automáticamente nos colocábamos a la izquierda del PSOE, sin poder alterar los equilibrios de poder.

Pero poder alterarlos es fundamental buscar la polarización con el PP, despreciar al PSOE.

Nosotros hemos dicho que somos lo opuesto a ellos no tanto por ser la derecha o llamarse PP como por las políticas que aplican, que enriquecen a una minoría y empobrecen a una mayoría. Todo aquel que aplique ese tipo de políticas nos tendrá enfrente, pero eso es lo que importa, no la marca política a la que pertenecen. Y si nosotros nos erigimos como opción de cambio para trabajar en la dirección opuesta entendemos que el PP es nuestro principal rival, sí.

Es que el PSOE tiene una situación complicada de mantenimiento de equilibrios. Al principio hemos visto a Sánchez decir “no hablaré con el populismo, son radicales” y ahora vemos que tienen una ausencia de fortaleza en su propio discurso. En cuanto el PP les aprieta, como en el caso de Ayuntamiento de Madrid, rápidamente salen a dejar muy claro que ellos no son lo que dice el otro. Para mí es un error de comunicación y de diagnóstico, te estás metiendo donde quiere el PP. Empiezas a decir que eres más español que nadie, haces una puesta en escena con la bandera más grande, te presentas como el garante de la estabilidad y pides por favor que no te tengan miedo. Eso agrada más a Esperanza Aguirre que a sus votantes, pero ellos verán.

¿Cómo es asesorar a Pablo Iglesias e Íñigo Errejón? ¿De verdad escuchan y se dejan aconsejar?

No me resulta complicado trabajar con ellos porque nos conocemos desde hace muchos años. Para mí, sí, Pablo e Íñigo salen ahora en la tele y son lo que son y casi no pueden andar por la calle pero por encima de todo son las personas con las que he compartido muchísimos años, muchísimas risas y les trato con toda la naturalidad del mundo.

¿No ha cambiado nada su relación en estos meses?

A ver, estamos todos sometidos a situaciones de constante tensión. Cuando hablamos de trabajo ya no son charlas entre amigos alrededor de una cerveza, está claro.

El equipo que trabaja los discursos de Rajoy se reparte la parte política, de datos y argumentos por un lado y la lírica, de metáforas y alusiones emotivas por otro. ¿En Podemos también existe eso?

No hay un método exacto y definido. Lo mejor es primero trabajar con más gente, poner encima de la mesa una serie de ideas y trabajarlas de forma cooperativa, a mí personalmente me sirve mucho las opiniones de mucha gente, visiones ajenas, para luego calibrar los distintos puntos de vista que existen y ordenar un discurso tratando de hacer algo que creo que es imposible de cuantificar que es intentar tener el olfato de cuál es la tecla que tenemos que tocar a la hora de decir algo. Cómo influir en este momento concreto, cómo elaborar un discurso para lograr lo que queremos, que puede ser emocionar, dar sensación de solvencia… Porque no es lo mismo el debate sobre el estado de la nación que un mitin electoral.

¿Lleva Iglesias la voz cantante a la hora de preparar sus intervenciones?

«Muchas veces la frontera entre audacia y temeridad casi no se nota, tenemos que ser cuidadosos»

Tengo la suerte de que gente como Pablo o como Íñigo caminan solos en ese sentido. Me apiado un poco de la gente que trabaja con Mariano Rajoy y con Pedro Sánchez. Es complicado trabajar con gente tan preparada y que comunica tan bien, que no son meros portavoces sino que son cabezas, y luego está la excepción permanente en que se mueve Podemos, que no es un partido más. Nosotros recibimos golpes constantemente, tenemos que estar defendiéndonos de muchísimas cosas y eso nos obliga a ser más audaces. Muchas veces la frontera entre audacia y temeridad casi no se nota y tenemos que ser muy cuidadosos.

Iglesias siempre recurre en el inicio de sus mítines a guiños locales hacia el sitio donde esté, a citas de personajes ilustres del lugar…

Sí, es una forma de mostrar respeto. Es que cada intervención tiene mucho trabajo detrás y parte de ello es incluir esas particularidades que la gente agradece y que son muestra de respeto.

En la campaña de mayo los mítines se cerraban cada día con una canción. ¿Quién las eligió?

Pues la de Cambia todo cambia, de Mercedes Sosa, creo recordar que se me ocurrió a mí. Lo de las canciones demuestra lo que ha pasado los últimos 40 años en esta profunda transformación cultural productiva que hemos vivido y donde ya no existen canciones como aquellas de antes que se entonaban colectivamente, como L’Estaca o Cambia todo cambia, no las elegimos por nostalgia sino porque dejaron de surgir canciones que conecten al tiempo que difunden una idea, un sentimiento.

No a la «sopa de siglas» de la confluencia

En alguna ocasión hemos escuchado a dirigentes de Podemos decir que los argumentarios son cosa de la vieja política y sin embargo habéis acabado elaborándolos.

Estamos sometidos a una realidad en la que llegan muchos inputs y no todo el mundo puede estar pendiente de todo, se necesita ayuda para contextualizar. Más que elaboradores de argumentarios somos gente que trabaja en conjunto para comunicar lo mejor posible.

Valóreme como sociólogo y no como miembro de Podemos lo que queda de año electoral y la conveniencia de formar una candidatura de confluencia para las generales.

Vamos a ver. Primero hay que recordar que las candidaturas de unidad popular de los ayuntamientos en gran parte son una apuesta de Podemos. Decidimos no acudir como Podemos a las municipales sino trabajar con colectivos de los territorios, sin aferrarnos al fetiche de marca, y ha sido un éxito. Pese a que muchos se nos tiraron encima, como cuando incluimos la cara de Pablo Iglesias en la papeleta de las Europeas.

«Al principio nos acusaban de dividir a la izquierda, ahora nos dicen que tenemos que ser los encargados de unirla»

Al principio nos acusaban de dividir a la izquierda, ahora nos dicen que tenemos que ser los encargados de unirla. Y nosotros lo que decimos es que la unidad de la izquierda es algo que le importa a muy poca gente. Lo que nosotros queremos es poner en el centro del debate las preocupaciones de la mayoría: paro, precariedad, desigualdad, servicios públicos. Y en eso está de acuerdo mucha más gente de la que se autoubica a la izquierda. Claro que venimos de dónde venimos y yo vengo de dónde vengo y si me preguntas claro que me considero de izquierdas. Pero lo que importa es estructurar el campo político de forma que se facilite la construcción de mayorías a favor de un cambio democrático. El resto es secundario.

¿Y ese proceso solo cabe bajo las siglas, el logotipo y la estructura de Podemos?

Pensamos que Podemos puede acoger a mucha gente de muchos sitios, entendemos que de cara a las elecciones generales es el mejor instrumento para poder dar la batalla. Una sopa de siglas no es la solución, y no es lo que fueron Ahora Madrid y Barcelona en Comú.

¿Quiénes son los referentes intelectuales de Jorge Moruno? ¿También tiene debilidad por Gramsci, como Monedero o Iglesias?

Lo bueno de no estar en la academia es que puedo leer lo que quiera, de filosofía a urbanismo pasando por sociología y ciencia política. Yo no soy un especialista en Gramsci, lo he leído y creo que es fundamental para entender los cambios en las hegemonías pero para mí hay otra serie de autores básicos. Maquiavelo es clave y da muchas pautas para entender lo que vivimos hoy, en clave más sociológica, de mi campo, de la transformación del trabajo, estarían autores como Antonio Negri, André Gorz…

Sobre eso acaba de publicar su propio libro, que no tiene que ver tanto con la política…

Tiene que ver en parte con la política, a la que dedico un par de capítulos, pero básicamente trata la historia del trabajo y su transformación, para entender la oleada de precariedad y de falta de acceso al mercado laboral que se da en los años 70, luego se pedalea en el aire con el crédito y vuelve ahora con toda su crudeza. Lenin decía que “hacer política es caminar entre precipicios” y la frase también puede valer para ilustrar la realidad laboral de hoy, cómo se puede hacer política en una sociedad inundada de precariedad, cómo se les puede empoderar, forjar identidades.

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