Mayo de 1968. Mientras las calles francesas se llenaban de estudiantes sedientos de derechos y la mentalidad gala se preparaba para un cambio que afectaría a gran parte de Europa, una localidad de la Baja Normandía protagonizaba su propia revolución. También en mayo de 1968, en Deauville, nacía el Citroën Méhari, un coche único en su especie cuyo colorido y versatilidad supondría un soplo de aire fresco.

Casi 50 años después, ese coche ingrávido, construido con el mismo material que el LEGO y pensado para participar en el Rally Dakar aunque sólo llegó a ser vehículo de asistencia, que formó parte de la flota del ejército francés y era lanzado en paracaídas desde los aviones para abastecer a las tropas, y que acabó convirtiéndose en el coche playero por excelencia, vuelve a ser noticia. Por la pasión que sigue despertando en Formentera y por el parecido, más que razonable, con el nuevo modelo Cactus M de la casa madre, Citroën. Primos hermanos.

Méhari, un todoterreno con espíritu playero.
Méhari, un todoterreno con espíritu playero.

Pero vamos por partes. Porque para que el hermano canalla del Citoën 2 CV se convirtiera en icono de una época y referente de una generación (el Méhari viene a ser en Francia como el 600 en España) tuvieron que darse varias circunstancias.

La primera, una vocación hedonista cuya única misión en la vida era el disfrute. El disfrute en primera línea de playa. Pero no como coche ‘postureo’, sino como caballo de batalla. La marca francesa rompió esquemas con este coche gracias a dos excentricidades que resultaron de lo más prácticas: un techo desmontable y una carrocería de plástico. Concretamente de Acrilonitrilo Butadieno Estireno, también llamado plástico ABS, muy resistente a los impactos, con el que se fabrican los ratones para el ordenador, las carcasas de los televisores y también las piezas del mítico juego de construcción.

¿Por qué razón? Para que fuera más ligero y más ágil, para que pudiera desmontarse casi por completo (como el LEGO) separando el techo de lona, el parabrisas delantero e incluso las puertas, para cargarlo de cosas cual dromedario (no en vano su nombre viene de cómo pronunciaban ‘mehari’ –camello– los franceses en el norte de África y el Sáhara), para subirse con el bañador mojado y que después de rebozarlo por la arena pudiera limpiarse con dos manguerazos.

En definitiva, un vehículo adaptable y en aquel momento bastante asequible, pensado por y para el ocio y el placer, que requería un mantenimiento de risa y que se quitaba la etiqueta de ‘sufrido’ para vestirse de alegres colores. Una gama hasta entonces inaudita de tonalidades vivas que provocaban tantos suspiros como vueltas de ojos en una carretera tintada de aburrimiento.

Pero ahora ver Méharis en la ciudad es, siguiendo con el eufemismo saharaui, más difícil que encontrar un oasis en medio del desierto. Hoy en día es un coche de coleccionista. Sin embargo, hay zonas de España en las que se le sigue rindiendo tributo. Eso sí, ha de haber playa cerca para que este coche se mueva como pez en el agua, por eso Formentera es uno de los lugares en los que todavía circulan más ejemplares de este automóvil de culto. Tanto de particulares como de casas que los alquilan para recorrer la isla de cala en cala, ofreciendo una alternativa molona a la moto y la bici. La sal no afecta a la carrocería, pesa muy poco y es bajito, perfecto para solventar los baches… Como para no quedarse a vivir en el paraíso.

Cactus C o la alegría de vivir.
Cactus M + Méhari = la alegría de vivir.

Surf sobre ruedas

La nostalgia está muy bien pero han pasado 48 años desde mayo del 68. Toca renovarse, inspirarse en las viejas glorias y actualizar los clásicos. Con el espíritu indomable de Méhari como referencia y la frescura urbanita del C4 Cactus, Citroën ha vuelto a apostar por el joie de vivre como experiencia automovilística. El nuevo Cactus M hereda la libertad, la evasión y el bienestar del viejo rey a través de una filosofía de vida que raya lo ‘hippioso’. El diseño interior está pensado para actividades al aire libre, con el mundo del surf por bandera. Los asientos son de neopreno, el habitáculo se puede lavar con una manguera y toda la estructura es modular. El arco del techo permite transportar la tabla de wakeboard, la vela de windsurf… y ¡magia potagia! La capota se transforma en tienda de campaña para pasar la noche bajo las estrellas o incluso bajo la lluvia.

¿Y si acampamos aquí esta noche?
¿Y si acampamos aquí esta noche?

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