No se llamen a engaño, esa fotografía de Junqueras abarcando los hombros de Arturo “Ubu” Mas y envolviéndole con una mirada que parece rezumar cariño y ternura no expresa el regocijo ni las albricias que el líder catalanista reconvertido en soberanista pretendió vendernos tras el “plebiscito” del domingo. Es la despedida de un ganador, el de ERC, a un aprendiz de brujo que se ha quemado en el proceso, como ocurre con los gayumbos irrecuperables cuando se acoyuntan al fuego en la “Noche de San Juan”. Parece que le brinde el siguiente epitafio: “Ya te dije, pequeño, que, por muy guaperas que te creas, Cataluña es mucha mujer para ti. Servías para hacer la masa de la empanada, pero ni en broma para hornearla, y mucho menos para comértela”.

¿Qué futuro espera a ese insuperable perdedor de elecciones, convocadas al socaire de su pánico a que los muchos chanchullos pendientes sobre Convergencia por el despojo de dineros públicos acaben ante el Tribunal Supremo de España y no ante un Tribunal Superior de Justicia catalán, que los dormiría primero y los archivaría acto seguido? No duden que tal cosa se produciría con el inicio de la “desconexión” entre el sistema de Derecho que, guste o no, existe en España y la broma de castin entre más de 200 jueces de la Cataluña insurrecta que se inició hace un par de semanas para dotarla de “instituciones de Estado”. Es más que probable que esa “rigurosa” selección se hiciera planteando a los candidatos la siguiente pregunta: “¿Cree usted que los procedimientos abiertos por una colonialista Justicia española contra respetables y prestigiosas instituciones y ciudadanos catalanes deben seguir adelante?” ¿Se les ocurre cuál era la respuesta correcta que garantizaba plaza?

Es cierto que en “Junts pel Sí” un sector saborea hasta cierto punto el éxito (ERC), pero el otro se ha topado con un fracaso hiriente, aunque pretendan disimularlo con risitas de polichinela. La ocasión de Mas para liderar un separatismo forzado dependía de obtener mayoría absoluta junto con sus socios republicanos, a quienes, según excelentes fuentes, obligó a firmar un pacto de hierro por el que él sería President si San Jordi les propiciaba aplastar en comandita la cabeza del “colonialismo” español.

El problema de esos 10 imprescindibles escaños de la CUP es que vuelven la operación imposible. A menos que esos jacobinos que quieren alzarse mañana mismo contra las leyes, nacionalizar a diestro y siniestro, abandonar la OTAN y la UE, abolir cuanto huela a altares y casullas, renieguen de su ideario, se tapen las narices por la peste a podredumbre que brota de las sentinas de Convergencia y acepten investir al líder de ese partido, la esencia misma de la carroña y del oportunismo. Parece que no, por el anuncio hecho ayer por Baños de que “no apoyaremos ni trabajaremos con recortadores ni corruptos”. Si lo confirma con los hechos, afirmará una honestidad y coherencia que debería impregnar de color púrpura la durísima jeta de Arturo Más.

¿Qué ocurrirá si Junqueras y Baños se ponen de acuerdo para formar una mayoría eliminando a Mas? La humillación condenaría al heredero de Pujol a un exilio físico (irse a mejorar su inglés a donde se le tercie, mientras la Justicia sigue su curso), o al bochorno moral que significaría quedarse de diputado cunero en la bancada secesionista.

Pero eso sólo sería una simple desgracia personal que a muchos nos duelen los dientes de anunciar y que, en el fondo, importa poco. Lo grave llegaría cuando, con la extrema izquierda manejando el Govern como si estuviera en la Venezuela de Maduro, los diputados convergentes ligados a grandes corporaciones y empresas obligadas a poner las barbas a remojar tengan que responder ante sus aterrados pagadores. Pienso que éstos les exigirán abjurar y hasta sabotear la idea misma de una Cataluña revolucionaria. No olvidemos que la mayoría de escaños de esa alianza antinatural se reduce a cuatro. ¿No va a haber cinco electos que prefieran mantener sus bien retribuidos puestos en consejos y otras prebendas a sacrificarlos en una aventura que hasta a Lope de Aguirre se le hubiese antojado demencial?

No creo que el tejido empresarial catalán soporte que sus topos en Convergencia avalen los despropósitos que la CUP obligaría a introducir como condición para apoyar, si no quiere en sus bases que se desate una deserción masiva. Ni siquiera los mínimos, que también recuerdan al leninismo más trasnochado.

¿Estaríamos entonces condenados a una nueva convocatoria electoral, que sólo podría hacerse después de las generales de diciembre? ¿Y, mientras tanto, los catalanes vivirán bajo un Govern en funciones en el que de inmediato prendería la idea de un sálvese el que pueda? ¿Aguantará Cataluña tal tensión, inestabilidad, parálisis; un desmadre tan antológico que reduciría la imagen de su “seny” a la más acabada caricatura del ridículo…? El disparatado laberinto en el que la réplica de Ubu ha metido al país catalán es como para correrle a gorrazo limpio por toda la Diagonal, y vuelta a empezar.

Por eso, viendo la foto en que Junqueras lo mantiene sujeto por los hombros y le sonríe angelical no me parece un testimonio de afecto personal y de regocijo por el presunto triunfo, sino como un “te acompaño en el sentimiento”. Un pésame con retranca. Un decirle tácitamente: “Fue bonito mientras duró, pero ahora mismo sólo eres como el virus del ébola, una contaminación que no podemos permitirnos”.

Personalmente, apostaría a que ponen a Romeva, en el caso dudosísimo de que alcancen una mayoría en el Parlamento. Pero, aún en esas, vaticinaría a tal Administración (es una forma de hablar) escasos meses de vigencia.

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