En palabras de Sócrates, “cuatro características corresponden al buen juez: escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente”. Este Sócrates, qué cosas decía.

Esta semana una jueza de Pontevedra, con competencias en violencia de género, ha desestimado una denuncia por injurias presentada por la presidenta de la diputación provincial de Pontevedra contra el que fuera concejal de Igualdad del Ayuntamiento de Moraña que tuvo a bien llamarla “mala zorra”, “puta” y otras lindezas de corte lorquianas. La jueza dice que ella no ve delito por ningún sitio ni motivo de sanción porque mala zorra, furcia e hija de puta no son expresiones gravemente ofensivas y están dentro de la libertad de expresión.

Se me ocurre pensar si la susodicha jueza entendería lo mismo si esas lindezas semánticas fueran dirigidas a su persona. Sería un experimento tan interesante como enriquecedor para la sociedad, que mejor me abstendré de realizar porque fijo que esa libertad de expresión que ella contempla para unos, no me amparará a mí , por mucho que lo diga la ley.

La jueza del jugado nº 3 de Pontevedra considera en su auto, obviando también al Ministerio Fiscal que sí veía delito, que “este lenguaje soez es habitual entre cargos públicos”. Que yo sepa, también el asesinato y el genocidio es habitual entre los asesinos y los genocidas, y no por eso el Tribunal de la Haya deja de juzgar a Slobodan Milosevic o el Tribunal Militar Internacional de Núremberg dejó de condenar a  criminales de guerra nazis. Pero supongo que eso le viene un poco grande y le pilla un poco lejos. Además, disculpa los insultos porque “son fruto de la obcecación al conocer la decisión de la Diputación de denegar una subvención a un rally”. Ah, bueno, si se llama a una mujer mala zorra porque ha quitado una subvención a un rally, entonces se entiende todo. Esto lo escribe Berlanga y no le queda igual.

No se dejen engañar aunque sea por un juez: estos insultos, estas injurias cuando no calumnias y difamaciones, como llamar asesino psicópata a una persona o zorra mal criada a otra, también se denuncian entre particulares y los jueces, al menos algunos, suelen dictaminar lo mismo. Por cierto, me cuentan que la jueza en cuestión se ha ido de vacaciones. Normal.

No es la primera vez que un juez se desmarca con un vómito de este tipo. El recordado, casi nunca para bien, juez Del Olmo sentó precedente en una sentencia del 2011 y al parecer creó escuela, aunque más que escuela sería una escola de cagons, que dirían los valencianos, con uno desafortunado y comentado auto.

El que fuera instructor del 11-M, consideraba que llamar «zorra» a la esposa no constituye menosprecio o insulto, si quien utiliza este término lo hace para describir a un animal que debe actuar con especial precaución. Se lo pongo textualmente para que no crean que mi intolerancia al alcohol ha desaparecido de la noche a la mañana: «La realidad fáctica acreditada no reseña que el acusado vertiese alguna expresión que proyectase desprecio o menosprecio a la dignidad de la mujer o que fuera expresiva de una posición de dominio o exigente de sumisión. (…) Incluso procede señalar que la expresión ‘zorra’ utilizada en el escrito del recurso, escuchada la grabación de la vista oral, no se utilizó por el acusado en términos de menosprecio o insulto, sino como descripción de un animal que debe actuar con especial precaución, a fin de detectar riesgos contra el mismo». Sobre el deseo y la amenaza del hombre de ver a su mujer en el cementerio en una caja de pino, no se pronunció. Casi mejor, al menos nos ahorró esa parte.

Escuchar cortésmente, responder sabiamente, ponderar prudentemente y decidir imparcialmente …  ay, este Sócrates, que cosas tenía. Ni la señora jueza de Pontevedra ni el Juez Del Olmo, ni los otros muchos magistrados cuyos nombres no han saltado a la prensa pero seguro que han honrado la bajeza humana y el desatino profesional, han olido a Sócrates ni de lejos. Es más, de hacerlo, les parecería una nenaza, y no lo digo por la túnica blanca que vestía allá en Atenas entre el 469 y el 399 a c.

Es cierto que muchos jueces se amparan en la literalidad de una ley para no complicarse demasiado la vida y la jornada laboral, y pasan por alto injusticias del tamaño de una catedral, pero es que hay algunos que parecen disfrutar con ello e incluso se animan a hacer interpretaciones torticeras de la propia regla. Que el juez Del olmo se aferrara a la RAE para disculpar el insultar a una mujer llamándola zorra, es de juzgado de guardia.

Decía el juez antimafia Giovanni Falcone, asesinado el 23 de mayo de 1992 por la Mafia en Capaci, Sicilia, mientras se desplazaba en su automóvil por la autopista de Trapani a Palermo bajo la que colocaron 500 kilos de trinitrotolueno, que quien acaricia a un tigre acaba perdiendo un brazo. Pues nada, que sigan dando de comer a las fieras, acariciando a las bestias que un día de estos alguien perderá algo más que un brazo. Y luego, eso sí, nos lamentaremos todos en las redes sociales, en los medios y en los platos de televisión.

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