Contenedores repletos de cadáveres de gallinas en una macrogranja aviar de íscar, Valladolid

Miles de cadáveres de gallinas afectadas por el brote de gripe aviar en una macrogranja avícola en Íscar (Valladolid) han puesto en alerta a las autoridades y al sector avícola. Los restos se están retirando para su transporte al centro de eliminación. Según denuncia Greenpeace, «la ganadería industrial es una auténtica bomba de relojería y es urgente poner fin a este destructivo modelo, que pone en jaque la salud del planeta y de las personas».

La explotación, que según diversos medios, albergaba cerca de 134.000 gallinas, está en una de las zonas de mayor producción avícola de todo el país, por lo que la preocupación es mucho mayor. Por eso consideran que «esta es una razón por la que los controles deberían ser sean exhaustivos e intentar evitar que se extienda a otras instalaciones, que se propague a las personas y que genere una presión añadida a la, ya amenazada, biodiversidad» 

Esta explotación, como muchas otras en la España rural, se encuentra a escasos 1.000 metros del centro de Íscar y a unos 300 de las viviendas más cercanas, lo que aumenta el riesgo de contagio para las personas. De extenderse el foco, «al haber tantas explotaciones en los alrededores, podría convertirse en un auténtico problema regional o incluso estatal», advierten.

Según la organización, las explotaciones industriales son el entorno perfecto para la proliferación de este tipo de virus, ya que numerosos individuos genéticamente muy similares se ven obligados a vivir hacinados. Este es precisamente el modelo predominante en España y cada vez más en el mundo. Si a esto se suma que los animales se suelen trasladar a largas distancias, se da una segunda condición que facilita la propagación del virus. Y esto no es porque falten las medidas de bioseguridad en estas explotaciones, si no simplemente porque estos ambientes crean el hábitat ideal para los patógenos. 

Otro factor de riesgo son las ingentes cantidades de excrementos que se generan en estas instalaciones, ya que como señala el propio Ministerio de Sanidad “los virus aviares pueden vivir hasta 100 días a 4° centígrados. En el agua sobreviven hasta cuatro días a 22º centígrados y más de 30 días a 0º centígrados”.

No en vano, el último informe de la Autoridad Europea de Seguridad Alimentaria (EFSA, por sus siglas en inglés) señala, entre las medidas recomendadas para combatir los virus aviares, la reducción de la densidad de las explotaciones comerciales, especialmente en las zonas donde más se concentran estas actividades, como es este caso.

«No podemos seguir jugando con fuego en España como si nada pasara. En Europa este devastador virus ha llevado a que se exterminen millones de animales y esperamos que España no tenga que seguir ese camino. Aunque algunos políticos han llegado a dudar de la existencia de las macrogranjas, es evidente que existen y que incluso son caldo de cultivo perfecto para virus como el de la gripe aviar y otros«, ha afirmado Luís Ferreirim, responsable de la campaña de Agricultura de Greenpeace. «El sistema agroalimentario necesita una transformación profunda y en España hay que empezar por frenar en seco la propagación de la ganadería industrial”, concluye.

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